XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
La dirección web es : http://igfergon.com.mx
XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
La liturgia de este domingo nos
invita a reflexionar sobre las elecciones que hacemos; nos recuerda que no
siempre lo que reluce es oro y que es necesario, a veces, renunciar a ciertos
valores perecederos, a fin de adquirir los valores de la vida verdadera y
eterna.
La 1ª lectura del libro de la
Sabiduría nos invita a buscar la verdadera sabiduría que es un don de Dios.
Los
programas de estudio de los escolares y profesionales, son cada vez más
duros, más exigentes. A los profesionales se les pide una mayor y mejor
preparación para desempeñar debidamente su oficio.
La
gente, por tanto, estudia más, está mejor preparada y sabe más. Pero hay una
sabiduría que no se aprende en los libros, sino que viene de Dios; procede de
un corazón recto y tiene su origen en la humildad del hombre y grandeza de
Dios. De esta sabiduría nos habla la primera lectura de hoy.
Sabiduría es saborear la vida, es
saber vivir en armonía con el mundo, con los
demás seres humanos y con Dios. Ser sabio no equivale a ser un científico. La
sabiduría es más un conocimiento de la vida, de Dios y de todo lo necesario para
vivir bien y ser feliz. Sabiduría y felicidad van de la mano.
La sabiduría es lo
máximo a lo que un ser humano puede aspirar. De nada vale todo el conocimiento
científico, todas las riquezas del mundo, toda la fama y todo el poder, la
salud y la belleza, si no se sabe vivir en armonía con Dios, con los demás
seres humanos y con el mundo, si no se aprende a amar, a disfrutar y a ser
felices.
Quien quiera ser “sabio de verdad”, ha
de ponerse a hablar con Dios y recibir de Él la Sabiduría como regalo que de Él
procede. Quien se deje guiar por la luz de esta sabiduría, está en el camino de
Dios.
La 2ª lectura de la carta a los Hebreos nos invita a escuchar
y a acoger la Palabra de Dios.
La
Palabra de Dios, es Dios mismo que nos habla, nos guía, nos alienta, nos anima
y también nos juzga.
La Palabra de Dios nos ayuda a discernir el
bien y el mal y a realizar las opciones correctas. Cualquier persona que se
acerque a la Palabra de Dios va a encontrar algo que le resulte interesante
para su vida. Tenemos que descubrir la necesidad de confrontar nuestra vida
con la Palabra de Dios, ella nos puede aclarar nuestra vida, discernir
nuestras intenciones, ayudarnos a crecer.
El Evangelio de San Marcos, nos hace ver lo que
nos lleva a Dios y lo que nos aparta de Él.
Cuantas
personas se pueden ver reflejadas en el evangelio de hoy, y no porque seamos
jóvenes o ricos, sino porque este evangelio nos habla de las condiciones
para seguir a Jesús.
Hay
personas, que como este joven rico, tienen todo resuelto en la vida, tienen
todo y pareciera que son felices. Sin
embargo, a pesar de que podemos tenerlo todo, nos sentimos vacíos, porque
vemos que la vida es algo más que dinero o tener cosas.
Tenemos de todo, y sin embargo en
el fondo de nosotros mismos sentimos que nos falta lo fundamental. A
veces por las noches, cuando estamos solos, cuando nos enfrentamos con la
verdad de lo que somos y de nuestra vida, nosotros también a menudo nos
sentimos vacíos. Nos damos cuenta que nada ni nadie acaba de llenarnos. Y
nos preguntamos: ¿es así la vida? ¿Para esto hemos nacido? Preguntas parecidas debió hacerse aquel
joven, hasta que un día oyó decir que Jesús de Nazareth iba a pasar por allí. Y
la pregunta del joven: Maestro, ¿qué puedo hacer para dar sentido a mi
vida?, ¿Cómo puedo encontrar respuestas a estas preguntas?, ¿Dónde
encontraré esa felicidad que busco? Y Jesús se le queda mirando con
cariño y le dice: “sólo te falta una cosa, vende lo que tienes,
dale el dinero a los pobres y luego sígueme”
El
problema del joven rico fue que pensó más en lo que tenía que dejar que en
lo que había encontrado. Y lo que había encontrado era la amistad y
el cariño de Jesús de Nazareth. Pero aquel joven no supo verlo.
Como
nosotros, muchas veces también Dios mismo, por medio de su Espíritu y de su
Palabra, nos invita a eso, a vender lo que tenemos, a dárselo a los pobres y a
seguirlo. Pero nosotros inmediatamente nos echamos mano al
bolsillo, nos entra un sudor frío, y acabamos aceptando que eso no va para con
nosotros. Y mientras tanto seguimos buscando y buscando, seguimos
intentando llenar el vacío de nuestras vidas, sin decidirnos a entregarnos
plenamente al Único que nos puede dar la vida verdadera y la felicidad
eterna.
Por
eso hoy, ¿será verdad que la vida consiste en entregarla, en compartir lo que
tengo? ¿Por qué no voy yo a corresponder al amor que Dios me tiene?
¿Seguiré confiando más en mi dinero y en mis cosas que en el Señor? ¿Y si es
verdad que Jesús tiene razón? ¿Y si es verdad que yo también puedo encontrar la
plenitud?
Hermanos,
dejemos que el Espíritu del Señor transforme nuestros corazones y nos haga
gozar del Amor que Dios tiene por cada uno de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario