LA EPIFANIA DEL SEÑOR (CICLO B)
Hoy
celebramos la Epifanía del Señor.
La palabra epifanía significa “manifestación”. Hoy, por lo tanto, celebramos la
manifestación de Jesús a todos los hombres, a todos los pueblos. Esta fiesta nos recuerda que la salvación
de Dios es universal. Dios se ha hecho
hombre para librar del pecado a todos los seres humanos.
La 1ª
lectura, del profeta Isaías, nos muestra la preocupación de Dios con la vida y la felicidad de
todos los seres humanos que Él ha creado.
Dios nunca nos abandona, siempre está ahí, presente en nuestra vida,
acompañándonos en nuestro caminar y ofreciéndonos la vida definitiva, por ello
podemos ir por la vida con la cabeza levantada y con esperanza porque podemos
confiar en el amor infinito de Dios y en su voluntad de salvarnos y liberarnos. Pero para ello hemos de aceptar a Cristo,
hemos de reconocer en Él esa luz que nos libera de las tinieblas del egoísmo,
del orgullo y del pecado.
La 2ª
lectura, de San Pablo a los Efesios, nos habla de cómo Dios tiene un proyecto
universal de salvación. En la
Iglesia, todos: pobres y ricos, hombres y mujeres, inteligentes o no somos
beneficiarios de la acción salvadora y liberadora de Dios. Todos somos hijos de Dios y hermanos los unos
de los otros. Esto implica el amor sin
límite, el compartir, la solidaridad con todos los que compartimos esta gran
casa que es el mundo.
El
Evangelio de san Mateo nos presentaba la adoración de los Magos al niño Jesús.
Veamos las
diferentes actitudes de los distintos personajes y hechos que nos presenta
el Evangelio: la Estrella, los “Magos”, Herodes, los sacerdotes y escribas. Ante Jesús, el libertador enviado por Dios,
estos personajes asumen actitudes diversas, que van desde la adoración (los “Magos”),
hasta el rechazo total (Herodes), pasando por la indiferencia (los escribas)
¿Con cuál grupo nos identificamos nosotros?
La
estrella simboliza
el camino de la humanidad que busca a Dios, que desea su luz. Es un símbolo muy apropiado para nosotros
hoy. Nuestro mundo está cada día más sumergido
en el materialismo, más encerrado en sí mismo.
Nuestro mundo vive alejado de Dios, por eso es necesario que haya
una estrella encendida para que aquellos que están en actitud de búsqueda la
puedan seguir.
Acoger la
luz de la estrella de la Epifanía es disponernos a dejarnos iluminar por
Dios para formar una sola familia que seamos hijos de la luz, de la paz, de
la justicia, del amor. Todos los
pueblos, razas, ideología y sistemas están llamados a gozar de esa luz
verdadera y nosotros debemos ser esa estrella para el mundo.
La
estrella nos recuerda que el hombre no está solo en el mundo sino que somos
guiados por Dios.
En los
Magos estamos representados todos los hombres, de todas las culturas, de todos
los países y de todos los tiempos. Son hombres preocupados,
investigadores de la Verdad y del Bien, atentos a los signos de los
tiempos. Todo lo contrario de los
cristianos flojos. Los Magos descubren
que Dios se va a manifestar y no quieren estar de espaldas a la luz de Dios.
El
hombre no puede vivir sólo mirando su propio ombligo, satisfecho con una vida y
una fe mediocre, con puras cosas materiales. El
hombre, como los Magos debe ser un buscador de Dios, un peregrino al
encuentro de Dios.
¡Qué gran
lección nos dan los Magos! Nosotros queremos
que Dios se someta a nuestros caprichos, a nuestras necesidades, que atienda
nuestras súplicas, que solucione nuestros problemas, que venga a nuestro lado,
que nos tienda su mano poderosa. Queremos
un Dios a nuestro servicio y antojo.
Pero, somos nosotros los que debemos ir hasta Dios, somos
nosotros los que debemos trabajar por nuestra Iglesia, somos nosotros los que
debemos buscar y adorar a Dios.
Como los
Magos hemos de ir a encontrarnos con el niño Dios para ofrecerle nuestra
ofrenda: oro como Rey, incienso como Dios y mirra como
hombre. Hemos de ofrecerle a Dios el
oro de nuestra vida, renovada por la gracia, la mirra del sacrificio y
de la valentía cristiana y el incienso del testimonio de nuestra fe y nuestro
compromiso evangelizador.
El otro
personaje del evangelio es Herodes.
Representa al hombre que no quiere estar en gracia, que no le
interesa la Palabra de Dios, es el que confunde a los sencillo, el que hace
tropezar a los hombres de buena voluntad, es el que quiere saber más que Dios,
el que quiere usar la religión para su propio provecho.
¿Por cuál
estrella nos dejamos guiar nosotros en nuestra vida? ¿A quién queremos parecernos? ¿A los Magos o
a Herodes?
En esta
eucaristía presentemos al Señor nuestras vidas como el mejor regalo que podemos
ofrecerle, para que Él la transforme y nos haga testigos de su presencia en el
mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario