martes, 26 de junio de 2018


XIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

Las lecturas de este domingo nos hablan de la muerte y de la vida.

La 1ª lectura del libro de la Sabiduría, nos dice que Dios no hizo la muerte, ni la quiere, sino que la muerte entró en el mundo por envidia del diablo.

Dios es un Dios de vivos, no de muertos; Dios es un Dios amigo de la vida, no de la muerte.

Si Dios ama la vida, entonces nos preguntamos ¿de dónde la muerte y el dolor y todos los males? La muerte viene a ser la consecuencia del pecado, y el pecado lo es de la irresponsabilidad humana. 

Todas las cosas del mundo son medios de vida, y todas son en principio buenas y saludables, no tienen el veneno de la muerte. Pero el pecado, la envidia y el egoísmo, los deseos de poder y la ambición sin límites, el endiosamiento de unos y la corrupción de otros, la avaricia y la especulación, el espíritu de lucro y la explotación del hombre por el hombre han corrompido la vida hasta la muerte y la convivencia hasta las masacres de las guerras. Y de esa manera lo que debería ser y estar al servicio de la vida, para una mejor calidad de vida, se convierte en instrumento de muerte y en pretexto para no dejar vivir a nadie en paz.

El deterioro del hombre y de la sociedad, por el pecado, han convertido las relaciones humanas en relaciones de dominio y de explotación y han degradado la vida y la naturaleza. El pecado del mundo, tan palpable en el hambre de unos, en las masacres de otros, en el miedo de casi todos, no es más que situación de pecado que vive el hombre.

Hemos convertido así en sistema de miedo y de muerte lo que debería ser un espacio para la vida y la libertad de todos. Y tenemos que soportar, sin poder hacer nada, muchas veces, a todas esas personas, gobiernos y empresas que se enriquecen construyendo armas para matar y que nos impiden vivir en paz y libertad.

¿Por qué tenemos que tener enemigos? ¿Por qué tenemos que estar unos contra otros? ¿No podremos estar todos con todos? ¿Por qué mantener un sistema que nos hace enemigos de los demás?

Quienes pertenecemos a la Iglesia de Cristo debemos vivir no como unos malvados, no como unos destructores de la vida, sino como aquellos que luchan por el bien de los demás y por expulsar de entre nosotros todo signo de maldad, de destrucción y de muerte.

La 2ª lectura de San Pablo a los Corintios, es una invitación a ser solidarios con quienes tienen necesidad.

Aquellos que viven en la opulencia y desprecian a su prójimo; más aún: que son los causantes de la pobreza, del hambre y de la desnudez a causa de las injusticias que cometen, por mucho que se arrodillen ante el Señor sólo podrán ser considerados unos hipócritas en la fe, pues quien no ama su hermano a quien sí ve no puede decir que ama a Dios, a quien no ve.

“La abundancia de unos remedie la carencia de otros”, y brote la igualdad. Un verdadero milagro que está en nuestras manos realizar para devolver la vida a cuantos carecen de las mínimas condiciones de vida.

El Evangelio de San Marcos, nos presenta la curación de la hija de Jairo y la de la mujer con flujo de sangre.

La muerte o la enfermedad no la envía Dios; lo que hace Dios, nuestro Padre que ama la vida, es ayudarnos a sobrellevar estos males que Él no quiere.

En el evangelio no leemos que Jesús dijera a los enfermos que tuvieran paciencia, que vieran el sufrimiento como una prueba de Dios.  Ni dice Jesús que la muerte se deba aceptar resignadamente.

Jesús, ante la enfermedad y ante la muerte, no habla.  Jesús ante la enfermedad y ante la muerte actúa.  Es decir: Él, que podía hacerlo, cura; incluso -en algunos casos- resucita.

Pero, nosotros podemos preguntarnos qué podemos y debemos hacer ante los enfermos, o ante quienes sufren la muerte de uno de sus seres queridos.  Porque nosotros, lo que hacía Jesús: hacer milagros, no tenemos el poder.

Ante el dolor y la muerte no se trata tanto de hablar, como de actuar.  Actuar, procurando comunicar vida a quienes más la necesitan.  Es decir, haciendo compañía, atendiendo con cariño, ayudando.

Lo que nosotros podemos hacer es procurar compartir y comulgar con el amor que Dios tiene para con los que sufren por la enfermedad o cercanía de la muerte. 

No tenemos el poder de hacer milagros, pero tenemos el poder de amar.  Que es lo más importante.

MONICIONES PARA EL DOMINGO XIII ORDINARIO

MONICION DE ENTRADA:

El fin del curso escolar señalará probablemente algunos cambios en el ritmo de vida de nuestras familias, de las asociaciones, incluso de las comunidades y movimientos cristianos.

Pero Jesús, el Señor, seguirá haciéndose presente en nuestras vidas, hagamos lo que hagamos, estemos donde estemos.  Y seguirá convocándonos cada domingo a la Eucaristía.

Dispongámonos a darle gracias de corazón porque siempre nos acompaña.  Démosle gracias, hoy especialmente, por todo lo que hemos recibido de Él durante este año.

MONICION A LA PRIMERA LECTURA:

 Dios no ha creado la muerte, Dios ha creado todas las cosas para que vivan, para que las creaturas del mundo sean saludables.  La muerte, sin embargo, existe, pero hay que contemplar las cosas en el conjunto de la creación y ver que todas las cosas tienen una finalidad y un objetivo.

MONICION A LA SEGUNDA LECTURA:

 Ningún miembro o ninguna comunidad posee todos los dones, pero cada comunidad y cada cristiano tiene dones para ayudar a la otra.  La abundancia de uno debe redundar en ventaja de la pobreza del otro.

ANTES DEL ALELUYA:

Jesús tiene poder sobre la muerte y sobre todo lo que conduce a ella.  Con la curación y la resurrección, Jesús manifiesta que es el Mesías.  La resurrección de los muertos es uno de los signos de la llegada de los tiempos mesiánicos.

Oración universal: Con plena confianza en el Señor, hagamos nuestra oración por toda la humanidad.

Responderán diciendo: Te lo pedimos, Señor.

-Para que en la Iglesia universal crezca la comunión que nace de la fe en el mismo Señor.  Oremos.

-Para que el Papa Francisco y todos los obispos sean fieles al servicio del pueblo que Jesucristo les ha encomendado.  Oremos.

-Para que los enfermos no pierdan la esperanza.  Para que el Señor les retorne la salud.  Para que todos aquellos que los atienden lo hagan con el mismo amor con que Jesús se acercaba a ellos.  Oremos.

-Para que los más pobres y todas las personas que sufren por cualquier injusticia puedan ver, cada vez más, que crece la solidaridad en nuestro mundo.  Oremos.

-Para que todos los que nos hemos reunido para la comunión con el Señor, que se hizo pobre por nosotros, vivamos cada vez más la solidaridad con los más pobres y sepamos compartir nuestros bienes.  Oremos.

Escucha, Señor, las oraciones de tu pueblo y derrama generosamente el don de la vida sobre los que tienen más necesidad de él.  Tú, que vives por los siglos de los siglos.

EXHORTACIÓN DE DESPEDIDA:

Hemos aprendido hoy una cosa muy importante en la Eucaristía. El Señor Jesús puede curarnos. Y es una cosa real si tenemos fe. Si creemos en Él.