lunes, 4 de marzo de 2024

 

IV DOMINGO DE CUARESMA (CICLO B)


Estamos ya en el cuarto domingo de Cuaresma y a este domingo se le llama el domingo “laetare”, es decir, el domingo de la alegría.  Las lecturas de hoy son un canto de alegría al mostrarnos el amor de Dios por nosotros, amor que Dios manifestó no solo con palabras, sino con obras, al enviar a su Hijo para salvarnos.

La 1ª lectura, del segundo libro de las Crónicas, nos presenta a Dios como aquel que quiere ser nuestro amigo, pero Dios se queja porque muchas veces nos olvidamos de Él y lo traicionamos.  Lo peor que podemos hacer es olvidarnos de Dios, no acordarnos que Dios está detrás de nuestros éxitos; confiar sólo en nuestras propias fuerzas, darle la espalda al amor de Dios.

Si en nuestro mundo existe el mal es porque abandonamos a Dios; si existe corrupción e injusticias es porque abandonamos a Dios, nuestras infidelidades y nuestros pecados están llevando a este mundo a la ruina.

Todo el mal, la corrupción de tantas personas, tanto mal que hay en el mundo se puede evitar si dejamos de pecar.  Cuando nos olvidamos de Dios y le damos la espalda nos podemos convertir en verdaderos monstruos.  Entonces la vida se nos complica y se nos hace difícil porque pagamos las consecuencias de olvidarnos de Dios. 

Si estamos unidos a Dios, todo lo podemos en Él. Y lo que es más importante: vivimos y nos mantenemos en el amor.  Dios sigue preocupándose siempre por nosotros, aunque nosotros nos olvidemos de Él. Dios confía en nuestra fidelidad a Él, Dios confía en nosotros, Dios espera mucho de cada uno de nosotros.  Mantengámonos siempre fieles a Dios.

La 2ª lectura de san Pablo a los Efesios nos decía: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó”. Esta es la riqueza de Dios, su misericordia, su amor infinito. 

Nosotros, los hombres, medimos las riquezas con otra medida, valoramos los bienes con una jerarquía de valores muy peculiar.  Ordinariamente ponemos por encima de todo al dinero. Y hacemos una realidad el “tanto tienes, tanto vales”. Otras veces es el aprecio, el prestigio ante los demás, el buen nombre, el aplauso, la fama. Y luchamos a costa de lo que sea por conquistar la gloria de la aprobación humana.

Pero Dios tiene una medida diversa. Él mide según el amor. Ese es el gran bien que nunca pasa. Sólo el amor queda. Por eso Dios, nunca pasa, es eterno, porque Dios es amor. Y todo el que vive y muere por amor, es verdaderamente rico, realmente dichoso.

El Evangelio de san Juan nos muestra un diálogo de Jesús con Nicodemo.  

Nos decía el Evangelio de este domingo: “Tanto amó Dios al mundo…”.

Quien no haya descubierto el amor de Dios, lo que Dios lo quiere a él en concreto, no conoce a Dios. Quien siga pensando que Dios castiga con el mal, con la enfermedad, con el sufrimiento, no conoce a Dios. Quien siga pensando que Dios se desentiende de los problemas de la gente, de las catástrofes naturales, no conoce a DiosDios nos ama. Nos lo ha demostrado como nadie lo puede demostrar: creándonos, dándonos a su propio Hijo. Dios nos ama y Dios ama al mundo. Así que nadie diga que el mundo es malo. El mundo es obra de Dios y objeto de su amor. El cristiano tiene que amar el mundo, tiene que salvarse en el mundo.

“Que entregó a su Hijo único…”Fijaos si nos quiere Dios que nos da a su propio Hijo. Nosotros manifestamos de muchas maneras el amor: dando cosas, tiempo, cariño; pues Dios nos da lo mejor de Él mismo, su propio Hijo.

“Para que todo el que cree en él no perezca,”. La finalidad de la entrega del Hijo es el amor: salvar a todos los que creen en Él. El pecado nos llevan a la muerte, el pecado actúa en contra de nosotros mismos. Cristo viene a librarnos de las consecuencias del pecado. La única condiciónque nos pone es creer en Él. ¿Qué es creer en Jesús? Aceptar su persona y su mensaje; estar dispuesto a seguirlo, a imitarlo. No se puede decir que se cree en Dios y no aceptar lo que Él dijo e hizo.

“Sino que tenga vida eterna”El amor de Dios no sólo nos libra de las consecuencias de nuestro pecado, sino que además nos da la vida eterna. Dios, como nos quiere, quiere compartir con nosotros lo mejor que tiene: la eternidad.

Si nosotros los hombres no aceptamos el amor de Dios, si no estamos dispuestos a vivir según la vida eterna que Él nos ha ofrecido; todo su amor y su esfuerzo por conducirnos a la verdadera vida quedan truncados.

¿No sé por qué los hombres de hoy tienen tanto miedo a creer en Dios? Temen perder su libertad, cuando el amor de Dios los haría plenamente libres; temen perder su razón, cuando Dios es la fuente de toda Verdad, temen comprometerse cuando Dios les ha dado todo lo que tienen. Quien está bautizado y no se decide a vivir su fe, es porque no se ha dado cuenta que Dios lo ha salvado y llenado de su amor.

No seamos ciegos; Dios es la Luz que ilumina nuestro caminar, la Verdad que nos hace libres, el Amor que nos llena plenamente nuestro interior. Sólo tenemos que arriesgarnos a creer en Él y dejarnos llenar de Él.

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