IV DOMINGO DE ADVIENTO
Hemos llegado al cuarto
y último domingo de Adviento. Durante
todo este tiempo hemos intentado prepararnos para encontrarnos con el
Señor. Hoy María nos da la última
lección. Ella nos enseña a confiar en
Dios, a amar a Dios y a recibir a Dios en nuestra vida.
La 1ª lectura, tomada
del segundo libro de Samuel, nos decía cómo el rey David quería construirle
a Dios una casa. La casa que Dios
quiere es vivir en nuestro corazón, hacerse presente en nuestra vida.
Dios se preocupa
siempre de nosotros y siempre está viendo la manera de derramar su
amor y su bondad sobre nosotros, pero hay que dejarle a Él un lugar en
nuestro corazón. Dios está presente en la historia humana y viene
continuamente al encuentro de los hombres para ofrecernos paz y justicia y para
mostrarnos el camino hacia la verdadera vida, hacia la verdadera libertad,
hacia la verdadera salvación.
Si es Dios quien dirige
la historia humana, no tenemos razón para temer el futuro del mundo. Los
hombres pueden inventar la muerte, la violencia, la injusticia, la opresión, la
explotación, el imperialismo; pero Dios sabrá conducir la historia de los
hombres y del mundo a buen puerto, de acuerdo con su proyecto de amor y de
salvación.
Esta certeza debe
llevarnos a enfrentar la historia humana con optimismo, con esperanza y con
confianza, aunque parezca que las fuerzas de la muerte controlan nuestra
historia y dirigen nuestras vidas.
Es necesario, en estos
días previos a la Navidad que tomemos conciencia de que las promesas que
Dios hace se cumplen. Por ello Dios
envió a Jesús para mostrarnos el camino hacia el reino de la justicia, de la
paz, del amor y de la felicidad sin fin.
¿Qué acogida encuentra
Cristo en nuestro corazón y en nuestra vida? ¿Estamos disponible para que Dios, a través
de nosotros, pueda continuar ofreciendo la salvación a nuestros hermanos,
particularmente a los pobres, a los humildes, a los marginados, a los excluidos
del mundo?
La 2ª lectura, de San
Pablo a los romanos, vuelve a reiterar el mensaje de la primera: Dios
tiene un plan de salvación que ofrecer a los hombres.
Dios se preocupa por
nosotros y Dios nos ama, y ese amor no es un amor pasajero, sino que
forma parte del ser de Dios y está siempre en la mente de Dios amarnos a todos
sus hijos. Por ello no olvidemos esto: no somos seres abandonados a nuestra suerte,
perdidos y a la deriva en un universo sin fin; sino que somos seres amados
de Dios, personas únicas e irrepetibles que Dios conduce con amor a lo largo
del camino de la historia y Dios tiene un proyecto eterno de vida plena, de
fidelidad total, de salvación.
Prepararnos para la
Navidad significa preparar nuestro corazón para acoger a Jesús, para aceptar
sus valores, para comprender su manera de vivir, para adherirse al proyecto de
salvación que, a través de Él, Dios Padre nos propone.
En este domingo que
precede a la Navidad, el evangelio de san Lucas, nos ha presentado la figura de
María. La historia de María muestra cómo fue posible
que Jesús naciera en el mundo: a través de un “sí”
incondicional a los proyectos de Dios. Es necesario que, a través de
nuestros “síes”, a través de nuestra disponibilidad y entrega, Jesús
pueda venir al mundo, y ofrecer a nuestros hermanos, particularmente a los pobres,
a los humildes, a los infelices, a los marginados, la salvación y la vida de
Dios.
Alégrate. Es lo
primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también
nosotros. “Alégrate”: ésa es la primera palabra de Dios a toda
criatura. Sin alegría la vida se hace más difícil y dura.
El Señor está contigo. Dios nos
acompaña, nos defiende y quiere siempre nuestro bien. Podemos quejarnos de
muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos porque no es
verdad. Dentro de cada uno, en lo más hondo de nuestro ser está Dios nuestro
Salvador.
No temas. Son muchos
los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al futuro, a la
enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir, sentirnos solos, no ser amados.
Podemos sentir miedo a nuestras contradicciones e incoherencias. El miedo es
malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide
caminar. Lo que necesitamos es confianza, seguridad, luz.
Llega la Navidad. Preparémonos
para vivir esta Navidad, purificando nuestro corazón de todo egoísmo, del
consumismo que nos vacía, del odio que nos impide amar o de la indiferencia que
nos imposibilita para actuar. ¡Dios está con nosotros! Esta es nuestra
Buena Noticia. Recibámoslo con un corazón generoso como María lo supo hacer en
la humildad de su persona.
MONICION DE ENTRADA:
Sean
bienvenidos a esta celebración del domingo que nos prepara para la
Navidad. Con todos los hombres y mujeres
que a lo largo de siglos esperaron la llegada del Mesías, con Isaías, con Juan
Bautista y con María, la jovencita de Nazaret que esperaba gozosamente el
nacimiento de su hijo, nosotros también esperamos hoy la gran fiesta que se
acerca. Dios viene a nosotros. Y nos disponemos a recibirlo, y queremos que
su venida transforme nuestras vidas.
MONICION A LA PRIMERA LECTURA:
Los
proyectos devotos son buenos, siempre que los hombres tengan presente que es
Dios quien les propone cómo honrarlos para agradarle. El rey David pretende construir un santuario;
pero Dios se le adelanta prometiéndole una dinastía.
MONICION A LA SEGUNDA LECTURA:
La
revelación de la salvación de Dios ha ocurrido lentamente. No obstante, ahora, en la plenitud de los
tiempos, Dios la ha hecho pública a los seguidores de Jesús como verdad por
asimilar y noticia que comunicar a todos los hombres.
ANTES DEL
ALELUYA:
El Antiguo Testamento puede
resumirse en noticia continua del Mesías que viene. El anuncio del ángel a María resume y explica
todo anuncio anterior: Dios se hace
hombre para que el hombre sea salvado en y desde su realidad humana.
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