JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (CICLO B)

Con esta fiesta de Jesucristo Rey del Universo terminamos el presente Año Litúrgico, para comenzar el próximo domingo con el Adviento, en preparación para la Navidad, un nuevo año litúrgico. La fiesta de hoy es como un resumen del año, un resumen de todo lo que hemos celebrado y vivido los cristianos durante todo el año.
Pilato le pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Efectivamente Jesús es rey, pero no como los reyes de este mundo. La realeza de Jesús es de otra forma, al tal grado que aunque es condenado y golpeado, sigue siendo el verdadero rey frente al poder de Pilato.
Pero, ¿Qué ha hecho el rey llamado Jesús, para ser condenado? Jesús no ha hecho nada malo. Pero, para nosotros los hombres, existe una persona todavía más intolerable que la que hace el mal, y esa persona es la que quiere enseñarnos a hacer el bien. No terminamos de aceptar plenamente a una persona que quiere enseñarnos los defectos de lo que nosotros llamamos bien.
¿Cómo es la realeza de Jesús? Al contrario de los gobernantes y reyes de la tierra, Jesús no ejerce su soberanía sobre ningún territorio concreto. El reino de Dios no es de la tierra, sino de carne y espíritu: el reino de Dios es el corazón de los hombres que se dejan guiar por la fuerza viva del Espíritu de Dios; está en los hombres que como Jesús luchan porque en este mundo reine la verdad y la vida, la justicia, el amor y la paz. Todo el mundo, es el territorio de Jesús el Rey.
La relación de Cristo Rey y sus gobernados nada tiene que ver tampoco con lo que sucede con los gobernantes de la tierra. La relación de Cristo Rey con nosotros se establece por el amor: “Nadie tiene amor más grande por los amigos que aquel que da su vida por ellos… Ya no os llamo siervos… a vosotros os llamo amigos”
Para ser amigo de Jesús hay que cumplir con sus exigencias: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando” Pero lo que nos manda Jesús es cumplir con el mandamiento del amor: “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado”
Jesús le dice a Pilato: “Mi reino no es de este mundo”. Algunas personas, erróneamente han pensado como si Jesús estuviera diciendo que a Él no le interesa el bienestar de los necesitados y solamente le preocupara lo espiritual. Pero Jesús mismo continúa con su aclaración: “Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”. Es decir, no actuará al estilo de este mundo que se rige por la fuerza y la violencia.
Jesús no ha venido a dominar ni a infundir terror, sino a servir a la verdad y a la justicia. Jesús no se desentiende de lo que le pasa a este mundo o nos pase a nosotros. Muy al contrario, Jesús se empeña apasionadamente por la justicia y quiso cambiar el mundo.
Jesús, se declara también testigo de la verdad. Queremos que Cristo reine y libere a este mundo nuestro de tantos enemigos que se empeñan en destruir la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz. Queremos que todos los pueblos y naciones respeten la verdad, esa verdad de la que Cristo se declara rey y testigo.
Los cristianos debemos ser seguidores de Cristo, continuadores de su mensaje, por eso debemos defender la verdad por encima de todas las conveniencias y mentiras, de las apariencias y las medias verdades. No queremos una verdad chapucera y acomodaticia, hecha a la medida de nuestros intereses políticos y económicos; queremos la verdad de Cristo, la verdad que Cristo predicó en su evangelio, la verdad del amor y del servicio, de la vida, de la justicia y de la paz.
Quizás quienes nos decimos sus discípulos en este día mientras aclamamos y proclamamos: “Viva, Cristo Rey” tendremos que mirar a nuestro interior para ver si estamos buscando los valores del reino y vivimos en coherencia con lo que proclama y vive Jesús.
No podremos decirnos sus seguidores mientras exista en medio de nosotros las desigualdades, la mentira, la corrupción, el servilismo y la prepotencia. La miseria, el hambre, las desigualdades, las discriminaciones, contradicen el Reino de Jesús. El verdadero discípulo, al igual que Jesús, dejará enternecer su corazón, se unirá al que vive en el dolor y se comprometerá en serio en la construcción de un “reino mejor”. La oración, la mirada atenta a las necesidades y el servicio fraternal, serán las señales de un discípulo de este Rey que quiere construir su reinado de justicia y de paz. ¿Qué estamos haciendo? ¿A qué nos compromete nuestro seguimiento de Cristo Rey?
Hoy es un día especial para que renovemos nuestra adhesión al Señor, diciéndole que lo aceptamos como Rey y Señor de nuestras vidas, que queremos caminar un año más con Él, de su mano, con confianza de que Él nos protege, nos cuida y nos guía por el camino que conduce al Padre.