lunes, 23 de mayo de 2022

 

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (CICLO C)


Celebramos hoy la fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos.  Jesús se va, pero se queda entre nosotros. El sentido de su ida al cielo es que los cristianos asumamos nuestra mayoría de edad y empecemos a enfrentarnos con la vida, con el mundo “como si Dios no existiese”, no para aprovecharnos y vivir la vida sin criterios y sin valores, malgastando nuestra vida, sino para vivirla responsablemente.  Por ello nos decía la 1ª lectura: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”.

Con la Ascensión ha nacido nuestro compromiso con la tierra y sus habitantes. No hay que huir del mundo, ni de la gente. No hay que huir, pero tampoco dominar, subyugar, como lo han hecho, a veces, algunas personas.

Hemos de preguntarnos hoy: ¿Me he puesto a trabajar por el bien común, por el bien de la Iglesia, o sigo con los brazos cruzados y el espíritu pasivo, mirando no sé a dónde, sin hacer nada?

La Ascensión nos saca de  nuestra pasividad, que lo espera todo del cielo, con los brazos cruzados, sin hacer nada. Hay personas que quieren alcanzar el cielo sin trabajarlo en la tierra.

En esta fiesta de la Ascensión del Señor, los creyentes celebramos el triunfo definitivo de Cristo sobre la muerte, su resurrección y regreso al Padre, después de haber vivido como un hombre más, entre nosotros.  Es importante en esta fiesta, escuchar con gozo, las palabras de Jesús al encomendarnos seguir su misión, evangelizar a todos los pueblos: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Cuando decimos que Jesús ascendió “al cielo”, no podemos pensar en el cielo como un lugar en el espacio, físico, sino como un signo de la presencia de Dios entre nosotros.

Ascender es “volver a Dios Padre”. La ascensión de Cristo al cielo es un pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de la fragilidad de lo humano a la vida plena junto a Dios.

Con su ascensión al cielo Cristo penetró en una realidad que escapa a nuestras posibilidades. Nadie sube hasta allí si no ha sido elevado, resucitado por Dios. Él vive ahora con Dios, en la absoluta perfección, en la absoluta presencia, amor y felicidad. Cuando proclamamos que Cristo subió al cielo pensamos en todo eso también para nosotros.

Y alguno podrá preguntarse hoy, ¿qué sentido tiene esta fiesta en la que conmemoramos que Cristo, nuestro salvador se ha ido lejos de nosotros, cuando lo que nos preocupa y nos importa hoy es la solución de los problemas de nuestro mundo cada vez más graves y amenazadores?  Más que nunca necesitamos escuchar en este tiempo el mensaje de esta fiesta de la ascensión del Señor.

Porque Jesús se ha ocultado en Dios no para ausentarse de nosotros sino para vivir desde ese Dios una cercanía nueva con nosotros, así nos lo ha prometido, estar con nosotros, todos los días hasta el fin de los tiempos.

Este acompañamiento constante de Jesús, es el que nos debe de impulsar a llevar su mensaje tan dentro de nosotros, que lo contagiemos allí dónde nos encontremos. Amar la vida de cada día con sus luchas, sus alegrías, sus  penas, trabajar por la justicia, por hacer nuestro entorno pacífico, es hacer, ya aquí y ahora, presente el cielo en la tierra.

Los cristianos no podemos sentirnos ajenos a las angustias y esperanzas de este mundo, que es también nuestro mundo; llevamos en nosotros una fe que nos ofrece razones para vivir y esperanza para morir, porque esperamos este encuentro definitivo con Cristo nuestro hermano y con Él con nuestro Dios.

Hemos recibido de Cristo una misión que hoy la escuchamos de nuevo: Jesús insiste a los que quieren seguirlo que han de ir al mundo: “Id a todos los pueblos”, es una misión universal. Es una invitación para llevar su mensaje de paz, de fraternidad, de esperanza a nuestro mundo descompuesto, amenazado y amenazador. Se han encerrado en él muchos odios, muchas injusticias, se ha explotado a pueblos enteros, se ha despreciado a razas, a culturas, se ha humillado con indignidad a hombres y mujeres en represiones inhumanas, ¿cómo extrañarnos de que brote el terror?  El odio solo engendra odio.  “Pon amor y encontraras amor”, decía Juan de la Cruz.

Porque ser cristiano es también  encontrarnos ahora con un Cristo lleno de vida, con un Cristo que ha muerto por amor a nosotros, pero que ahora vive, y que hoy nos dice: “creed en la vida futura, será como la mía, la vida no termina en la muerte”. Nuestra vida será como la vida que hoy vive Jesús.

Ser cristiano es encontrarse con un Cristo lleno de vida, cuyo espíritu nos hace vivir, con un Cristo que ha entregado su vida libremente por amor al ser humano pero que vive resucitado.

Hoy nos toca trabajar en este mundo. Hoy nos toca trabajar en esta tierra, para que seamos y nos sintamos hermanos. Mañana será nuestro triunfo con Cristo en el cielo.