sábado, 6 de enero de 2018

HOMILIAS DIARIAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO

martes, 2 de enero de 2018


LA EPIFANIA DEL SEÑOR (CICLO B)
Hoy celebramos la Epifanía del Señor.  La palabra epifanía significa “manifestación”.  Hoy, por lo tanto, celebramos la manifestación de Jesús a todos los hombres, a todos los pueblos.  Esta fiesta nos recuerda que la salvación de Dios es universal.  Dios se ha hecho hombre para librar del pecado a todos los seres humanos.
La 1ª lectura, del profeta Isaías, nos muestra la preocupación de Dios con la vida y la felicidad de todos los seres humanos que Él ha creado.  Dios nunca nos abandona, siempre está ahí, presente en nuestra vida, acompañándonos en nuestro caminar y ofreciéndonos la vida definitiva, por ello podemos ir por la vida con la cabeza levantada y con esperanza porque podemos confiar en el amor infinito de Dios y en su voluntad de salvarnos y liberarnos.  Pero para ello hemos de aceptar a Cristo, hemos de reconocer en Él esa luz que nos libera de las tinieblas del egoísmo, del orgullo y del pecado.
La 2ª lectura, de San Pablo a los Efesios, nos habla de cómo Dios tiene un proyecto universal de salvación.  En la Iglesia, todos: pobres y ricos, hombres y mujeres, inteligentes o no somos beneficiarios de la acción salvadora y liberadora de Dios.  Todos somos hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.  Esto implica el amor sin límite, el compartir, la solidaridad con todos los que compartimos esta gran casa que es el mundo.
El Evangelio de san Mateo nos presentaba la adoración de los Magos al niño Jesús.
Veamos las diferentes actitudes de los distintos personajes y hechos que nos presenta el Evangelio: la Estrella, los “Magos”, Herodes, los sacerdotes y escribas.  Ante Jesús, el libertador enviado por Dios, estos personajes asumen actitudes diversas, que van desde la adoración (los “Magos”), hasta el rechazo total (Herodes), pasando por la indiferencia (los escribas) ¿Con cuál grupo nos identificamos nosotros?
La estrella simboliza el camino de la humanidad que busca a Dios, que desea su luz.  Es un símbolo muy apropiado para nosotros hoy.  Nuestro mundo está cada día más sumergido en el materialismo, más encerrado en sí mismo.  Nuestro mundo vive alejado de Dios, por eso es necesario que haya una estrella encendida para que aquellos que están en actitud de búsqueda la puedan seguir. 
Acoger la luz de la estrella de la Epifanía es disponernos a dejarnos iluminar por Dios para formar una sola familia que seamos hijos de la luz, de la paz, de la justicia, del amor.  Todos los pueblos, razas, ideología y sistemas están llamados a gozar de esa luz verdadera y nosotros debemos ser esa estrella para el mundo.
La estrella nos recuerda que el hombre no está solo en el mundo sino que somos guiados por Dios.
En los Magos estamos representados todos los hombres, de todas las culturas, de todos los países y de todos los tiempos.  Son hombres preocupados, investigadores de la Verdad y del Bien, atentos a los signos de los tiempos.  Todo lo contrario de los cristianos flojos.  Los Magos descubren que Dios se va a manifestar y no quieren estar de espaldas a la luz de Dios.
El hombre no puede vivir sólo mirando su propio ombligo, satisfecho con una vida y una fe mediocre, con puras cosas materiales.  El hombre, como los Magos debe ser un buscador de Dios, un peregrino al encuentro de Dios.
¡Qué gran lección nos dan los Magos!  Nosotros queremos que Dios se someta a nuestros caprichos, a nuestras necesidades, que atienda nuestras súplicas, que solucione nuestros problemas, que venga a nuestro lado, que nos tienda su mano poderosa.  Queremos un Dios a nuestro servicio y antojo.  Pero, somos nosotros los que debemos ir hasta Dios, somos nosotros los que debemos trabajar por nuestra Iglesia, somos nosotros los que debemos buscar y adorar a Dios.
Como los Magos hemos de ir a encontrarnos con el niño Dios para ofrecerle nuestra ofrenda: oro como Rey, incienso como Dios y mirra como hombre.  Hemos de ofrecerle a Dios el oro de nuestra vida, renovada por la gracia, la mirra del sacrificio y de la valentía cristiana y el incienso del testimonio de nuestra fe y nuestro compromiso evangelizador.
El otro personaje del evangelio es Herodes.  Representa al hombre que no quiere estar en gracia, que no le interesa la Palabra de Dios, es el que confunde a los sencillo, el que hace tropezar a los hombres de buena voluntad, es el que quiere saber más que Dios, el que quiere usar la religión para su propio provecho. 
¿Por cuál estrella nos dejamos guiar nosotros en nuestra vida?  ¿A quién queremos parecernos? ¿A los Magos o a Herodes?
En esta eucaristía presentemos al Señor nuestras vidas como el mejor regalo que podemos ofrecerle, para que Él la transforme y nos haga testigos de su presencia en el mundo.

