martes, 26 de diciembre de 2017


SAGRADA FAMILIA


El montaje comercial ha establecido un “día de la madre”, un “día del padre” y un “día del niño”.  La Iglesia nos propone, en este domingo dentro de la octava de Navidad, el “día de la madre, el padre y los niños”, o sea el día de la familia.  Por eso celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia.  Dios quiso que su hijo naciera y viviera durante años en una familia.

En la familia encontramos las condiciones más aptas para iniciar la vida y formar la personalidad. Si los papás viven con amor, entonces la familia es la mejor escuela para la vida y la formación de los hijos.   Son los papás, los transmisores de la vida, quienes ofrecen a sus hijos la ayuda necesaria para que éstos puedan crecer tanto física como espiritualmente.

Hoy se están dando grandes cambios en la sociedad que afecta directamente a la familia y se insiste fuertemente en una pérdida o confusión de los valores morales tradicionales, culturales y religiosos que propician la desintegración familiar.

Hoy se discute sobre cómo debe ser la familia.  Las nuevas costumbres y las modas que vivimos en nuestra sociedad hacen que afecte a la familia y por eso encontramos muchísimas personas que viven en pareja de hecho o sin el sacramento del matrimonio. Los divorcios y el erotismo que viven nuestros jóvenes son causa de esa pérdida del sentido de la familia.  Vemos también el poco entendimiento que hay entre padres e hijos, causando esto una ruptura entre generaciones; vemos también el olvido de los ancianos; el trabajo profesional de la mujer con su mayor ausencia obligada del hogar.  Existen hoy instituciones públicas y privadas que desempeñan las funciones de la familia: cuidado de los niños y su educación.  Algunos padres se sienten liberados así de tener que educar a sus hijos y piensan que esta función le corresponde a la escuela, al gobierno o a la Iglesia.

De todos estos problemas que afectan a la familia, uno de los más importantes es el trabajo profesional de la mujer, sin duda alguna legítimo y aún necesario, pero que de hecho las aleja largas horas del hogar.  Todos sabemos que el papel de la mamá es muy necesario para la formación y afianzamiento de la personalidad de los hijos. Resulta preocupante que en muchas familias los niños no encuentran en su hogar más educador que la televisión o el ordenador a través del cual buscan información, no siempre la mejor ni la más acertada, sin presencia ni ayuda pedagógica alguna. Todo esto y otras situaciones, afectan hoy a la familia.

Hemos de aceptar el papel fundamental de la familia como educadora, transmisora de valores, necesarios para consolidar la personalidad de las personas y la moral en una sociedad. Es un verdadero don el que los hijos hayan tenido unos padres dispuestos al dialogo con ellos.  No hay grupo alguno, ni grupo social mejor dotado que la familia para trasmitir los criterios, las ideas, los valores fundamentales en los que apoyar la vida personal y social de los hijos.

Qué decir de la religiosidad. La familia, que es un lugar de importancia decisiva para el afianzamiento cultural de la persona, lo es también para la iniciación en la religiosidad. La familia puede ofrecer al niño la apertura a la fe en un clima de afecto y confianza, difícil de encontrar en otro grupo. En el hogar el niño puede captar conductas, valores, símbolos, experiencias religiosas, con afecto, que es el modo más convincente y humano, en una proximidad personal en la que no cabe engaño. Si falla esto en la familia, qué difícil que los niños se abran a la fe, a pesar de la instrucción religiosa de la catequesis.

Es un don que el niño haya podido tener unos padres creyentes, a los que haya visto orar, leer con frecuencia el evangelio, tomar decisiones serias en la vida por sus convicciones religiosas. Es un verdadero don el percibir la presencia de Dios como algo valioso, porque esto hará que en los hijos se vayan despertando el sentido de Dios.

Cada familia ha de encontrar su estilo de orar y dialogar en casa: junto al niño pequeño y junto al adolescente, junto al joven y junto al adulto. Acertar a buscar el momento en el que juntos acudan a Dios, manifestando agradecimiento por la vida, por lo que tenemos y nos da, proclamando la alegría y confianza de vivir en su presencia, encontrando en Él seguridad, confianza, alegría en el vivir.

Todo esto no se puede conseguir sin amor. Sin el amor nada ni nadie puede constituir a la familia en lo que debe ser: espacio humano de encuentro y diálogo, comunión de vida, estructura de promoción liberadora, lugar de realización personal de los esposos y de los hijos.

Si muere el amor, todo está perdido; entonces la familia y la casa no es más que un hotel, un dormitorio y un encierro para todos: marido y mujer, padres e hijos.  El amor es la base y el fundamento del hogar, es la única posibilidad de vida, felicidad y progreso personal entre los miembros de la familia.

Que esta eucaristía, celebrada en estos días en los que conmemoramos el Nacimiento de Jesús, nos ayude a enriquecer nuestras familias en afecto, confianza, fidelidad entre todos los que la integran, en la fe y también en el respeto hacia todos los que se esfuerzan en vivir en familia.

 

 

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