XXIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)
Las lecturas de este Domingo nos presentan una
faceta importante, aunque muy delicada, del amor al prójimo. Se trata de la corrección fraterna; es decir, de cómo
corregir a los demás de acuerdo a las instrucciones que nos da Jesús en el
Evangelio.
La 1ª lectura del profeta Ezequiel nos presenta la responsabilidad que tiene un
profeta de corregir el mal de su pueblo.
El Señor es muy severo con respecto a personas
que, teniendo la obligación de
corregir a otros, no lo hacen. Aquéllos que teniendo responsabilidad para con
otros, prefieren no corregir a quienes hay la obligación de corregir y dejan
pasar las cosas por miedo a ser
rechazados, por miedo a perder popularidad, por miedo a ser tachados de
intransigentes o por miedo al conflicto, corren el riesgo de ser ellos mismos
regañados por Dios por no cumplir su responsabilidad.
Cuando vemos el mal en
el mundo y en las personas y nos callamos, guardamos silencio, nos convertimos
en cómplices de ese mal y esto
conlleva consecuencias muy negativas tanto para las personas, como para las
familias, como para una comunidad.
El creyente no puede ante el mal y el pecado,
ante la injusticia y el desprecio de los derechos humanos que tienen su última
raíz en Dios, el creyente no es libre de callar sino que sobre él pesa la grave
responsabilidad de “reprender” y de
no enmudecer.
La 2ª lectura de San Pablo a los romanos nos invita a poner como centro de nuestra vida
cristiana, el mandamiento del amor.
Amor. Que palabra tan grande y tan
profunda, pero también tan manipulada.
En nombre del amor se engaña, se estafa, se mal forman a los hijos, se
malogran vidas. El amor del que nos
habla san Pablo, nada tiene que ver con el engaño utilizado para fundamentar
actitudes egoístas. Cuantas veces
decimos que es amor y lo que en realidad
es egoísmo. Pablo habla del amor que
hace crecer, que genera vida.
Amor no significa no
corregir lo que está mal o permitir que los hijos hagan lo que quieren. El
amor verdadero genera vida y felicidad.
El amor debe manifestarse en la ternura, en el abrazo, en la bienvenida,
en la sonrisa sincera, en la lágrima de la despedida y en el beso sincero, pero
también en la exigencia, en la disciplina y en la corrección cuando sea necesario.
En el Evangelio de san Mateo, Jesús nos dice lo que tenemos que hacer con el
hermano pecador.
Jesús nos dice hoy “Si tu hermano peca
contra ti, repréndelo estando los dos a solas”…es el camino que Jesús nos
señala si queremos ayudar a alguien en sus defectos o pecados, hablar a solas
con él. Cuánto bien haríamos si hiciéramos caso a Jesús.
Con qué facilidad nuestras conversaciones
preferidas son los defectos, lo malo que vemos en los demás. ¡Cómo
desperdiciamos horas y horas en nuestra vida en proclamar los defectos de los
demás!
¡Qué distinto es Jesús de todos nosotros! A
nosotros nos encanta airear la vida de los demás. Hoy hay programas de
televisión que se dedican a eso, y cómo le gusta esos programas a la gente: sacar los trapitos sucios de los demás. ¿Será que a nosotros nos gusta el chisme, y
el escándalo?
Si nos reunimos no hay
conversación si no comenzamos a criticar a todo el mundo.
Sin embargo, el
Evangelio de hoy nos dice todo lo contario. Jesús sabe que podemos fallar, que
podemos pecar, pero luego nos dice. “Si
tu hermano peca”, no lo lleves a la TV, ni lo lleves al Club de los
chismosos, sino que nos dice: “Llámalo y
corrígelo a solas.” Que no se enteren los demás. Que su pecado quede entre
los dos y que tu amor salve al que ha pecado.
Para Jesús mucho más importante que el pecado
mismo es la persona. Para Él, la persona, aunque haya pecado, se merece toda
nuestra atención, comprensión y amor. La
murmuración y la crítica no sanan a nadie. El amor silencioso puede curar muchas
heridas. La murmuración y la crítica, en vez de curar las heridas, las hacen
más grandes, mientras que el amor y la comprensión las curan y las cierra.
Nadie tiene derecho a murmurar y criticar al
otro si antes no lo ha amado, lo ha comprendido y lo ha corregido
fraternalmente.
Si los que han caído encontrasen alguien que
les eche una mano, es posible que hoy estuviesen en pie. Si los que han pecado encontrasen en su camino alguien que, a pesar de
todo, los ama, es posible que hoy fuesen buena gente y hubiesen abandonado el
pecado.
Dios es más comprensivo que nosotros que, por lo demás, también somos pecadores. Dios es más comprensivo que nosotros y mucho más respetuoso con la persona y su dignidad. Dios no es de los que airean los pecados de los demás, sino que los perdona y los borra. “Sepultaré tus pecados”, para que nadie los vea ni se entere.
Dios es más comprensivo que nosotros que, por lo demás, también somos pecadores. Dios es más comprensivo que nosotros y mucho más respetuoso con la persona y su dignidad. Dios no es de los que airean los pecados de los demás, sino que los perdona y los borra. “Sepultaré tus pecados”, para que nadie los vea ni se entere.
Muchas gracias. Que el Señor nos ayude a ser misericordiosos como él.
ResponderEliminar