martes, 19 de diciembre de 2017


IV DOMINGO DE ADVIENTO

Hemos llegado al cuarto y último domingo de Adviento.  Durante todo este tiempo hemos intentado prepararnos para encontrarnos con el Señor.  Hoy María nos da la última lección.  Ella nos enseña a confiar en Dios, a amar a Dios y a recibir a Dios en nuestra vida.

La 1ª lectura, tomada del segundo libro de Samuel, nos decía cómo el rey David quería construirle a Dios una casa.  La casa que Dios quiere es vivir en nuestro corazón, hacerse presente en nuestra vida.

Dios se preocupa siempre de nosotros y siempre está viendo la manera de derramar su amor y su bondad sobre nosotros, pero hay que dejarle a Él un lugar en nuestro corazón. Dios está presente en la historia humana y viene continuamente al encuentro de los hombres para ofrecernos paz y justicia y para mostrarnos el camino hacia la verdadera vida, hacia la verdadera libertad, hacia la verdadera salvación.

Si es Dios quien dirige la historia humana, no tenemos razón para temer el futuro del mundo. Los hombres pueden inventar la muerte, la violencia, la injusticia, la opresión, la explotación, el imperialismo; pero Dios sabrá conducir la historia de los hombres y del mundo a buen puerto, de acuerdo con su proyecto de amor y de salvación.

Esta certeza debe llevarnos a enfrentar la historia humana con optimismo, con esperanza y con confianza, aunque parezca que las fuerzas de la muerte controlan nuestra historia y dirigen nuestras vidas.

Es necesario, en estos días previos a la Navidad que tomemos conciencia de que las promesas que Dios hace se cumplen.  Por ello Dios envió a Jesús para mostrarnos el camino hacia el reino de la justicia, de la paz, del amor y de la felicidad sin fin.

¿Qué acogida encuentra Cristo en nuestro corazón y en nuestra vida?  ¿Estamos disponible para que Dios, a través de nosotros, pueda continuar ofreciendo la salvación a nuestros hermanos, particularmente a los pobres, a los humildes, a los marginados, a los excluidos del mundo?

La 2ª lectura, de San Pablo a los romanos, vuelve a reiterar el mensaje de la primera: Dios tiene un plan de salvación que ofrecer a los hombres.

Dios se preocupa por nosotros y Dios nos ama, y ese amor no es un amor pasajero, sino que forma parte del ser de Dios y está siempre en la mente de Dios amarnos a todos sus hijos.  Por ello no olvidemos esto: no  somos seres abandonados a nuestra suerte, perdidos y a la deriva en un universo sin fin; sino que somos seres amados de Dios, personas únicas e irrepetibles que Dios conduce con amor a lo largo del camino de la historia y Dios tiene un proyecto eterno de vida plena, de fidelidad total, de salvación.

Prepararnos para la Navidad significa preparar nuestro corazón para acoger a Jesús, para aceptar sus valores, para comprender su manera de vivir, para adherirse al proyecto de salvación que, a través de Él, Dios Padre nos propone.

 

En este domingo que precede a la Navidad, el evangelio de san Lucas, nos ha presentado la figura de María.  La historia de María muestra cómo fue posible que Jesús naciera en el mundo: a través de un “sí” incondicional a los proyectos de Dios. Es necesario que, a través de nuestros “síes”, a través de nuestra disponibilidad y entrega, Jesús pueda venir al mundo, y ofrecer a nuestros hermanos, particularmente a los pobres, a los humildes, a los infelices, a los marginados, la salvación y la vida de Dios.

Alégrate. Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también nosotros. “Alégrate”: ésa es la primera palabra de Dios a toda criatura. Sin alegría la vida se hace más difícil y dura.

El Señor está contigo. Dios nos acompaña, nos defiende y quiere siempre nuestro bien. Podemos quejarnos de muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos porque no es verdad. Dentro de cada uno, en lo más hondo de nuestro ser está Dios nuestro Salvador.

No temas. Son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir, sentirnos solos, no ser amados. Podemos sentir miedo a nuestras contradicciones e incoherencias. El miedo es malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar. Lo que necesitamos es confianza, seguridad, luz.

Llega la Navidad. Preparémonos para vivir esta Navidad, purificando nuestro corazón de todo egoísmo, del consumismo que nos vacía, del odio que nos impide amar o de la indiferencia que nos imposibilita para actuar. ¡Dios está con nosotros! Esta es nuestra Buena Noticia. Recibámoslo con un corazón generoso como María lo supo hacer en la humildad de su persona.

 
 
MONICION DE ENTRADA:

Sean bienvenidos a esta celebración del domingo que nos prepara para la Navidad.  Con todos los hombres y mujeres que a lo largo de siglos esperaron la llegada del Mesías, con Isaías, con Juan Bautista y con María, la jovencita de Nazaret que esperaba gozosamente el nacimiento de su hijo, nosotros también esperamos hoy la gran fiesta que se acerca.  Dios viene a nosotros.  Y nos disponemos a recibirlo, y queremos que su venida transforme nuestras vidas.

MONICION A LA PRIMERA LECTURA:

Los proyectos devotos son buenos, siempre que los hombres tengan presente que es Dios quien les propone cómo honrarlos para agradarle.  El rey David pretende construir un santuario; pero Dios se le adelanta prometiéndole una dinastía.

MONICION A LA SEGUNDA LECTURA:

La revelación de la salvación de Dios ha ocurrido lentamente.  No obstante, ahora, en la plenitud de los tiempos, Dios la ha hecho pública a los seguidores de Jesús como verdad por asimilar y noticia que comunicar a todos los hombres.

ANTES DEL ALELUYA:


 El Antiguo Testamento puede resumirse en noticia continua del Mesías que viene.  El anuncio del ángel a María resume y explica todo anuncio anterior: Dios se hace hombre para que el hombre sea salvado en y desde su realidad humana.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario