V DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

Las lecturas de este domingo nos hablan del problema del mal y el dolor. Hoy, como ayer, no faltan las desgracias, los problemas, los sufrimientos y un sin fin de preocupaciones. Los cristianos tenemos la suerte de poder contar con la orientación de Jesús y con la ayuda de la oración.
La 1ª lectura, del libro de Job, nos presenta lo inútil que puede ser esa lucha diaria por vivir una vida vacía y llena de sufrimientos. Job representa a todas esas personas que sufren y no son felices.
Nos puede parecer que todo en la vida es dolor, trabajo, esfuerzo y esto se repite cada día. Trabajar, luchar, angustiarse, comer, dormir y volver a hacer lo mismo al día siguiente. ¿Qué sentido tiene nuestra vida?
Dice con angustia Job: “Corren mis días más que la lanzadera,
se van consumiendo faltos de esperanza… Mi vida es un soplo”. En esta palabras se perciben el aburrimiento y la frustración que muchas personas viven tratando de buscar la felicidad y viviendo una vida sin sentido.
La vida nos ofrece placeres, éxitos y alegrías, y después sólo obtenemos fracasos, ansiedades y nuevos deseos de felicidad. ¿La vida del hombre no tendrá sentido? ¿Estamos condenados a vivir una espiral de aburrimiento y vacío? Si seguimos las propuestas de un mundo que pone su felicidad en el gozar y en la adquisición de bienes, seguramente nos encontraremos al final de la vida decepcionados, porque ahí no encontraremos la verdadera felicidad.
Sin Dios, la vida carece de sentido. Sólo con Dios podremos obtener sentido a nuestra vida y vivir una vida en plenitud.
La 2ª lectura de la 1ª carta de san Pablo a los Corintios, nos dice claramente que la obligación de todo cristiano es anunciar el Evangelio del Reino de Dios. El Señor elige a personas diversas para la propagación del Evangelio: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio…”,
Ante lo que dice hoy San Pablo, tenemos que pensar que el proclamar la Palabra de Dios por todos nosotros, los cristianos, no es un “capricho” sino un deber (generalmente nada cómodo ni remunerado) que brota del compromiso de nuestra fe.
Ahora bien, Dios es amor, por lo cual, Dios no puede constituirse en motivo de pelea, división o guerra. No puede imponerse la fe en Dios por la violencia, sea ésta física o moral. Dios no nos hace buenos a la fuerza, Dios desea que seamos buenos, pero no a la fuerza. ¿Somos así nosotros con nuestra fe?
El Evangelio de san Marcos nos relata hoy un típico día en la vida de Jesús.
Cuando le dicen que la suegra de Simón está con fiebre, “Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó”. Hay aquí tres verbos de gran importancia para nuestra vida: “acercarse”, “tomar de la mano” y “levantarla”
“Acercarse”. Vivimos amontonados, pero unos lejos de otros. La distancia con el otro no se mide en metros o kilómetros. La distancia con el otro se mide con el corazón. Estamos cerca cuando nuestro corazón se acerca a los demás. Jesús se acercó a la suegra de Pedro que estaba enferma. Acercarnos a los que están bien es fácil. Pero lo importante para el cristiano es acercarse al que sufren, al que está solo, al que está enfermo. No podemos esperar que el que está mal nos busque, sino que debemos ser nosotros los que busquemos a los que sufren.
“La tomó de la mano” Las manos no son para llevarlas en el bolsillo. Las manos son para ofrecérselas a los demás y para tomar la mano de los demás. Cuando nos saludamos, solemos tomarnos de la mano como señal de amistad. Tomar la mano a alguien, ya es acortar las distancias entre los dos. Tomar la mano a alguien, es abrir la puerta del corazón e invitar al otro a entrar; tomar la mano a alguien, es decirle que tú eres importante para mí.
Hay una frase que dice: “cristiano es el que da la mano. El que no da la mano, ése no es cristiano, y poco importa lo que pueda hacer con esa mano libre”.
“Y la levantó” Debemos tener nuestras manos libres para levantar al que se ha caído; para levantar al pecador de su pecado; al débil para que pueda ponerse de pie; al que te ha ofendido, para que sienta tu perdón y se levante; al que te hirió, para expresarle que no estás enfadado, y se levante; al que te pide ayuda, para que te sienta hermano, y se levante.
Hoy Jesús nos invita a actuar con los demás como Él lo hizo y a que en medio de tantas ocupaciones y actividades nos preguntemos cuáles son importantes y ver si no estamos viviendo horas muertas, horas de aburrimiento diariamente, pudiendo acercarnos, tomando de la mano y levantando a tantos hermanos nuestros que se encuentran tirados por los caminos de la vida.