TODOS LOS FIELES
DIFUNTOS (CICLO A)
Estamos celebrando el
día de los difuntos. Un día en el que se
nos invita a recordar a nuestros seres
queridos que ya han muerto. El día
de hoy es un día especial para pedir a Dios por nuestros difuntos. Es un día especial para que caigamos en la
cuenta que todos somos seres mortales,
que todos, un día moriremos. Porque
muchas veces vivimos como si no fuésemos a morir nunca.
Las personas que
piensan que después de la muerte no hay nada son aquellos que dicen: “comamos y bebamos que mañana moriremos”,
la vida no es para eso, la vida es para
amar, porque el tiempo se acaba y sabemos que después de esta vida viene la
vida eterna.
En este día de los
fieles difuntos se nos presenta la realidad de la muerte. Todos tenemos la dura experiencia de haber
perdido a familiares y amigos nuestros.
A veces, después de largas y penosas enfermedades; otras veces, de
manera repentina; en ocasiones, víctimas de la delincuencia. Ante la muerte hay diferentes maneras de
reaccionar: unos la viven
apasionadamente, otros más calmados, otros más religiosamente. Pero lo que sí es un hecho es que todos nos resistimos a morir. No queremos morir.
Ninguna persona quiere
morir, porque la muerte termina con todos nuestros proyectos, pone fin a todos
nuestros esfuerzos; es el final de nuestra vida, la perdida definitiva de
cuanto buscamos y queremos.
Sin embargo, la Iglesia
no considera la muerte como una desgracia ni como un castigo. La
muerte forma parte de la vida y es el paso necesario para llegar hasta Dios,
la muerte es necesaria para el encuentro definitivo con Dios.
Hoy es, para nosotros
un día de recuerdo, de fe en la resurrección, de comunión fraterna con nuestros
difuntos, de oración por ellos, y de esperanza en el reencuentro.
Es día de recuerdo. Y es bueno que, este recuerdo de nuestros
difuntos se haga visible en la visita al cementerio donde descansan nuestros
seres queridos. Pero como cristianos no
solamente hemos de recordar a nuestros seres queridos, sino hemos de tener
presentes a todos los que han muerto, conocidos o no. A todos los queremos tener presentes en esta
Eucaristía. Aunque de una manera
especial queremos recordar a nuestros familiares y amigos que ya han dejado
esta vida.
Hoy es, también, un día
en el cual renovamos nuestra fe en la
resurrección del Señor y en la de todos los difuntos. Creemos, como nos ha dicho la Palabra de Dios
que todos los que han muerto con Cristo también resucitarán con Él.
Porque creemos en la
resurrección de los muertos, porque creemos en la vida más allá de la muerte,
sabemos que estamos en comunión con
nuestros difuntos, nos sentimos solidarios con ellos, tal y como decimos en
la plegaria IV de la misa: “nos sentimos
no sólo unidos a los que murieron en la paz de Cristo, sino también en aquellos
cuya fe sólo tú conociste”
Hoy es también un día
de oración. En cada Eucaristía la iglesia hace memoria de
los difuntos, pero hoy lo hace de una manera especial. Hoy ofrecemos la eucaristía y nuestras
oraciones en sufragio de los que han muerto a fin de que Dios los purifique y
los acoja en su casa de paz y de felicidad plena. Nuestra oración de hoy se suma a la de toda
la Iglesia que se une para pedir por el eterno descanso de nuestros seres
queridos.
Por es, hoy es también un día de esperanza. Sabemos que, después de pasar también
nosotros por la puerta misteriosa de la muerte, podremos reencontrarnos con
nuestros seres amados y con la multitud inmensa de hermanos que disfrutan de la
victoria de Jesucristo sobre el mal y sobre la muerte. El Señor ha sufrido la muerte para abrirnos
la puerta de la Vida para siempre. Por
eso tenemos que vivir con esperanza, porque sabemos que un día nos reencontraremos con nuestros difuntos y
podremos ver el rostro del Señor y podremos disfrutar personalmente del
abrazo eterno de Dios nuestro Padre en el gozo del Espíritu Santo.
Como cristianos, que
creemos en la resurrección, hemos de dar
testimonio de que la vida no se acaba con la muerte; tenemos que ser
anunciadores de la esperanza de vida eterna que hay en nosotros gracia a la fe
en Cristo muerto y resucitado. El
cristiano ve la muerte y cree en la vida, porque sabe que la muerte, desde que
un día Jesús murió en la cruz por amor hacia todo el mundo, no es el final, es
el paso a la vida plena que Dios quiere para toda la humanidad.
Recordar, pues, en este
día a los fieles difuntos, no es una ocasión para la tristeza, sino para dar gracia a Dios por ellos, para
pedirle a Dios nuestro Padre que interceda por nosotros y para que la vida que
ellos ya viven junto a Dios, la podamos alcanzar también nosotros un día y
estar eternamente con ellos y con Dios para siempre en el cielo.
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