martes, 24 de octubre de 2017


TODOS LOS FIELES DIFUNTOS  (CICLO A)

Estamos celebrando el día de los difuntos.  Un día en el que se nos invita a recordar a nuestros seres queridos que ya han muerto.  El día de hoy es un día especial para pedir a Dios por nuestros difuntos.  Es un día especial para que caigamos en la cuenta que todos somos seres mortales, que todos, un día moriremos.  Porque muchas veces vivimos como si no fuésemos a morir nunca.

Las personas que piensan que después de la muerte no hay nada son aquellos que dicen: “comamos y bebamos que mañana moriremos”, la vida no es para eso, la vida es para amar, porque el tiempo se acaba y sabemos que después de esta vida viene la vida eterna.

En este día de los fieles difuntos se nos presenta la realidad de la muerte.  Todos tenemos la dura experiencia de haber perdido a familiares y amigos nuestros.  A veces, después de largas y penosas enfermedades; otras veces, de manera repentina; en ocasiones, víctimas de la delincuencia.  Ante la muerte hay diferentes maneras de reaccionar: unos la viven apasionadamente, otros más calmados, otros más religiosamente.  Pero lo que sí es un hecho es que todos nos resistimos a morir.  No queremos morir.

Ninguna persona quiere morir, porque la muerte termina con todos nuestros proyectos, pone fin a todos nuestros esfuerzos; es el final de nuestra vida, la perdida definitiva de cuanto buscamos y queremos.

Sin embargo, la Iglesia no considera la muerte como una desgracia ni como un castigo.  La muerte forma parte de la vida y es el paso necesario para llegar hasta Dios, la muerte es necesaria para el encuentro definitivo con Dios.
 
Hoy es, para nosotros un día de recuerdo, de fe en la resurrección, de comunión fraterna con nuestros difuntos, de oración por ellos, y de esperanza en el reencuentro.

Es día de recuerdo.  Y es bueno que, este recuerdo de nuestros difuntos se haga visible en la visita al cementerio donde descansan nuestros seres queridos.  Pero como cristianos no solamente hemos de recordar a nuestros seres queridos, sino hemos de tener presentes a todos los que han muerto, conocidos o no.  A todos los queremos tener presentes en esta Eucaristía.  Aunque de una manera especial queremos recordar a nuestros familiares y amigos que ya han dejado esta vida.

Hoy es, también, un día en el cual renovamos nuestra fe en la resurrección del Señor y en la de todos los difuntos.  Creemos, como nos ha dicho la Palabra de Dios que todos los que han muerto con Cristo también resucitarán con Él.

Porque creemos en la resurrección de los muertos, porque creemos en la vida más allá de la muerte, sabemos que estamos en comunión con nuestros difuntos, nos sentimos solidarios con ellos, tal y como decimos en la plegaria IV de la misa: “nos sentimos no sólo unidos a los que murieron en la paz de Cristo, sino también en aquellos cuya fe sólo tú conociste”

Hoy es también un día de oración.  En cada Eucaristía la iglesia hace memoria de los difuntos, pero hoy lo hace de una manera especial.  Hoy ofrecemos la eucaristía y nuestras oraciones en sufragio de los que han muerto a fin de que Dios los purifique y los acoja en su casa de paz y de felicidad plena.  Nuestra oración de hoy se suma a la de toda la Iglesia que se une para pedir por el eterno descanso de nuestros seres queridos.

Por es, hoy es también un día de esperanza.  Sabemos que, después de pasar también nosotros por la puerta misteriosa de la muerte, podremos reencontrarnos con nuestros seres amados y con la multitud inmensa de hermanos que disfrutan de la victoria de Jesucristo sobre el mal y sobre la muerte.  El Señor ha sufrido la muerte para abrirnos la puerta de la Vida para siempre.  Por eso tenemos que vivir con esperanza, porque sabemos que un día nos reencontraremos con nuestros difuntos y podremos ver el rostro del Señor y podremos disfrutar personalmente del abrazo eterno de Dios nuestro Padre en el gozo del Espíritu Santo.

Como cristianos, que creemos en la resurrección, hemos de dar testimonio de que la vida no se acaba con la muerte; tenemos que ser anunciadores de la esperanza de vida eterna que hay en nosotros gracia a la fe en Cristo muerto y resucitado.  El cristiano ve la muerte y cree en la vida, porque sabe que la muerte, desde que un día Jesús murió en la cruz por amor hacia todo el mundo, no es el final, es el paso a la vida plena que Dios quiere para toda la humanidad.

Recordar, pues, en este día a los fieles difuntos, no es una ocasión para la tristeza, sino para dar gracia a Dios por ellos, para pedirle a Dios nuestro Padre que interceda por nosotros y para que la vida que ellos ya viven junto a Dios, la podamos alcanzar también nosotros un día y estar eternamente con ellos y con Dios para siempre en el cielo.

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