IV DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
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IV DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
Estamos en
el cuarto domingo de Pascua. Este
domingo es el domingo del Buen Pastor.
El Buen Pastor es una imagen que emplea el Señor para referirse a sí
mismo.
La 1ª
lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta a Pablo y a Bernabé en su actividad
evangelizadora. Son enviados por Jesús,
para salvar no sólo a los judíos, sino a todos los que quieren recibir el
mensaje del Señor.
Dios ha
enviado a su Hijo para salvar a todos aquellos que acepten en libertad
esta oferta de salvación de parte de Dios.
La Iglesia naciente, empieza a abrir sus puertas a la universalidad. Los apóstoles no se quedan encerrados en
predicar sólo a los judíos sino a todos los hombres, a todos los pueblos. Esto crea envidias y celos por parte de
los dirigentes religiosos judíos.
La Iglesia
tiene la misión de cumplir con el mandato del Señor: “Id por todas partes y
predicad el Evangelio”. Hay que anunciar la salvación a todos los
hombres a todos los pueblos. Pero la
misión de la Iglesia no es ganar seguidores sea como sea, para aumentar
el número de sus fieles, ni para presumir de ser más que otros, ni para
imponerse sobre otras religiones o culturas. La Iglesia tampoco busca hacer propaganda
barata para aumentar su influencia en la sociedad, para controlar las
creencias de las personas o para obtener mayores beneficios económicos.
La Iglesia
católica se define, como su nombre indica, por su universalidad y ésta
es la gran misión de la Iglesia, para esto existe para ser universal, porque
esto es lo que Cristo le pidió a sus apóstoles: que todos los hombres de todo
tiempo y lugar sepan del amor con que Dios los ama; sepan que Dios es su Padre
y que quiere la felicidad de todos sus hijos; sepan que han sido elegidos por
Dios para la vida eterna, de modo que la muerte no será una realidad definitiva
sino el paso hacia la vida eterna, hacia la vida sin fin.
La 2ª lectura del libro del Apocalipsis de san
Juan
nos presenta la imagen del final de los tiempos con una nueva humanidad,
formada por una muchedumbre inmensa que nadie podía contar, de toda nación,
razas, pueblos y lenguas, presididos por su Pastor. Todos nosotros somos
llamados a formar parte de esa nueva humanidad.
Cada día, tenemos la experiencia de la alegría
y de la esperanza, pero también del dolor, de la incomprensión, del miedo, del
sufrimiento, de la desesperación. Caemos
en el pesimismo que nos ata y nos limita, nos esclaviza y nos impide saborear
el don de la vida.
Por ello, esta lectura nos dice que hay
esperanza y que no estamos condenados al fracaso, sino destinados a formar
parte de esa nueva humanidad; estamos destinados a esa vida nueva y plena;
a la libertad auténtica, a la felicidad total.
Lo que necesitamos para formar parte de esa
nueva humanidad es acoger la salvación que Dios nos ofrece; acoger el mensaje
de Jesús y seguirlo por el camino del amor, de la entrega, para que obtengamos
la felicidad plena.
El Evangelio de san Juan nos habla de Cristo, el
Buen Pastor que nos da la vida eterna.
En nuestro mundo hay mucha gente que “viven
sin vivir”, llenos de sufrimientos, sin norte en la vida, en definitiva, como
ovejas sin pastor. El creyente, a
pesar de los problemas de la vida, se siente salvado, porque tenemos la
seguridad de que nada, ni nadie, puede acabar con nosotros. Tenemos la
seguridad de la victoria final. Claro,
que vamos a tener dificultades en el camino de la vida, pero, como cristianos,
sabemos que no podemos hacer como muchos hacen: “viviendo sin ilusiones ni
esperanzas”, porque tenemos un camino que recorrer con Cristo.
A veces, porque somos un “rebaño débil”, nos
cuesta seguir al Pastor, porque seguir a Cristo Pastor no es sabernos algunas
cosas de nuestra fe. Es aceptar a Jesús,
como la verdad última de la vida, como el criterio de actuación y como la única
esperanza de salvación definitiva.
Tenemos que escuchar y seguir a Cristo, nuestro
Buen Pastor. “Mis ovejas escuchan mi
voz”. Hay que escuchar a Cristo que
nos llama en medio de tantas voces que oímos, porque sólo Él tiene palabras
de vida eterna. A veces, en nuestra
vida, nos despistamos y nos dejamos seducir por voces de falsos pastores, o
por pastos que no nos alimentan. No nos
dejemos engañar. Escuchemos la voz de
Cristo, una voz que sabemos que no nos miente nunca, una voz en la que podemos
confiar.
Recordemos también hoy, que hay muchas personas
que no pertenecen al rebaño del Señor y que hay que ayudarlas para que formen
parte del único rebaño que Cristo quiere: un solo rebaño y un solo Pastor.
Hoy, la Iglesia nos pide que pidamos de una
manera especial a Dios por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Personas que dedican su vida exclusivamente a
anunciar el Evangelio.
Pidamos,
pues, a Dios, que el Buen Pastor, nos guíe a la patria de la felicidad y la
alegría eternas.
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