martes, 17 de octubre de 2017


XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMUND
 
 

La liturgia de este domingo nos dice que Dios es nuestra prioridad; pero nos avisa también que Dios nos convoca a un compromiso efectivo en la construcción del mundo. Hoy, también, celebramos el Domund.

La 1ª lectura del profeta Isaías nos recordaba que Dios es el verdadero Señor de la historia y que Él es el que nos conduce a la felicidad y realización plena.  Los hombres somos instrumentos de los que Dios se sirve para realizar sus proyectos de salvación.

Sólo Dios es grande, sólo Dios es el Señor.  Por eso quienes dan culto a un hombre, quien se apoya en el hombre, comete la simpleza de agarrarse a una rama seca y quebradiza, pensando que así podrá salvarse de morir enterrado.

Fuera de Dios nadie podrá hacer nada que realmente nos sirva de algo.  “Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mi no hay Dios”, nos decía hoy la primera lectura.

La 2ª lectura de San Pablo a los Tesalonicenses nos presenta el ejemplo de una comunidad cristiana que pone a Dios en el centro de su camino.

Hoy, una comunidad cristiana que viva, con fidelidad y entusiasmo, la fe, la esperanza y la caridad, no es noticia; sin embargo, los medios de comunicación social explotan, con gusto, la vida de una comunidad cristiana que esté marcada por escándalos, por infidelidades. 
 
Por eso san Pablo nos invita a fijarnos en los testimonios de fe, de amor y de esperanza que hay a nuestro alrededor y a que veamos ahí la presencia y la acción de Dios en el mundo.

El Evangelio de San Mateo nos presentaba hoy esa frase tan polémica: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
 
Más de una vez se ha usado esta frase para defender la total separación entre el ámbito político y el ámbito religioso o también se  ha utilizado como excusa para no afrontar los deberes ciudadanos frente al bien común.  No se refería a esto Jesús cuando dijo esta famosa frase.  Todo cristiano tiene que cumplir al mismo tiempo con sus obligaciones políticas y con sus obligaciones religiosas, tanto se trate de la obligación de mandar como de la obligación de obedecer.

Lo que Cristo condena con toda claridad es la manipulación de la religión a favor de un partido o gobierno, pero al mismo tiempo también denuncia al gobierno que impone una religión.
 
Siempre han existidos gobernantes que confunden su propio proyecto político con la causa de Dios, pero también ha habido representantes de Dios que han querido tener poder político.  Por eso se han manipulado autoridades pero también nos hemos callado antes injusticias con nuestro silencio e indiferencia, como si el cristiano no tuviera que exigir justicia y verdad. 

Por supuesto que Jesús no pone a Dios y al César al mismo nivel.  Jesús afirma la primacía de Dios.

Devolver a Dios lo que es de Dios supone reconocer que sólo Él es el Señor, pero también supone devolverle el pueblo, la creación y su proyecto de justicia y fraternidad. Nadie queda excluido de la obligación de promover una verdadera justicia y nadie puede esconderse en la sacristía en los momentos de crisis donde urge la presencia, la valentía y el dinamismo de los cristianos. Pero tampoco nadie puede apropiarse la inteligencia y la bondad divina utilizando la religión para sus proyectos personales o partidistas.
 
El verdadero cristiano no puede permanecer indiferente ante la política como si la religión fuera un tranquilizante; al contrario, hay que llevar el Evangelio y la presencia de Dios a la vida social, económica y política.

Hoy, también, celebramos el Domund.  “Esta jornada —nos dice el Papa Francisco— nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana”. Tres preguntas clave aparecen en la introducción del Mensaje: “¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?”.

 “La misión está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio”

En el corazón de la misión deben estar los jóvenes, “que son la esperanza de la misión”,  porque de ellos es el futuro; y está también la misericordia. El misionero, con esa capacidad de acercarse a los más desfavorecidos para compartir su causa y su suerte, se identifica con el Buen Pastor, que carga sobre sus hombros las debilidades de los hermanos.
 
Encontramos asimismo en el Mensaje una serie de actitudes que caracterizan la vida del misionero: “alegría contagiosa”, “confianza y valor”, “actitud de salida para llegar a las periferias” y también la humildad —“humilde instrumento de mediación del Reino” —.

Desde esa actitud de valentía que destaca el Papa en su Mensaje y que acompaña siempre al misionero, este año el lema del Domund nos hace una invitación a ser valientes para vivir la realidad de la misión en el contexto en el que nos encontramos.

 
“La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización”