JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (CICLO B)

Con esta fiesta de Jesucristo Rey del Universo concluimos el presente Año Litúrgico, para comenzar el próximo domingo con el Adviento, en preparación para la Navidad. La fiesta de hoy es como un resumen del año, un resumen de todo lo que hemos celebrado y vivido los cristianos durante todo el año.
La 1ª lectura del profeta Daniel, anuncia que Dios va a intervenir en el mundo, para eliminar la crueldad, la ambición, la violencia, la opresión que marcan la historia de los reinos humanos.
Muchos gobiernos de este mundo están basados en el poder y son generadores de explotación, de miseria, de violencia. Esta forma de gobernar, será tarde o temprano destruida, ya que el reino del mal no será eterno porque Dios intervendrá en la historia para destruir las fuerzas de muerte que impiden al hombre alcanzar la libertad, la paz y una vida plena. Dios espera y desea unos gobiernos y una forma de gobernar más humana, más cercana al pueblo.
La 2ª lectura del libro del Apocalipsis, nos presenta Jesús como el principio y el fin de todas las cosas.
En este mundo, hay unas pocas personas que son importantes, que tienen infinidad de privilegios, sin embargo, la mayoría de las personas que formamos parte de un pueblo, de una nación somos considerados como la mano de obra, los que no cuentan, los que no tienen derechos, los que no son escuchados. Para Dios, todos somos importantes, porque nos ha convertidos a todos los seres humanos en reyes, es decir, hijos de Dios y herederos del Reino de Dios.
En el Evangelio de san Juan, Pilato le pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Efectivamente Jesús es rey, pero no como los reyes de este mundo.
Lo que diferencia el reino de Cristo de los otros reinos o repúblicas de este mundo es la manera de gobernar. El Reino de Dios no gobierna por la fuerza sino por la verdad. Los gobernantes de este mundo tienen que usar muchas veces las medias verdades e incluso las mentiras para atraerse a los ciudadanos. Otras veces tienen que consentir a los ciudadanos siguiendo simplemente las encuestas de la opinión pública, sin preocuparse si las decisiones contribuyen a la realización de la persona humana y de la paz social.
Poder hacer lo que a cada uno le da la gana es considerado como signo de un país libre. Jesús, en cambio, dijo: “la verdad os hará libres”. Él vino para dar testimonio de la verdad. Decir la verdad delante de las autoridades religiosas y civiles llevó a Jesús a la muerte.
La verdad que Jesús nos anuncia no es algo que se puede aprender en la Universidad o en los libros. Es más bien su propia persona.
El problema de nuestra cultura es que ha renunciado a la verdad o la identifica simplemente con la opinión de la mayoría o con lo que se dice en la televisión. Muchas veces no importa la verdad de las personas, ni la verdad de las cosas, sino que el sistema funcione aunque sea a base de mentiras. Esto fue lo que hizo Pilato, lavarse las manos ante el problema de la verdad de la inocencia de Jesús. Para Pilato, no importaba la verdad, lo que importaba era conservar su cargo, complacer a los judíos.
Cuantos gobiernos hay que se apoyan en la violencia de las armas, y se apoyan en la violencia de sus mentiras para gobernar. Las mentiras de muchos gobernantes hacen que muera mucha gente. Cuantos pueblos hay que sufren el terror de los que en nombre de la paz y la democracia mueren por defender su libertad; cuantos países subdesarrollados, en nombre de la libertad de mercado, son mantenidos en la pobreza y la miseria; cuantas naciones, en nombre de la globalización de la economía son sometidos a condiciones comerciales que acaban con la soberanía y la libertad de las naciones pobres.
Nosotros, como cristianos, tenemos que estar a favor de la verdad y esto supone y exige estar en total desacuerdo con la mentira. No podemos ser neutrales.
La fuerza de la verdad, sin embargo, se impone por sí sola. Por eso los creyentes reconocemos a Jesús como nuestro único Señor, como nuestro único Rey.
Por todo esto y de esta manera el Reino de Dios no es de este mundo y Jesús no es rey como los de este mundo. No porque no tenga nada que decir acerca de los problemas de esta tierra, sino porque tiene mucho que decir; y porque para que su reinado se establezca plenamente en él, este mundo tiene mucho que cambiar, este mundo tiene que convertirse en ese otro mundo posible y necesario que desean los que tienen hambre y sed de justicia.
Jesús nunca buscó el éxito, su muerte en la cruz no fue un fracaso, sino la manifestación del amor de Dios Padre que hace que nosotros nos convirtamos en ciudadanos del Reino de Dios. Un Reino de verdad, de justicia, de amor, de gracia y de paz.