MONICIONES EPIFANIA DEL SEÑOR
MONICION DE ENTRADA:
Como los magos que vinieron de Oriente, nosotros hoy nos reunimos para presentar homenaje a Jesús.  Hagámoslo con la alegría propia de quien ha encontrado la Salvación.
Y sintámonos hermanos de todos los hombres y mujeres del mundo: la Noticia del Nacimiento del Mesías es para todos, y esto tiene que alegrarnos.
MONICION A LA PRIMERA LECTURA:
Dios es como la luz; y los creyentes, como rayos que lo comunican.  Isaías parte de esta imagen para hablar de los tiempos del Mesías: todos los hombres alabarán al Señor, vivirán en unidad y participarán en el mismo bien común.
MONICION A LA SEGUNDA LECTURA:
La revelación de Dios a la humanidad tiende a crear unidad y no división; a procurar cercanía, no discriminación; a unir en la misma fe, y no a multiplicar sectas.  Cuando los hombres lo acepten vivirán como las células de un mismo organismo.
ANTES DEL ALELUYA:
Con el relato sobre los magos, Mateo inquieta nuestra seguridad: no necesariamente el especialista en lo sacro está con Dios, sino quien lo descubre donde sea; quien lo busca de corazón, y no quien sabe donde está pero sin ir a Él.
Oración Universal: Que hoy, de una forma especial, nuestra oración a Dios sea universal.  Pidámosle la luz del evangelio para todos los hombres y mujeres del mundo.
Responderán diciendo: Te rogamos, óyenos.
 
-Padre, llena de esperanza, de alegría y de paz a tu Iglesia, extendida de Oriente a Occidente, convocada por la Palabra salvadora de tu Hijo.  Oremos.
-Ilumina con tu gracia, Dios nuestro, a los hombres y pueblos que no conocen la gran noticia del Evangelio de tu Hijo Jesús.  Oremos.
-Desciende tu bendición, Padre, sobre los niños del mundo entero, para que todos puedan crecer llenos de ilusión, con un espíritu limpio y confiado.  Oremos.
-Tú que eres la fuente de la vida, recibe en la claridad de tu reino eterno a todos los que han muerto.  Oremos.
-Y a nosotros, Padre, acompáñanos siempre y, tú que nos has dado a tu Hijo como niño, haz que seamos sencillos y pobres como El, para que así manifestemos su luz en nuestros ambientes.  Oremos.
-Por todos los escolares y estudiantes, para que tras la celebración de los misterios de la Natividad de tu Hijo, vuelvan a sus quehaceres con mayor dedicación y entusiasmo. Oremos
Escucha, Padre, nuestra oración.  Tú que has querido revelar tu amor a todos los pueblos, derrama sobre el mundo entero los dones de tu gracia.  Por Jesucristo, nuestro Señor.
 

EL BAUTISMO DEL SEÑOR.

Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor.  Con esta fiesta termina el tiempo de Navidad e iniciamos la primera parte del Tiempo Ordinario que durará hasta el miércoles de Ceniza que iniciaremos la Cuaresma.

El Señor se sometió voluntariamente a que Juan el Bautista lo bautizara.  Él no necesitaba ser bautizado.  Entonces, ¿por qué Jesús, hombre justo, sin pecado, quiso bautizarse?, ¿por qué quiso hacer caso a esta llamada a la conversión que Juan hacía? 

El Señor recibió el bautismo de Juan como un gesto de solidaridad con nosotros los pecadores.  Jesús no tiene pecado pero quiere estar entre los hombres de su tiempo y por eso se pone en la fila de los pecadores esperando turno para ser bautizado.  Con el bautismo, Jesús se hace cercano a nosotros y nos enseña a ser humildes. Sin embargo, lo que para Jesús no era necesario –ser bautizado- para nosotros sí lo es.  Para nosotros, es una obligación estar bautizados.

Hoy, al celebrar la fiesta del bautismo de Jesús, es un buen momento para recordar también nuestro bautismo.  Pero nuestro bautismo es distinto al bautismo que administraba Juan el Bautista que era un bautismo de conversión.  Era un bautismo para aquellos hombres y mujeres que querían purificarse, reorientar y comenzar una vida más digna; era para aquellos que querían hacer penitencia y volver al buen camino, para aquellos que querían poner en orden sus vidas.

Nosotros ahora, somos bautizados con el Espíritu Santo.  Esto hace una gran diferencia con el bautismo de Juan, puesto que ahora el agua no es sólo un signo de nuestro deseo de conversión sino que por la fuerza del Espíritu Santo se borra en nosotros el pecado original y todos los pecados y nos convertimos en verdaderos Hijos de Dios.

En este día, hemos de preguntarnos todos: ¿para qué he sido bautizado?  Para lo mismo que Jesús: para cumplir en nuestra vida la misión de testigos de Dios en medio de la sociedad.  Para luchar por la justicia, por la verdad, por los valores que Dios quiere hacer triunfar en la vida. Como Jesús, los bautizados tenemos que vivir en el mundo haciendo el bien y liberando del demonio y sus seducciones a nuestros semejantes, repartir alegría y amor, poner paz y entendimiento entre las gentes y los pueblos.

Ser bautizados significa, pues, no solamente haber recibido un sacramento cuando éramos niños, sino que supone el vivir como profetas, sacerdotes y reyes.  Por el bautismo nosotros somos incorporados a Cristo, a su Cuerpo Místico que es la Iglesia y hemos sido ungidos por el Espíritu Santo para continuar la misión de Jesús de ir al mundo entero y anunciar la Buena Noticia de la salvación para todos.

Nuestro compromiso bautismal, las promesas que en nuestro bautismo hicieron nuestros padres y padrinos, es un compromiso con Cristo. Tenemos que ser como Cristo, cristianos, de manera que con Pablo podamos también decir que Cristo vive en nosotros. Y, como Cristo, tenemos que hacer de nuestra vida una vida al servicio del mundo, sin limitaciones, ni escapismos.

Pero hoy, por muchos esfuerzos que hacemos en las charlas bautismales, son muchas las personas que no viven conforme a la gracia que recibieron en el bautismo ni buscan el sacramento para sus hijos pensando en dicha gracia.

Existen muchos bautizados que viven como si no fueran cristianos.  Se han quedado en la entrada y de ahí no han pasado.  No se interesan por conocer más a Dios, a quien dicen creer y a quien dice seguir.  No conocen su fe y por lo tanto no se esfuerzan en crecer y madurar esa fe.  Viven una religión de ritos externos; pensando que ser cristianos es simplemente no hacer lo que la religión nos prohíbe.  Muchas veces las prácticas religiosas se reducen a magia y supersticiones: asistir a misa en Navidad, año nuevo, miércoles de ceniza, o “cuando nos nace” y ya con eso es suficiente para todo el año.

