lunes, 21 de agosto de 2023

 

XXI DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)


Hoy la liturgia nos transmite, fuerte, alto y claro la pregunta de qué es Jesús para nosotros, quien es Él, realmente, para nuestras vidas.

La 1ª lectura del profeta Isaías nos presenta al mayordomo Sobná que abusa del poder que tiene y por eso Dios lo destituye de su cargo por haber usado su cargo en beneficio propio, y no como un servicio en favor de los demás.

Esta primera lectura nos invita a reflexionar sobre el sentido del poder.  El poder es un servicio a la comunidad.  Quien ejerce el poder, debe hacerlo pensando siempre en los demás.  La autoridad no es cuestión de poder sino de servir a todos.  El que tiene el poder no puede usarlo para satisfacer sus intereses personales.

Sobná ejercía el poder, asociado a la corrupción, al aprovechamiento del servicio de la autoridad para fines egoístas e intereses personales. Y Dios nos dice que el ejercicio del poder sólo tiene sentido en cuanto está al servicio del bien común.  El ejercicio de un cargo público no es para buscar intereses personales sino para ejercerlo en beneficio del bien común.

Por desgracia los abusos de poder de algunos gobernantes no han cambiado desde entonces.  Muchos utilizan el poder para su propia ambición, o por delirios de grandeza, negocios sucios, éxito del partido o como tapadera de sus propios intereses.

Nosotros como creyentes tenemos que estar dispuestos a poner fin a estas situaciones, no viviendo de forma superficial sino viviendo desde el Evangelio, aunque ello a veces nos complique la vida.  Puede ser que eso no cambie mucho las cosas, pero al menos no nos sentiremos cómplices de la injusticia.

La 2ª lectura de san Pablo a los romanos en una invitación a contemplar la riqueza, la sabiduría y la ciencia de Dios. 

El verdadero creyente no es aquel que “sabe” todo sobre Dios, que cree conocerlo perfectamente y dominarlo; sino que es aquel que con honestidad y verdad reconoce su pequeñez y se pone confiadamente en las manos de Dios y con asombro y admiración adora y alaba a Dios.

El Evangelio de san Mateo nos ha presentado a Jesús preguntado: “¿quién dice la gente que soy yo?” “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Si queremos vivir coherentemente nuestra fe, tenemos que tener muy claro en quién y qué creemos.  Porque a veces estamos confundidos y por eso llegamos a decir que nos da lo mismo creer en una cosa que creer en otra.

Hay personas que dicen: “no hay que creer ni dejar de creer”.  Piensan que son muy sabios diciendo esto.  Y lo que demuestran es que no tienen fe en nada y que hacen las cosas “por si acaso”.  Es una manera de aceptarlo todo sin comprometerse con nada. Esta es la postura de algunos cristianos. 

Por eso no crecen en la fe y son víctimas de supersticiones. Se dicen cristianos pero practican la brujería, acuden a los adivinos y van a que les echen las cartas.  Este tipo de personas pisotea el primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas.

Tenemos que tener muy claro en quién creemos.  Por eso Jesús nos pregunta: ¿quién dices tú que soy yo para ti?

Para muchos Jesús es, como decían los judíos de sus tiempos, un gran profeta. Otros opinan que ha sido un gran pensador. Otros que ha sido un revolucionario social. Otros afirman que ha sido un hombre perfecto. Hay toda clase de opiniones. Pero todas ellas están viendo a Jesús desde afuera. Realmente no saben nada de Cristo. No lo conocen.

Ante cristianos que desconocen realmente a Jesús, no es de extrañar que la vida cristiana sea algo nulo, superficial y solamente como un ingrediente social.

¿Quién es Jesús para nosotros? No se trata de dar una respuesta que hayamos aprendido de memoria. Tenemos que descubrir lo que verdaderamente Cristo significa para cada uno de nosotros personalmente.

Esta respuesta la vamos a encontrar en lo concreto de nuestra vida. Nosotros mostramos lo que Cristo significa y vale para nosotros a través de nuestras obras. Nuestra manera de vivir y de actuar es, en realidad, la expresión de lo que nosotros creemos.

Podemos decir muchas cosas acerca de Cristo. Pero si esto no se convierte en vida, si no luchamos por expresarlo a través de nuestras obras, quiere decir que no creemos en Jesús.

Decir que Jesús es el Mesías es aceptarlo como el único que puede darle sentido a nuestra vida.

Es importante, pues, que en este domingo, con toda sinceridad dejemos que la pregunta de Jesús resuene profunda y fuertemente en nuestros corazones y que tratemos de responderla con toda sinceridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario