XV DOMINGO ORDINARIO
La liturgia de este domingo nos recuerda
que Dios actúa en el mundo a través de hombres que Él llama y envía. Pero cuando somos enviados por Dios debemos
ser fiel a los proyectos de Dios y no buscar nuestros propios intereses o
privilegios.
La 1ª lectura nos
presenta el ejemplo del profeta Amós.
Amós es escogido, llamado y enviado por Dios para enseñar a los hombres,
con verdad y coherencia, los planes y los caminos que Dios tiene para el
mundo.
Un verdadero profeta es aquel que no se
deja manipular por los poderosos ni busca intereses personales. El profeta es un hombre libre que no puede
callarse ante la injusticia, la opresión, la explotación, ante todo lo que va
en contra de la realización plena del ser humano.
Existen dos tipos de profetas,
dos tipos de sacerdotes. Uno es el que
actúa como el profeta Amós. El profeta
que no se calla ni se vende que está dispuesto a arriesgar todo, incluso su
propia vida, que no busca simpatías personales, sino defender la verdadera
doctrina y defender a los pequeños y a los débiles.
El segundo tipo de profeta, de
sacerdote, es el que nos presenta también hoy la primera lectura: Amasías. Amasías representa al que se pone del lado de
los poderosos, que busca ser popular aún a costa de no ser fiel a las
enseñanzas de Dios, que vende su conciencia para mantener su puesto y que se
asocia con la injusticia para no incomodar a los poderosos.
El profeta Amós y los que son como él
nos pueden resultar incómodos y nos pueden molestar su presencia y por
ello querer callarlos; Amasías puede que no nos incomode ni nos moleste nuestra
conciencia, pero no es un ejemplo a seguir.
¿Qué tipo de profeta, que tipo de
persona es para vosotros un ejemplo a seguir?
¿Amós o Amasías?
La 2ª lectura de san
Pablo a los Efesios, es un canto de alabanza a Dios porque Dios nos
ha elegido y nos ha llamado a la existencia por amor.
Dios, tiene un proyecto
de vida para cada uno de nosotros, un proyecto que desde siempre ha estado
presente en la mente de Dios. No somos
un accidente de la creación, somos los actores principales de esa
historia de amor que Dios siempre soñó para este mundo. En medio de todos nuestros problemas y
sufrimientos, de nuestros miedos y pecados, no olvidemos que somos hijos amados
de Dios que nos ofrece siempre una vida plena y una felicidad verdadera.
Dios “nos eligió en Cristo... para
que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos”. Esto quiere decir que descubramos cuales son
los planes, los proyectos de Dios para nuestra vida y que los hagamos realidad
cada día con verdad y fidelidad. Por
ello hay que preguntarse: en medio de todas las actividades diarias que
hacemos ¿tenemos tiempo para Dios y para descubrir sus proyectos y sus
propuestas?
En el Evangelio de san
Marcos,
Jesús envía en misión a sus discípulos para que anuncien el Reino de Dios y
luchen contra todo aquello que esclaviza al hombre y que le impide ser feliz.
Jesús envía a sus discípulos de dos
en dos. Dos, son la comunidad más
pequeña que existe. Si uno cae el otro
lo levanta; si se desanima el otro lo apoya; si se equivoca el otro lo corrige.
Hoy en día, donde desconfiamos de los
demás, el Señor nos invita a tener por lo menos a alguien cerca para que nos
sirva de apoyo en nuestro caminar diario.
No solamente hay que dejarnos acompañar por Dios, sino también andar
nuestro camino con los demás, en comunidad, no solo y aislado.
“Les dio poder sobre
los espíritus inmundos”. La
lucha del cristiano no es contra las ideologías o contra las personas. Nuestra auténtica lucha es combatir la
maldad que puede hacer que una ideología o una persona se conviertan en
inhumanos. Si dejamos actuar la maldad
que hay dentro de nosotros, vamos transformando negativamente nuestros
sentimientos y hacemos que los demás sean nuestros enemigos en lugar de
nuestros hermanos. Si no luchamos
eficazmente contra la maldad, nos iremos alejando cada vez más de Dios.
La tarea de la Iglesia hoy y de sus
ministros: Obispos, sacerdotes y diáconos es denunciar el mal, la injusticias,
expulsar los demonios del egoísmo, la insolidaridad, el pecado y de tantas
cosas que hacen que el ser humano no sea feliz y curar a muchas personas de sus
amarguras, y tristezas. Esta
es la misión que Jesús encargó a sus apóstoles y que hoy nos encarga a todos.
Cada uno de los cristianos estamos llamados a ser esos misioneros de hoy en la
casa, en la escuela, en el trabajo.
Y no nos olvidemos quien recibe a un discípulo
de Jesús, a Jesús recibe. Quien los
rechaza, al mismo Dios rechaza.
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