lunes, 26 de abril de 2021

 

V DOMINGO DE PASCUA (CICLO B)

Las lecturas de hoy nos invitan por una parte, a mantenernos unidos a Cristo y, por otra, a construir comunidad. Si lo hacemos así, vale la pena la Pascua de resurrección que estamos celebrando. 

La 1ª lectura de los Hechos de los Apóstoles, nos habla de San Pablo.  San Pablo era un perseguidor de los cristianos, pero camino a Damasco se encuentra con Cristo resucitado.  Y este encuentro con el Señor cambia radicalmente su vida y de perseguidor de Jesús se convierte en un gran apóstol del Señor. Pablo se convierte en un nuevo cristiano y se une a la comunidad cristiana.

El cristiano no es un ser aislado, sino una persona que es miembro de un cuerpo, el Cuerpo de Cristo, formando parte de una comunidad, de la Iglesia.  No se es cristiano por libre, sino injertado en una comunidad.

Es en diálogo y compartiendo con los demás hermanos de la comunidad como nuestra fe nace, crece y madura y es en la comunidad, unidos por los lazos del amor y de la fraternidad, como nos realizamos plenamente como cristianos.

En una comunidad cristiana pueden surgir conflictos, tensiones porque podemos tener diferencias entre unos y otros miembros de la comunidad, pero porque existan esas diferencias, esto no nos puede servir de pretexto para abandonar la comunidad y creer que podemos ir por la vida como cristianos en solitario.

La Iglesia es una comunidad formada por hombres y mujeres, con debilidades y fragilidades, pero es, sobre todo una comunidad asistida, conducida y guiada por el Espíritu Santo.

La 2ª lectura de la primera carta de san Juan nos invita a no “amar de palabra y de boca, sino de verdad y con obras”. Somos expertos en decir muchas palabras, muchas ideas. Pero una cosa es hablar y otra actuar. Palabras sin obras son ruidos, son meros sonidos. Cuántas palabras decimos que no son verdad.  Cuantas palabras decimos porque buscamos el aplauso, o el reconocimiento o la posición política, pero esas palabras no son verdad. 

Cuando un sistema opresor habla de libertad, una organización discriminadora habla de comunión, un grupo idolátrico habla de Dios… ahí la palabra es mentira, no porque la idea sea mentira, sino porque la vida la desmiente. Por eso, en este domingo se nos invita a las buenas obras, a la acción transformadora.

“Amor” es una palabra que tenemos demasiado en la boca. Pero tantas veces no es palabra de fuego, ni de compromiso, no es palabra eficaz. Amar como Jesús nos amó, significa “amar primero”, no esperar a que los otros den el primer paso. Cumplir el mandamiento del amor es el resultado de acoger a Dios en nuestra vida. Abrirse al Amor auténtico es renunciar a la mentira, a las palabras falsas, a las conductas hipócritas. Amar en la verdad es lo que Jesús nos pide. Amar con las obras y no con el halago o por interés social. Amar es permanecer en Jesús, asumir su estilo, vivir su vida. 

El Evangelio de san Juan nos presenta a Jesús comparándose con una vid y diciéndonos que nosotros somos los sarmientos.  

Si queremos tener vida y dar frutos tenemos que estar unidos a Cristo.  “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante”. Sin estar unidos a Cristo no podemos dar fruto, no podemos sobrevivir como cristianos.

Hay personas que creen que se puede ser cristiano por libreuno tiene unas creencias, unos sentimientos religiosos y unas prácticas piadosas, promesas… pero no “cree” en la Iglesia, ni celebra los sacramentos; tan sólo ocasionalmente. Sin estar unidos a Cristo no podemos dar fruto en nuestra vida.

La unión con Cristo es una unión sacramental o no es tal unión. Estoy unido a Cristo por el sacramento del Bautismo, acogido por Dios en el sacramento de la Penitencia, comulgo su presencia real en comunidad en el sacramento de la Eucaristía, el Espíritu está en mí por el sacramento de la Confirmación… Si no acepto esta relación con Dios sacramental es como despreciar a Cristo y toda su obra y preferir la imagen que yo me he hecho de Dios. Esto es muy serio y hoy está muy extendido. Ser cristiano no es tener un sentimiento religioso y nada más.  Es estar unido a Cristo.

Hay personas que quizás se pregunten: “¿Para qué hace falta la Iglesia?”. ¿Para qué es necesario estar unidos a Cristo? Porque es necesario amar a los demás desde Dios, desde sus valores; seguimos pensando que es necesaria la gracia de Dios para no cansarse de amar desinteresadamente a los demás; seguimos pensando que es necesaria la fe para construir un mundo mejor, abierto a la otra vida.

Por eso, si el hombre quiere realizarse en plenitud, si quiere construir el Reino de Dios, si quiere ser verdadera y plenamente feliz, nada podrá hacer para conseguirlo si no permanece en Jesús. No hay hombre, que se diga cristiano que pueda ser feliz sin Cristo. No seamos insensatos, no pretendamos ser felices sólo con nuestro esfuerzo; Dios necesita de nuestro esfuerzo para hacernos felices, pero nosotros necesitamos de Dios para alcanzar la felicidad.