lunes, 2 de agosto de 2021

 

XIX DOMINGO ORDINARIO(CICLO B)

Todos nosotros hemos sentido momentos de tristeza, e incluso de desesperanza. ¿Quién no ha sentido la tentación de dejarlo todo ante las dificultades de la vida o ante las exigencias de la fe? La Palabra de Dios de este domingo nos ofrece un mensaje de confianza y esperanza.

La 1ª lectura, del primer libro de los Reyes, nos muestra al profeta Elías que ya no puede más; se siente cansado, agotado, decepcionado y desanimado porque no ha podido cambiar el corazón de su pueblo y por ello ha desistido seguir luchando e incluso prefiere morir que continuar con su misión.

También a nosotros se nos hace insoportable el camino, cansados de luchar, cansados de los demás y de nosotros mismos, hasta molestos con Dios… y el camino de la vida se nos hace largo.

Largo porque no miramos más que las piedras con que tropezamos, cuando deberíamos mirar hacia arriba, hacia esa cumbre cada vez más cercana de esa vida que Jesús nos promete y que ya llevamos dentro por nuestra Fe en Él.

Largo porque no sabemos gozar de las pequeñas maravillas que Dios nos regala cada día en la vida.

El camino se hace tranquilo o se hace insoportable dependiendo del compañero que lo comparte con nosotros. Y Jesús se ha hecho nuestro compañero en el camino de la vida.

Dios está a nuestro lado siempre que lo necesitamos para darnos fuerza para vencer las dificultades e indicarnos el camino a seguir.

La 2ª lectura, de san Pablo a los Efesios, nos dice que ser cristiano y seguir a Cristo implica dejar de lado la ira, la violencia, la envidia, el orgullo, la maldad. Ya sufrimos bastantes guerras, enfrentamientos, odios y violencia en este mundo, para que nuestras relaciones con los demás estén basadas en estos vicios y pecados.  Todas estas cosas tienen que ser eliminadas de nuestra vida.  Todas estas cosas son comportamientos del hombre que no tiene fe.

En el Evangelio de san Juan, nos decía Jesús: “el que cree tiene vida eterna”.

¿Qué es lo que puede hacer que la vida de una persona no sea una vida plena?  Algunos dirán que la falta de dinero, de salud o de amor.  Sin embargo Jesús nos dice que lo que hace que una vida no sea plena es la falta de fe, la falta de sentido de la vida, la falta de valores.

Quien no cree, dice san Juan, ya está condenado.  Hay mucha gente que no cree en nada, que no tienen un sentido religioso.  Para que la vida sea plena, el ser humano tiene que estar abierto a Dios.

Cuando una persona renunciar a comer, es decir, es anoréxica, no lo vemos normal porque atenta contra su vida; si uno renuncia a hablar (autismo) no lo vemos normal, atenta contra la relación personal.  Si uno renuncia a la fe, a su sentido religioso, a su formación como creyente, está limitando su plenitud de vida.  La vida sin Dios no puede ser una vida plena, no puede ser una vida con sentido.

La incredulidad es una tentación siempre presente en nuestra vida y que empieza a echar raíces en nuestro corazón desde el momento mismo en que nos vamos organizando nuestra vida de espaldas a Dios.

Cristo es el pan de la vida. Ha venido para que tengamos vida eterna. Podemos saber si estamos participando de esa vida en la medida que vivamos y practiquemos nuestra fe, en la medida que nuestra vida tenga sentido. ¡Que Cristo sea nuestra vida!