XXIX DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO
DOMUND
La liturgia de este
domingo nos dice que Dios es nuestra
prioridad; pero nos avisa también que Dios nos convoca a un compromiso efectivo en la construcción del mundo. Hoy,
también, celebramos el Domund.
La 1ª lectura del profeta Isaías nos recordaba que Dios es el verdadero Señor de la
historia y que Él es el que nos conduce a la felicidad y realización
plena. Los hombres somos instrumentos
de los que Dios se sirve para realizar sus proyectos de salvación.
Sólo Dios es grande, sólo Dios es el Señor. Por eso quienes dan culto a un hombre, quien se
apoya en el hombre, comete la simpleza de agarrarse a una rama seca y
quebradiza, pensando que así podrá salvarse de morir enterrado.
Fuera de Dios nadie podrá hacer nada que realmente nos sirva de
algo. “Yo soy el Señor y no hay otro;
fuera de mi no hay Dios”, nos decía hoy la primera lectura.
La 2ª lectura de San Pablo a los Tesalonicenses nos presenta el ejemplo de una comunidad cristiana que pone a Dios en el centro de su camino.
Hoy, una comunidad cristiana que viva, con fidelidad y entusiasmo, la
fe, la esperanza y la caridad, no es noticia; sin embargo, los medios de
comunicación social explotan, con gusto, la vida de una comunidad cristiana que
esté marcada por escándalos, por infidelidades.
Por eso san Pablo nos invita a fijarnos en los testimonios de fe, de
amor y de esperanza que hay a nuestro alrededor y a que veamos ahí la presencia
y la acción de Dios en el mundo.
El Evangelio de San Mateo nos presentaba
hoy esa frase tan polémica: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo
que es de Dios”.
Más de una vez se ha usado esta frase para defender
la total separación entre el ámbito político y el ámbito religioso o
también se ha utilizado como excusa para
no afrontar los deberes ciudadanos frente al bien común. No se refería a esto Jesús cuando dijo esta
famosa frase. Todo cristiano tiene que cumplir
al mismo tiempo con sus obligaciones políticas y con sus obligaciones
religiosas, tanto se trate de la obligación de mandar como de la obligación
de obedecer.
Lo que Cristo condena con toda claridad es la manipulación
de la religión a favor de un partido o gobierno, pero al mismo tiempo
también denuncia al gobierno que impone una religión.
Siempre han existidos gobernantes que
confunden su propio proyecto político con la causa de Dios, pero también ha
habido representantes de Dios que han querido tener poder político. Por eso se han manipulado autoridades pero
también nos hemos callado antes injusticias con nuestro silencio e
indiferencia, como si el cristiano no tuviera que exigir justicia y
verdad.
Por supuesto que Jesús no pone a Dios y al
César al mismo nivel. Jesús afirma la
primacía de Dios.
Devolver a Dios lo que es de Dios supone reconocer que sólo Él es el Señor, pero
también supone devolverle el pueblo, la creación y su proyecto de justicia y
fraternidad. Nadie queda excluido de la obligación de promover una verdadera
justicia y nadie puede esconderse en la sacristía en los momentos de
crisis donde urge la presencia, la valentía y el dinamismo de los cristianos.
Pero tampoco nadie puede apropiarse la inteligencia y la bondad divina
utilizando la religión para sus proyectos personales o partidistas.
El verdadero cristiano no puede permanecer
indiferente ante la política como si la religión fuera un tranquilizante; al
contrario, hay que llevar el Evangelio y la presencia de Dios a la vida
social, económica y política.
Hoy, también, celebramos el Domund.
“Esta jornada —nos dice el Papa
Francisco— nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana”. Tres preguntas clave
aparecen en la introducción del Mensaje: “¿Cuál
es el fundamento de la misión?
¿Cuál es el corazón de la
misión? ¿Cuáles son las actitudes
vitales de la misión?”.
En el corazón de la
misión deben estar los jóvenes, “que son la esperanza de la misión”, porque de ellos es el futuro; y está también
la misericordia. El misionero, con esa capacidad de acercarse a los más
desfavorecidos para compartir su causa y su suerte, se identifica con el Buen
Pastor, que carga sobre sus hombros las debilidades de los hermanos.
Encontramos asimismo en
el Mensaje una serie de actitudes
que caracterizan la vida del misionero: “alegría
contagiosa”, “confianza y valor”, “actitud de salida para llegar a las
periferias” y también la humildad —“humilde instrumento de mediación del Reino”
—.
Desde esa actitud de
valentía que destaca el Papa en su Mensaje y que acompaña siempre al misionero,
este año el lema del Domund nos hace una invitación a ser valientes para vivir
la realidad de la misión en el contexto en el que nos encontramos.
“La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra
de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón
misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del
testimonio de vida y de la comunión de bienes en la respuesta a las graves y
vastas necesidades de la evangelización”