Con mucha frecuencia se celebra el bautismo con mucha ligereza, por costumbre, por conveniencia social, un motivo más para hacer fiesta o por otras motivaciones de carácter mágico.  Cuantos papás hay también que dejan a sus niños muchísimo tiempo sin bautizar, sin hacerlos hijos de Dios. 

Tomemos, pues conciencia de la importancia del sacramento del bautismo, porque por el bautismo nos convertimos en Hijos de Dios, hermanos de Cristo, templos del Espíritu Santo y no olvidemos que el bautismo es la puerta necesaria para recibir los demás sacramentos.  No olvidemos que por el simple hecho de estar bautizados no nos convertimos en cristianos, seremos auténticos cristianos, en la medida que hagamos realidad en nuestra vida los compromisos adquiridos en el bautismo.

Pidamos a Dios en esta Eucaristía que el Espíritu que se nos dio en el bautismo nos de la fuerza necesaria para continuar con la misión de Jesús y gozar un día de su mismo destino.

 

MONICIONES EL BAUTISMO DEL SEÑOR

MONICION DE ENTRADA:

Con la celebración del Bautismo del Señor llegamos al término de los días de la Epifanía y de todo el tiempo de Navidad.  Jesús acude al Jordán con el peso de unos pecados que Él no ha cometido, pero que ha querido cargar sobre sus hombros: los de todos nosotros.  Cuando sale del agua, el Espíritu baja sobre El y el Padre lo proclama su Hijo amado.

Por el Bautismo todos nosotros hemos sido hechos hijos de Dios.  El se complace en nosotros.  Queremos corresponderle con amor y agradecimiento.  Por ello hoy nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía.

MONICION A LA PRIMERA LECTURA:

Isaías afirma que Dios quiere establecer una alianza con su pueblo.  Ésa no será una repetición de la antigua sino un compromiso nuevo y definitivo entre los creyentes y su Dios: ellos lo buscarán y abandonarán el mal; El les dará su perdón.

MONICION A LA SEGUNDA LECTURA:

Amar a Dios no significa olvidar la tierra.  Es: obedecer sus mandamientos; ocuparse de los hijos de Dios; y creer al triple testimonio de su Hijo: recibiendo su Espíritu, contemplándolo en su cruz y participando de su bautismo.

ANTES DEL ALELUYA:

El bautismo de Cristo en el río Jordán es modelo del cristiano: el Espíritu de Dios lo consagró; el Padre le mostró su complacencia; y Jesús asumió su papel de enviado.  Al cristiano toca seguir el mismo camino y responder del mismo modo.

Oración Universal: Por mediación de Jesucristo, el Hijo amado, dirijamos al Padre del cielo nuestras súplicas por toda la humanidad.

Responderán diciendo: Escúchanos, Padre.

 

-Por la Iglesia, para que fiel al mandato de su Señor, anuncie a todos los hombres el Evangelio de Cristo y los engendre a la vida nueva, vida por medio del Bautismo.  Oremos.

-Por todos los hombres, para que la paz y la justicia se afiancen sólidamente en todos los países del mundo.  Oremos.

-Por los necesitados y por quienes los asisten, para que su relación mutua los lleve a un enriquecimiento y maduración personal.  Oremos.

-Por nuestros hermanos difuntos, para que, habiendo muerto con Cristo al pecado por el Bautismo, resuciten con Él a la vida nueva.  Oremos.

-Por quienes participamos en esta Eucaristía, para que hagamos nuestras las actitudes de Jesús, como son: hacer el bien a todos, respetar a los débiles y a los humildes.  Oremos.

-Por todos los que después de bautizados han perdido la luz de la fe, para que encuentren en el fondo de su alma aquella semilla de Espíritu y se dejen guiar por ella.

Dios y Padre nuestro, escucha nuestras súplicas y haz que, quienes oramos por todos los hombres, avancemos siempre como hijos de la luz.  Por Cristo, nuestro Señor.