lunes, 31 de agosto de 2020

 

XXIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)

Las lecturas de este Domingo nos presentan una faceta importante, aunque muy delicada, del amor al prójimo. Se trata de la corrección fraterna; es decir, de cómo corregir a los demás de acuerdo a las instrucciones que nos da Jesús en el Evangelio.
 
La 1ª lectura del profeta Ezequiel nos presenta la responsabilidad que tiene un profeta de corregir el mal de su pueblo.
 
El Señor es muy severo con respecto a personas que, teniendo la obligación de corregir a otros, no lo hacen. Aquéllos que teniendo responsabilidad para con otros, prefieren no corregir a quienes hay la obligación de corregir y dejan pasar las cosas por miedo a ser rechazados, por miedo a perder popularidad, por miedo a ser tachados de intransigentes o por miedo al conflicto, corren el riesgo de ser ellos mismos regañados por Dios por no cumplir su responsabilidad.
 
Cuando vemos el mal en el mundo y en las personas y nos callamos, guardamos silencio, nos convertimos en cómplices de ese mal y esto conlleva consecuencias muy negativas tanto para las personas, como para las familias, como para una comunidad.
 
El creyente no puede ante el mal y el pecado, ante la injusticia y el desprecio de los derechos humanos que tienen su última raíz en Dios, el creyente no es libre de callar sino que sobre él pesa la grave responsabilidad de “reprender” y de no enmudecer.
 
La 2ª lectura de San Pablo a los romanos nos invita a poner como centro de nuestra vida cristiana, el mandamiento del amor.
 
Amor.  Que palabra tan grande y tan profunda, pero también tan manipulada.  En nombre del amor se engaña, se estafa, se mal forman a los hijos, se malogran vidas.  El amor del que nos habla san Pablo, nada tiene que ver con el engaño utilizado para fundamentar actitudes egoístas.  Cuantas veces decimos que es amor y lo que en realidad es egoísmo.  Pablo habla del amor que hace crecer, que genera vida.
 
Amor no significa no corregir lo que está mal o permitir que los hijos hagan lo que quieren.  El amor verdadero genera vida y felicidad.  El amor debe manifestarse en la ternura, en el abrazo, en la bienvenida, en la sonrisa sincera, en la lágrima de la despedida y en el beso sincero, pero también en la exigencia, en la disciplina y en la corrección cuando sea necesario.
 
En el Evangelio de san Mateo, Jesús nos dice lo que tenemos que hacer con el hermano pecador.
 
Jesús nos dice hoy “Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas”…es el camino que Jesús nos señala si queremos ayudar a alguien en sus defectos o pecados, hablar a solas con él. Cuánto bien haríamos si hiciéramos caso a Jesús.
 
Con qué facilidad nuestras conversaciones preferidas son los defectos, lo malo que vemos en los demás. ¡Cómo desperdiciamos horas y horas en nuestra vida en proclamar los defectos de los demás!
 
¡Qué distinto es Jesús de todos nosotros! A nosotros nos encanta airear la vida de los demás. Hoy hay programas de televisión que se dedican a eso, y cómo le gusta esos programas a la gente: sacar los trapitos sucios de los demás.  ¿Será que a nosotros nos gusta el chisme, y el escándalo?
 
Si nos reunimos no hay conversación si no comenzamos a criticar a todo el mundo.
 
Sin embargo, el Evangelio de hoy nos dice todo lo contario. Jesús sabe que podemos fallar, que podemos pecar, pero luego nos dice. “Si tu hermano peca”, no lo lleves a la TV, ni lo lleves al Club de los chismosos, sino que nos dice: “Llámalo y corrígelo a solas.” Que no se enteren los demás. Que su pecado quede entre los dos y que tu amor salve al que ha pecado.
 
Para Jesús mucho más importante que el pecado mismo es la persona. Para Él, la persona, aunque haya pecado, se merece toda nuestra atención, comprensión y amor.  La murmuración y la crítica no sanan a nadie. El amor silencioso puede curar muchas heridas. La murmuración y la crítica, en vez de curar las heridas, las hacen más grandes, mientras que el amor y la comprensión las curan y las cierra.
 
Nadie tiene derecho a murmurar y criticar al otro si antes no lo ha amado, lo ha comprendido y lo ha corregido fraternalmente.
 
Si los que han caído encontrasen alguien que les eche una mano, es posible que hoy estuviesen en pie.  Si los que han pecado encontrasen en su camino alguien que, a pesar de todo, los ama, es posible que hoy fuesen buena gente y hubiesen abandonado el pecado.
Dios es más comprensivo que nosotros que, por lo demás, también somos pecadores. Dios es más comprensivo que nosotros y mucho más respetuoso con la persona y su dignidad. Dios no es de los que airean los pecados de los demás, sino que los perdona y los borra. “Sepultaré tus pecados”, para que nadie los vea ni se entere.

1 comentario:

  1. Muchas gracias. Que el Señor nos ayude a ser misericordiosos como él.

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