lunes, 29 de agosto de 2022

 

XXIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)

Las lecturas de este domingo nos recuerdan que nos es fácil vivir en libertad, que no es fácil ser responsables de nuestros actos y tomar las decisiones correctas.  Por ello, Jesús nos invita hoy a que los sigamos a Él con todas las consecuencias.

La 1ª lectura del libro de la Sabiduría, vemos que Salomón pide sabiduría a Dios para que lo guíe prudentemente en su gobierno; con la sabiduría de Dios, sus obras serán agradables a Dios, y podrá juzgar a su pueblo con justicia.  Si Salomón pide a Dios discernimiento para tener acierto en el enfoque y solución de los problemas terrenos, ¿cuánto más necesitamos nosotros pedir la sabiduría de Dios para cumplir su voluntad?, pues “¿qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere… si tú no le das tu Sabiduría enviando tu santo Espíritu desde el cielo?”

La 2ª lectura de San Pablo a Filemón, nos plantea el problema de las clases sociales.  En la sociedad en que vivía san Pablo estaba muy marcado las clases sociales, incluso había esclavos y libres.  Pero el cristianismo acoge a todo tipo de personas de cualquier clase y condición.

Creer en Jesús, estar bautizados hace que se cambien las relaciones entre los hombres, ya no hay dominio de unos sobre otros; ya no hay esclavos y libres, opresores y oprimidos, potentados y aplastados, amos y siervos… sólo hay hermanos.  Dios no quiere que veamos a algunas personas como si fuesen de una condición humana inferior a la de los demás.  Todos somos iguales ante Dios.

Es cierto  que muchos continúan considerando a las demás personas como si fueran sus esclavos, haciéndoles trabajar más de lo debido y dándoles un salario de hambre. Aún podemos ver que muchos compran a su prójimo por unos euros. Ante estas situaciones de injusticia la Iglesia no puede guardar silencio, encadenada por los poderosos. Su trabajo no se puede quedar encerrado en las paredes de las iglesias. Es necesario trabajar por lograr una auténtica justicia social, no sólo hablando fuertemente para lograrla, sino empeñándose por hacer esto realidad en los diversos ambientes en que se desarrolle la Vida de quienes creemos en Cristo. Entonces recibiremos a nuestro prójimo no como a una persona cualquiera, sino como al mismo Cristo.

El evangelio de san Lucas nos presenta una invitación de Jesús a seguirlo, tomando nuestra cruz y renunciando a todos nuestros bienes.

¿Qué significa seguir a Jesús, a qué hemos de renunciar?  Hoy hemos oído que Jesús nos pide unas renuncias concretas, pero ¿cómo entender esas renuncias: dejar padre y madre, dejar hijos, tomar la cruz y renunciar a todos los bienes? ¿Cómo seguirlo? ¿Cómo ser cristiano?

Hemos oído a Jesús que nos dice: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a mi antes que a su padre, madre, hijos…no puede ser mi discípulo”.  El posponer a los familiares no hemos de entenderlo hoy nosotros  como el dejar abandonados a nuestros familiares en sus necesidades o en su vejez, en triste soledad, no es eso. Jesús en la cruz, antes de morir no abandona a su madre, se la confía a Juan: “Ahí tienes a tu madre”, le dice al discípulo. Jesús jamás abandonó a su madre. Desprenderse, posponer los vínculos familiares no significa olvidar todo aquello que podamos hacer para ayudar a familiares en dificultades.  Dios no quiere que no tengamos familia sino que lo que quiere, es que todas las cosas las usemos, las tengamos, las utilicemos, las hagamos teniendo como horizonte la causa de su Reino.   Eso significa que en la familia lo importante es el diálogo, el respeto de unos por otros, el perder el tiempo en la escucha del otro, la ayuda, la presencia, etc.  

Jesús nos pide también hoy estar dispuestos a renunciar a los bienes materiales y tomar la cruz.  Jesús nos pide que renunciemos a nuestra vida cómoda y egoísta porque esto es lo que de verdad nos impide seguir sinceramente a Jesús. 

Jesús nos ha dicho: “quien no tome su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. No nos preocupemos demasiado por buscar cruces. La cruz va llegando a lo largo de la vida. No hay que buscarla, llega…lo que hemos de hacer es no renunciar a ella, asumirla con valentía y generosidad. Dios no nos creó para sufrir, los dolores hemos de evitarlos, pero hemos de asumir con valor todo aquello que suponga renuncia, que suponga generosidad, que suponga ayudar a tanta necesidad que encontraremos a nuestro lado.

La cruz, el sufrimiento llega, llega con el paso de los días, con el paso de la vida, pero además, ¿quién puede vivir feliz ante escándalos, injusticias, los pecados, las miserias que cometemos y que se cometen a nuestro alrededor? Sabemos que el hacer lo posible por remediarlo  traerá cruz, a esa cruz también nos llama Jesús.

“El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. El dinero que podamos tener ha de estar siempre dirigido no sólo para nuestro disfrute personal, sino sobre todo para compartirlo con los que no lo tienen.

La invitación de Jesús es provocativa. Jesús no quiere que caigamos en la tentación de vivir un cristianismo light, como tantas cosas que se llevan ahora.  O somos o no somos cristianos.