martes, 25 de junio de 2019

XIII DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
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XIII DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
 
La liturgia de hoy nos habla de elección, de libertad y de seguimiento.  Dios cuenta con nosotros para transformar y salvar al mundo, y nos invita a responder a esa llamada con una total disponibilidad. 
La 1ª lectura del primer libro de los Reyes nos ha hablado de la elección de Eliseo por parte de Dios.
 
Dios no solamente llama a unos hombres privilegiados, Dios nos llama a cada uno de nosotros a ponernos a su disposición para cumplir con la misión que Él nos quiere confiar.
 
Lo primero que debe hacer un cristiano es ponerse al servicio de Dios.  Muchas veces los cristianos estamos acostumbrados a jugar con la palabra que damos a Dios, estamos habituados a que no haya seriedad en nuestras relaciones con Él.  Hoy le decimos con la boca que lo seguiremos, y mañana, en la primera ocasión, con nuestra vida, le decimos que no, como si la palabra que le damos a Dios no valiese.
 
Son las posturas ambiguas o las medias tintas de tantos cristianos.  Seguir a Dios es una cosa seria y radical.
 
La 2ª lectura de San Pablo a los Gálatas nos habla hoy de la libertad cristiana.

Cristo nos ha liberado de la esclavitud y quiere que seamos libres.  Sin embargo, ¡cuánta esclavitud contemplamos hoy en tantos seres humanos!  ¿Qué hemos hecho con el bautismo que nos ha liberado de la esclavitud del pecado?
 
Hoy día, se habla mucho de libertad, tanto a nivel personal como a nivel de pueblos.  Pero no siempre entendemos correctamente la palabra libertad y mucho menos sabemos vivirla o practicarla.  Muchos confunden libertad con libertinaje, porque creen que la libertad es hacer todo lo que quiero sin respetar a nada ni a nadie, y esto no es libertad es libertinaje.  Usamos la libertad para nuestro egoísmo, sin importarnos los demás.
 San Pablo, hoy, nos recuerda que somos totalmente libres cuando amamos, es el amor lo que nos hace libres.
 

La libertad es necesaria para realizarnos como personas; pero mal manejada puede llevarnos a ser esclavos.  Hay personas que le tienen miedo a la libertad.  Pero no podemos suprimir la libertad porque sería un atentado; tampoco podemos renunciar a la libertad, pero tampoco podemos abusar de la libertad.  No olvidemos lo que nos dice san Pablo: la verdadera libertad es para amar.  “Ama y haz lo que quieras”, decía san Agustín.
 
El Evangelio de san Lucas nos muestra a Jesús de viaje a Jerusalén.  Los samaritanos no lo quieren recibir porque negaban la hospitalidad a los judíos. La reacción de Santiago y Juan es: “Señor, ¿quieres que mandemos fuego del cielo y acabemos con ellos?” Jesús reprende con firmeza la violencia y los invita a irse a otra aldea.
 
Jesús siempre rechazó la violencia.  La vida del Señor siempre fue un llamado a resolver los problemas sin acudir a la violencia.  Hoy, nosotros, estamos tan acostumbrados a la violencia que no nos damos cuenta de la violencia que hay en nuestro interior.  No es suficiente con condenar la violencia del mundo hay que luchar contra nuestra violencia interior.
 
La violencia la tenemos todos muy dentro, nos puede parecer la respuesta normal a las agresiones de la vida.  La violencia nos puede parecer tan natural porque en nuestra sociedad somos educados en la violencia de la competencia por llegar a los puestos de privilegio, por la lucha de mercado; desde pequeños nos educan a conseguir los primeros lugares, en lugar de educarnos en la solidaridad, en trabajar en metas comunes.
 
La historia que se enseña es la historia de guerras.  Se nos hace creer que las armas son el único medio eficaz para conseguir y construir una sociedad en paz.  Es una equivocación creer que el mal se puede detener con el mal, la muerte con la muerte, la injusticia con la injusticia.

 

La violencia siempre tiende a destruir. Por ello, Jesús nos urge a terminar con la violencia, empezado con la violencia que llevamos dentro de nosotros.
 
Como cristianos hemos de comprometernos por la cultura de la no-violencia si queremos ser fieles a Jesús que rechazó la reacción violenta de los discípulos.

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