martes, 10 de julio de 2018

XV DOMINGO ORDINARIO
 
La liturgia de este domingo nos recuerda que Dios actúa en el mundo a través de hombres que Él llama y envía.  Pero cuando somos enviados por Dios debemos ser fiel a los proyectos de Dios y no buscar nuestros propios intereses o privilegios.
 
La 1ª lectura nos presenta el ejemplo del profeta Amós.  Amós es escogido, llamado y enviado por Dios para enseñar a los hombres, con verdad y coherencia, los planes y los caminos que Dios tiene para el mundo.
 
Un verdadero profeta es aquel que no se deja manipular por los poderosos ni busca intereses personales.  El profeta es un hombre libre que no puede callarse ante la injusticia, la opresión, la explotación, ante todo lo que va en contra de la realización plena del ser humano.
 
Existen dos tipos de profetas, dos tipos de sacerdotes.  Uno es el que actúa como el profeta Amós.  El profeta que no se calla ni se vende que está dispuesto a arriesgar todo, incluso su propia vida, que no busca simpatías personales, sino defender la verdadera doctrina y defender a los pequeños y a los débiles.
 
El segundo tipo de profeta, de sacerdote, es el que nos presenta también hoy la primera lectura: Amasías.  Amasías representa al que se pone del lado de los poderosos, que busca ser popular aún a costa de no ser fiel a las enseñanzas de Dios, que vende su conciencia para mantener su puesto y que se asocia con la injusticia para no incomodar a los poderosos.
 
El profeta Amós y los que son como él nos pueden resultar incómodos y nos pueden molestar su presencia y por ello querer callarlos; Amasías puede que no nos incomode ni nos moleste nuestra conciencia, pero no es un ejemplo a seguir. 
 
¿Qué tipo de profeta, que tipo de persona es para vosotros un ejemplo a seguir?  ¿Amós o Amasías?
 
La 2ª lectura de san Pablo a los Efesios, es un canto de alabanza a Dios porque Dios nos ha elegido y nos ha llamado a la existencia por amor.
 
Dios, tiene un proyecto de vida para cada uno de nosotros, un proyecto que desde siempre ha estado presente en la mente de Dios.  No somos un accidente de la creación, somos los actores principales de esa historia de amor que Dios siempre soñó para este mundo.  En medio de todos nuestros problemas y sufrimientos, de nuestros miedos y pecados, no olvidemos que somos hijos amados de Dios que nos ofrece siempre una vida plena y una felicidad verdadera.
 
Dios “nos eligió en Cristo... para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos”.  Esto quiere decir que descubramos cuales son los planes, los proyectos de Dios para nuestra vida y que los hagamos realidad cada día con verdad y fidelidad.  Por ello hay que preguntarse: en medio de todas las actividades diarias que hacemos ¿tenemos tiempo para Dios y para descubrir sus proyectos y sus propuestas?
 
En el Evangelio de san Marcos, Jesús envía en misión a sus discípulos para que anuncien el Reino de Dios y luchen contra todo aquello que esclaviza al hombre y que le impide ser feliz.
 
Jesús envía a sus discípulos de dos en dos.  Dos, son la comunidad más pequeña que existe.  Si uno cae el otro lo levanta; si se desanima el otro lo apoya; si se equivoca el otro lo corrige. 
 
Hoy en día, donde desconfiamos de los demás, el Señor nos invita a tener por lo menos a alguien cerca para que nos sirva de apoyo en nuestro caminar diario.  No solamente hay que dejarnos acompañar por Dios, sino también andar nuestro camino con los demás, en comunidad, no solo y aislado.
 
“Les dio poder sobre los espíritus inmundos”.  La lucha del cristiano no es contra las ideologías o contra las personas.  Nuestra auténtica lucha es combatir la maldad que puede hacer que una ideología o una persona se conviertan en inhumanos.  Si dejamos actuar la maldad que hay dentro de nosotros, vamos transformando negativamente nuestros sentimientos y hacemos que los demás sean nuestros enemigos en lugar de nuestros hermanos.  Si no luchamos eficazmente contra la maldad, nos iremos alejando cada vez más de Dios.
 
La tarea de la Iglesia hoy y de sus ministros: Obispos, sacerdotes y diáconos es denunciar el mal, la injusticias, expulsar los demonios del egoísmo, la insolidaridad, el pecado y de tantas cosas que hacen que el ser humano no sea feliz y curar a muchas personas de sus amarguras, y tristezas.  Esta es la misión que Jesús encargó a sus apóstoles y que hoy nos encarga a todos. Cada uno de los cristianos estamos llamados a ser esos misioneros de hoy en la casa, en la escuela, en el trabajo.
 
Y no nos olvidemos quien recibe a un discípulo de Jesús, a Jesús recibe.  Quien los rechaza, al mismo Dios rechaza.


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