martes, 16 de julio de 2019

XVI DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
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XVI DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
Las lecturas de este Domingo nos invitan a reflexionar sobre la hospitalidad y a vivir nuestra relación con Dios desde la oración y el trabajo.
 
 
La 1ª lectura del libro del Génesis nos presenta a Abraham acogiendo a tres personajes y siendo hospitalario con ellos.  Acogiendo a estos tres personajes, Abraham estaba acogiendo al mismo Dios en su casa.

 
Se ha perdido en nuestro tiempo un valor que era fundamental para nuestros padres. Ahora hay más desconfianza ante el desconocido o forastero, más desconfianza ante aquél que no es de los nuestros: solemos cerrar la puerta de nuestras casas; desconfiamos del desconocido que se acerca a nuestra puerta, limitamos nuestra comunicación con los demás, nos encerramos en nuestra casa o en nosotros en vez de salir al encuentro del que viene. Quizá esto es debido a la sensación que tenemos que no nos falta de nada,  y llegamos a la conclusión de que no necesitamos a los demás.  Pensamos que cada cual se las debe arreglar como pueda, cada uno que solucione sus problemas, pues no es nuestro problema. No nos damos cuenta de que acoger a los demás enriquece nuestra vida, nos abre nuevos horizontes, nos hace sentir el gozo de la fraternidad y nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos y con Dios.
 
Sin embargo, la hospitalidad sigue siendo una gran virtud y una gran necesidad en nuestro mundo. El acoger al hombre es dar acogida a Dios en nuestra vida.
 
En la 2ª lectura de san Pablo a los Colosenses,  san Pablo nos ha explicado los grandes bienes que le han sido dados como consecuencia de haber recibido a Jesús con fe y amor. 
 
Nos decía San Pablo que hay que corregir y enseñar para que todos lleguen a la madurez en la vida cristiana.  ¿Cuándo se puede decir que un cristiano es maduro? Las lecturas nos vienen a decir cuando uno acepta y acoge la Palabra de Dios y la cumple, cuando uno acepta la voluntad de Dios en su vida. Normalmente queremos que Dios haga lo que nosotros queremos y no nos damos cuenta que lo que tenemos que hacer es ponernos en sus manos, para que se haga su voluntad, que es nuestra felicidad.
 
El Evangelio de san Lucas nos ha presentado el episodio de Marta y María.
 
Muchas veces se ha caracterizado a nuestra época como una época de cambio, de movimiento, de ruido y de banalidad. Vivimos tan de prisa y nos llenamos de tantas cosas que al final nos quedamos vacíos.
 
La imagen de Jesús compartiendo familiarmente con los amigos, dialogando, proponiendo y dejando espacios de comunicación tendría que ser para nosotros un fuerte reclamo a las prisas, los ruidos, las carreras y el activismo que a toda hora nos come y nos quita tiempo.
 
Parecería que le tenemos miedo al silencio, a la contemplación y a la reflexión. Las palabras de Jesús a Marta son palabras también para nosotros: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria”. Lo que Jesús le dice a Marta no es que esté equivocada al hacer sus quehaceres, sino en la forma de hacerlos y en querer que María también se ponga en actividad frenética.
 
El caso de Marta y María es aprovechado por San Lucas para resaltar el valor de la escucha de la Palabra de Dios. Para conocer y amar a Jesús tiene que haber un encuentro y para el encuentro se requiere silencio, apertura y espacios.
 
Hoy en día vemos cómo las personas pueden durar horas hablando por Internet, teléfono, o Chat, pero son incapaces de comenzar una conversación a corazón abierto, frente a frente, con el hermano, el amigo, la mamá o el vecino, o con Dios. Tenemos miedo al encuentro porque todo encuentro, para bien o para mal, tiene sus consecuencias. Todos debemos confesar que en nuestra vida hemos encontrado personas que nos han marcado íntimamente.
 
Hoy Cristo nos invita a un encuentro con Él.  Y lo primero que exige Jesús para un encuentro es saber escuchar su palabra.
 
Es necesario no sólo escuchar a Jesús sino también a los otros.  Es necesario aprender a escuchar a los demás en el trabajo, en la escuela, en los grupos, a los pobres.   A veces hacemos y hacemos, pero no lo que los otros esperan de nosotros. A veces nos deshacemos en actividad pero no la importante, no la que quiere Jesús.
 
Que hoy podamos escuchar la Palabra de Jesús para después expresarla en el verdadero servicio a los hermanos.
 

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