XIII DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
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XIII DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
La liturgia de hoy nos habla de elección, de
libertad y de seguimiento. Dios
cuenta con nosotros para transformar y salvar al mundo, y nos invita a
responder a esa llamada con una total disponibilidad.
La 1ª
lectura del primer libro de los Reyes nos ha
hablado de la elección de Eliseo por parte de Dios.
Dios no
solamente llama a unos hombres privilegiados, Dios nos llama a cada uno de
nosotros a ponernos a su disposición para cumplir con la misión que Él
nos quiere confiar.
Lo primero
que debe hacer un cristiano es ponerse al servicio de Dios. Muchas veces los cristianos estamos
acostumbrados a jugar con la palabra que damos a Dios, estamos habituados a que
no haya seriedad en nuestras relaciones con Él. Hoy le decimos con la boca que lo seguiremos,
y mañana, en la primera ocasión, con nuestra vida, le decimos que no, como si
la palabra que le damos a Dios no valiese.
Son las posturas ambiguas o las medias
tintas de tantos cristianos. Seguir
a Dios es una cosa seria y radical.
La 2ª lectura
de San Pablo a los Gálatas nos habla hoy de la
libertad cristiana.
Cristo nos
ha liberado de la esclavitud y quiere que seamos
libres. Sin embargo, ¡cuánta esclavitud
contemplamos hoy en tantos seres humanos!
¿Qué hemos hecho con el bautismo que nos ha liberado de la esclavitud
del pecado?
La libertad
es necesaria para realizarnos como personas; pero mal manejada puede llevarnos
a ser esclavos. Hay personas que le
tienen miedo a la libertad. Pero no
podemos suprimir la libertad porque sería un atentado; tampoco podemos
renunciar a la libertad, pero tampoco podemos abusar de la libertad. No olvidemos lo que nos dice san Pablo: la
verdadera libertad es para amar. “Ama y
haz lo que quieras”, decía san Agustín.
Jesús
siempre rechazó la violencia. La vida del Señor siempre fue un llamado a
resolver los problemas sin acudir a la violencia. Hoy, nosotros, estamos tan acostumbrados a la
violencia que no nos damos cuenta de la violencia que hay en nuestro
interior. No es suficiente con
condenar la violencia del mundo hay que luchar contra nuestra violencia
interior.
La
violencia la tenemos todos muy dentro, nos puede parecer la respuesta normal a
las agresiones de la vida. La violencia
nos puede parecer tan natural porque en nuestra sociedad somos educados en
la violencia de la competencia por llegar a los puestos de
privilegio, por la lucha de mercado; desde pequeños nos educan a conseguir los
primeros lugares, en lugar de educarnos en la solidaridad, en trabajar en metas
comunes.
La
historia que se enseña es la historia de guerras. Se nos hace creer que las armas son el único
medio eficaz para conseguir y construir una sociedad en paz. Es una equivocación creer que el mal se puede
detener con el mal, la muerte con la muerte, la injusticia con la injusticia.
La
violencia siempre tiende a destruir.
Por ello, Jesús nos urge a terminar con la violencia, empezado con la violencia
que llevamos dentro de nosotros.
Como
cristianos hemos de comprometernos por la cultura de la no-violencia si
queremos ser fieles a Jesús que rechazó la reacción violenta de los discípulos.
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