lunes, 10 de julio de 2023

 

XV DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)


La liturgia de este domingo nos invita a tomar conciencia de la importancia de la Palabra de Dios en nuestra vida.

La 1ª lectura del profeta Isaías nos dice que la Palabra de Dios es, verdaderamente, fecunda y creadora de vida.  Nos da esperanza, nos indica el camino que debemos recorrer y nos anima a transformar este mundo.

En tiempo de sequía pedimos que llegue la lluvia porque el agua es imprescindible para que haya vida en la tierra.  La Palabra de Dios es como la lluvia, es decir, tiene que producir frutos en nosotros y en nuestro mundo.

La Palabra de Dios nos da esperanza, nos indica el camino que debemos recorrer y nos anima para que transformemos nuestro mundo según los proyectos de Dios y nos lancemos a un compromiso por transformar y renovar el mundo y las injusticias.  Sólo cambiaremos las situaciones injustas cuando nos dejemos guiar por la Palabra de Dios y la pongamos en práctica.

La 2ª lectura de san Pablo a los Romanos nos dice que la creación entera está gimiendo con dolores de parto.

Hoy día hay una mayor preocupación por la forma en que utilizamos el mundo que Dios creó y nos entregó.  El hombre de hoy se ha dado cuenta que el mundo no es para ser explotado, violentado, utilizado de acuerdo con los criterios del egoísmo.  Pero no sólo debemos preocuparnos por el agotamiento de los recursos naturales del mundo, sino también por la fraternidad que debe unir al hombre y a las otras cosas creadas por Dios.  Sólo cuando tomemos conciencia de que todos somos hermanos en la existencia, podremos liberar a toda la creación del egoísmo y de la explotación en la que el hombre ha convertido este mundo.

El Evangelio de san Mateo nos has presentado la parábola del sembrador y la semilla como una invitación a reflexionar sobre la importancia y el significado de la Palabra de Dios en nuestra vida.

La Palabra para que dé fruto debe tener la oportunidad de germinar, necesita un espacio de acogida y calor para romper la vida que lleva dentro y hacerla crecer. ¿Damos esta oportunidad a la Palabra? ¿La guardamos en nuestro corazón acogiéndola y meditándola? Cristo mismo explica el sentido de su parábola.

¿Qué representa y qué son los diferentes terrenos en los cuales cae la Palabra de Dios, su semilla?

Hay varias clases de “tierra”. Tierra dura del camino, tierra de paso, tierra estéril. Nada mejor para describir nuestro mundo de la superficialidad, la inconstancia y las conveniencias. El hombre moderno nace de prisa, camina de prisa y muere de prisa, casi sin darse cuenta. No hay tiempo para nada. No hay tiempo para crecer, no hay tiempo para la familia porque está muy ocupado, no hay tiempo para los hijos, para los amigos.

Siempre está de prisa, de aquí para allá, llevando su superficialidad. Es cierto, gusta de los valores, del amor y de la Palabra, pero no los deja entrar en su corazón. Siempre está dejando para después las cosas importantes. Y también dejamos para después la Palabra de Dios, nos acercamos pero no la recibimos.

¿Seremos camino donde todo pasa y nada se queda? El dolor y las agresiones,  la inseguridad y la vida moderna nos han hecho duros e insensibles, con corazón de piedra. Pasamos junto a las personas como desconocidos, no sonreímos, no nos detenemos, no saludamos. Nos escabullimos rapido para no dar la oportunidad que entre al corazón.

Cada quien su mundo y cada quien sus problemas. El respeto al derecho ajeno es la paz es un principio que con frecuencia se convierte en indiferencia y egoísmo. No me meto con nadie y nadie se mete conmigo.

Y con Cristo y su Palabra nos pasa igual, lo saludamos pero no le permitimos que entre a nuestro corazón; lo escuchamos con agrado pero no queremos comprometernos ¿Tendremos el corazón tan endurecido que no permitimos entrar en él la Palabra de Dios?

Otro tipo de tierra son las espinas. La vida fácil es el ideal de muchos de nosotros: no al dolor, no al sufrimiento, no al esfuerzo, no a cualquier tipo de espina. Y los comerciantes bien que se aprovechan de esta sed de comodidad y nos ofrecen una felicidad basada en los bienes, en el placer y en el poder.

​Estas espinas ahogan el Evangelio. ¿Cuáles son las espinas que no me permiten dar el fruto que Cristo espera de mí? 

La Palabra de Dios debe fecundar nuestras vidas, darles sentido, hacerlas fértiles y producir mucho fruto.

La parábola del sembrador es una parábola de esperanza, de confianza y de compromiso. ¿A qué me compromete? ¿Cómo y cuando escucho la Palabra? ¿Qué frutos estoy dando?