martes, 20 de febrero de 2018


II DOMINGO DE CUARESMA (CICLO B)

 
La liturgia de este segundo domingo de Cuaresma nos hace ver que la fe no es siempre un camino de rosas; conlleva renuncias y exigencias. Y muchas veces, esas renuncias nos tocan lo más querido, lo más sagrado para nosotros.
 
La 1ª lectura del libro del Génesis, nos presenta la figura de Abraham.  Para Abraham, Dios es el valor máximo, lo más importante. Para él lo más importante es cumplir los planes de Dios aunque lo que pida Dios pueda resultar exagerado.  A veces hemos pasado por situaciones difíciles en nuestra vida y por pruebas duras y quizás nos hemos preguntado ¿por qué me sucede esto a mí?  Incluso en esas pruebas, a lo mejor, hemos llegado a dudar de Dios, dudar de nuestra fe, de su amor, de su justicia.  Nos hemos preguntado ¿por qué permites esto?
 
Abraham es un buen ejemplo para nosotros ya que no entendía lo que Dios le estaba pidiendo, pero obedeció a Dios, no entendía pero tampoco cuestionaba a Dios.  Dios sabe lo que hace, Dios proveerá.  Y es que Dios exige y exige el máximo de nosotros.  Puede exigirlo porque Él siempre nos da el máximo.
 
Abraham nos enseña a confiar en Dios, incluso cuando todo parece caerse a nuestro alrededor y cuando los camino de Dios no los entendemos y no los comprendemos.  Cuando los sufrimientos nos llevan a la desesperación, es necesario seguir caminando con serenidad, confiando en Dios que es nuestra esperanza y que tiene un proyecto de vida para nosotros y para el mundo.
 
Lo que nos pasa a nosotros es que a diferencia de Abraham, en nuestra vida Dios no siempre ocupa el lugar central, el lugar más importante.  Con frecuencia, el dinero, el poder, la posición social, ocupan el lugar de Dios y estas cosas condicionan nuestros intereses, nuestras opciones, nuestros valores.  Como Abraham, hemos de hacer que toda nuestra vida gire y se construya sobre Dios.  Abraham es un buen ejemplo para nosotros en esta Cuaresma porque a veces, tenemos un fe débil y confiamos poco en Dios, para que le demos a Dios el lugar que se merece en nuestra vida.
 
La 2ª lectura, de San Pablo a los Romanos, nos recuerda cómo Dios nos ama con un amor inmenso y eterno.
 
Dios nos ama con un amor profundo, total, que nadie ni nada consigue apagar o eliminar.  Ese amor se manifiesta en Jesucristo que murió por nosotros.  Por eso, cuando pasemos por momentos de desilusión, de sentirnos solos, de sentirnos mal, cuando parece que todo el mundo está contra nosotros y que nadie nos entiende, no tengamos miedo, porque Dios nos ama.
 
Hemos de descubrir ese grande amor de Dios por nosotros para que tengamos el coraje y la valentía de enfrentar con serenidad y con el corazón lleno de paz esas situaciones difíciles de nuestra vida.  Como creyentes no tenemos que tener miedo de nada porque Dios nos ama y cuando seamos conscientes de este amor podremos enfrentar sin miedo la lucha por la paz y la justicia y luchar contra la opresión porque confiamos en que Dios nos ama y nos salva.
 
El Evangelio de San Marcos, nos ha presentado el episodio de la Transfiguración de Jesús.  Jesús se tiene que transfigurar ante sus discípulos porque éstos aunque han visto sus milagros no terminan de estar seguros quién es Jesús.
 
Nosotros también en nuestra vida de cristianos pasamos a menudo por momentos de dudas, de cansancio.  No aceptamos la misión de Jesús porque nos parece difícil o porque nos complica mucho la vida.
 
A veces también, estamos cansado de nuestra fe, desilusionados ante la cantidad de problemas sin resolver en nuestra vida.  Desconfiamos de todo y de todos ante el panorama de nuestro mundo lleno de injusticias y de violencia y ante el sufrimiento de tantos inocentes.  Queremos confiar en Jesús pero, a veces, nos cuesta tanto seguir a Jesús, nos cuesta tanto desprendernos de nuestras seguridades, de nuestra imagen, de nuestro poder, de nuestra seguridad económica.  Como a los discípulos nos cuesta aceptar que la cruz sea el camino para la gloria; nos cuesta dar sin medida, perdonar, ponernos al servicio de los demás.
 
La Transfiguración de Jesús nos dice que no nos desanimemos porque si seguimos a Dios no vamos a fracasar porque Él nos va a dar la vida definitiva, la felicidad sin fin.
 
Recuperemos pues la esperanza, el ánimo y la ilusión y para ello, es necesario que en este tiempo de Cuaresma escuchemos con mayor atención a Dios que nos habla y que nos invita a seguir a Jesús ahora, hoy y siempre hasta que descansemos en los brazos de Dios Padre.

 

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