martes, 6 de marzo de 2018


IV DOMINGO DE CUARESMA (CICLO B)
 

El cuarto domingo de Cuaresma es el domingo llamado “laetare”, es decir, de la alegría.  Las lecturas de este domingo nos presentan el motivo principal de esta alegría: El amor de Dios por nosotros.
 

La 1ª lectura, del segundo libro de las Crónicas, nos presenta a Dios como aquel que quiere ser nuestro amigo, pero Dios se queja porque muchas veces nos olvidamos de Él y lo traicionamos.  Lo peor que podemos hacer es olvidarnos de Dios, no acordarnos que Dios está detrás de nuestros éxitos; confiar sólo en nuestras propias fuerzas, darle la espalda al amor de Dios.
 

Si en nuestro mundo existe el mal es porque abandonamos a Dios; si existe corrupción e injusticias es porque abandonamos a Dios, nuestras infidelidades y nuestros pecados están llevando a este mundo a la ruina.
 

Todo el mal, la corrupción de tantas personas, tanto mal que hay en el mundo se puede evitar si dejamos de pecar.  Cuando nos olvidamos de Dios y le volteamos la espalda nos podemos convertir en verdaderos monstruos.  Entonces la vida se nos complica y se nos hace difícil porque pagamos las consecuencias de olvidarnos de Dios. 
 

Si estamos unidos a Dios, todo lo podemos en Él. Y lo que es más importante: vivimos y nos mantenemos en el amor.  Dios sigue preocupándose siempre por nosotros, aunque nosotros nos olvidemos de Él. Dios confía en nuestra fidelidad a Él, Dios confía en nosotros, Dios espera mucho de cada uno de nosotros.  Mantengámonos siempre fieles a Dios.
 

La 2ª lectura, de San Pablo a los Efesios, nos dice que el amor y la misericordia de Dios son muy grandes.
 

Dios es inmensamente rico en misericordia.  Esa es la gran riqueza de Dios, su infinito amor.  Nosotros, los hombres, medimos las riquezas con otra medida.  Normalmente ponemos por encima de todo al dinero.  Y decimos: “tanto tienes, tanto vales”.  Otras veces lo único que nos preocupa en esta vida es el prestigio ante los demás, el buen nombre, el aplauso, la fama.  Y hacemos lo que sea para conseguir estas cosas.  Pero Dios tiene una medida diferente.  Dios mide según el amor.  El verdadero amor nunca pasa de moda ni se acaba.  Por eso Dios nunca pasa de moda, es eterno, porque Dios es amor.  Y todo el que vive y muere por amor, participa de Dios y es verdaderamente rico, realmente feliz. 
 

En esta Cuaresma hemos de hacernos ricos, pero ricos en amar como Dios y dejarnos amar como Él nos ama.
 

El Evangelio de san Juan, nos presenta una plática de Jesús con Nicodemo y le dice: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea no perezca, son que tenga vida eterna”.
 

Esta es la Buena Nueva: Dios nos ama. A todos y a cada uno. Dios te quiere; no importa quien seas, ni cómo seas. Dios te quiere, aunque no lo merezcas. No lo merece nadie. Aunque nadie te quiera, aunque nadie perdone tu indignidad, tu carácter, tus fallas…. Dios te quiere, porque Él no nos quiere por nuestros méritos, sino por su entrañable misericordia. Y esta es la Buena Noticia, la mejor noticia: Dios te quiere hasta entregar a su hijo por ti. Mira a la Cruz verás hasta donde llega el amor de Dios por ti.
 

Dios te quiere. Estés soltero, casado, viudo, divorciado o lo que sea… Dios te quiere. Seas guapo, feo, desfigurado, discapacitado…; tanto si la vida te ha ido bien como si has tenido y tienes todos los problemas y fracasos del  mundo; si estás satisfecho de tu historia como si tienes la impresión de que todo lo tuyo ha sido un fracaso que ya no podrás cambiar, porque lo tuyo es causa perdida, Dios te quiere. Tanto si eres una persona respetable como si no lo eres. Dios te quiere. Tanto si estas seguro de tu fe como si estás lleno de dudas. Seas quien seas y como seas Dios te ama tanto que entregó a su propio Hijo para que, si crees en Él, tengas vida, y vida eterna.
 

Nosotros podríamos preguntarnos, pero, ¿así, sin más me ama Dios?  Sí, así nos ama Dios, nosotros lo que tenemos que hacer es con  toda humildad, abrirle la puerta de nuestra vida, para acoger su amor gratuito y acercarnos a Él para que su luz nos ilumine.
 

Nuestro mundo está lleno de luces, de estrellas que pretenden iluminarnos: las estrellas de cine, de la televisión, de la política, del deporte, etc.  Pero esas estrellas más que iluminar lo que hacen es deslumbrarnos y dejarnos a oscuras.
 

La luz de nuestra vida nos tiene que venir de Jesucristo y Él no va a ser elevado al estrellato de la fama, sino elevado en la cruz.  Lo que nos va a salvar es el amor de Dios, pero el amor de Dios se manifestó en su Hijo crucificado.  En Él está nuestra salvación.
 

El Crucificado es el lugar donde Dios nos ha revelado todo su amor. Míralo. Déjate iluminar por su luz. Acoge el amor que en ella se nos entrega para que tengamos vida eterna.

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