martes, 9 de julio de 2019

XV DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
Te invito a visitar mi nueva página web donde encontrarás: homilía dominical, homilía diaria, misal diario (con oraciones y lecturas), subsidios litúrgicos para la sede, artículos de liturgia, artículos sobre la catequesis, artículos sobre Realismo Existencial, Artículos sobre el Rostro humano de Internet, Artículos y opiniones, Videos y Fotos.

La dirección web es : http://igfergon.com.mx

XV DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
Las lecturas de este domingo son una invitación a amar a Dios y al prójimo y vivir así una vida en plenitud.
 
 
La 1ª lectura del libro del Deuteronomio nos invita a poner a Dios en el centro de nuestra vida y a amarlo con todo el corazón.  ¿Cómo?  Escuchando su voz en lo íntimo del corazón. Tenemos que escuchar, prestar atención a lo que Dios nos dice, porque lo que Dios nos dice nos tiene que interesar enormemente para nuestra vida.
 
 
Ante Dios que nos habla al corazón no tengamos una postura pasiva, dejando que las palabras de Dios nos resbalen, como el agua resbala por una superficie grasosa.  Cuando Dios habla hay que escucharlo porque nos ama.
 
Escuchar a Dios significa que debemos cumplir sus mandamientos.  A veces creemos que los mandamientos de Dios están por encima de las posibilidades del hombre normal, pensamos que los mandamientos superan las fuerzas humanas.  Y creemos que sólo unos pocos superhombres pueden cumplirlos.
 
Si esto fuera así, Dios sería un monstruo, porque exigiría al hombre lo que jamás el hombre podría cumplir.  Lo que Dios nos manda que cumplamos no es algo para superhombres, no es algo inalcanzable.

 
Los mandamientos de Dios están grabados en nuestro corazón y en nuestra conciencia.  Los mandamientos del Señor nos ayudan a apartarnos del mal y hacer el bien y no son difíciles de cumplir. 
La 2ª lectura de San Pablo a los Colosenses nos presenta un himno de acción de gracias a Cristo porque Él es el centro alrededor del cual se construye la historia y la vida del creyente.
 
Para nosotros Cristo tiene que ser el centro de nuestra vida.  Nuestra vida no puede estar centrada y basada en cosas secundarias que no son el Señor.
 
Hay que estar muy atentos porque hay ídolos, poderes o incluso “santos” en quienes centramos nuestra vida y nos desviamos de Cristo.  El Señor no puede ser para nosotros solamente un hombre bueno, que dio la vida por un ideal, pero que no ocupa el centro de nuestra vida.
 

Quien quiera llegar a encontrarse con Dios no tiene otro camino que Cristo.  Quien quiera llegar a ser perfecto no puede hacerlo al margen de Cristo.  Quien quiera iniciar un camino de conversión para volver a Dios Padre, no puede hacerlo sino en Cristo y con Cristo.

 
Dejemos, pues, que Cristo habite en nuestros corazones.

 
El Evangelio de san Lucas nos ha presentado la parábola del Buen Samaritano. 
 

La pregunta del doctor de la Ley, es la pregunta que todos los hombres nos hacemos: “¿qué hacer para llegar a la vida plena, a la felicidad? ¿Cómo dar, verdaderamente, sentido a la vida?”
 
La respuesta a estas preguntas es: “haz de Dios el centro de tu vida, ámalo y ama también a tu prójimo”  Sólo desde el amor a Dios y al prójimo alcanzaremos nuestra realización plena.

 
Y ¿qué significa amar al prójimo?  Se trata de ver en cada persona, sin excepción, a un hermano y darle la mano siempre que lo necesite.  Cualquier persona con quien nos crucemos por los caminos de la vida, tiene derecho a nuestro amor, a nuestra misericordia, a nuestro cuidado.
 

Hoy, por desgracia, vivimos en un mundo globalizado pero individualista.  Nos preocupamos nada más que de nosotros mismos y no de los demás ni de Dios.  Vemos a los demás como una amenaza para nuestros intereses, e incluso en nombre del respeto a la libertad del otro, lo dejamos que “viva como quiera” “que haga lo que quiera”, aunque se esté destruyendo y acabando con su vida.
 
No podemos construir nuestra vida desde el aislamiento y la soledad, viviendo distanciados unos de otros y sin importarnos lo que ocurre a nuestro alrededor o lo que le ocurre a los que viven cerca de nosotros.
 
Cuantas veces por no complicarnos la vida, o porque así están las leyes, o porque decimos que “ellos se lo han buscado” o porque es obligación del gobierno, no ayudamos a los demás.  Lo que otros hagan o dejen de hacer no justifica nuestra pasividad.
 
No olvidemos nunca que “al atardecer de nuestra vida nos examinarán en el amor a Dios y al prójimo”.


 

 



 





 
 
 



 



 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario