XIX DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
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XIX DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
Las
lecturas de este domingo nos llaman a estar vigilantes en todo momento.
Nuestra fe nos enseña a descubrir al Señor en los signos de los tiempos.
Necesitamos crecer en la fe; en la búsqueda de las cosas del Señor.
La 1ª lectura del libro de la Sabiduría nos recuerda la
celebración de la pascua entre los judíos, que significaba el centro de la vida
religiosa y cultual del pueblo de Israel.
El pueblo celebra su liberación
de los egipcios, gracias a la intervención de Dios.
Hay personas que no le encuentran sentido andar
por el camino del bien, de la verdad, del amor, de la entrega de la vida. Creen
que la felicidad se encuentra en lo fácil, en la moda, en los antivalores,
más que en los valores del Evangelio y el proyecto de vida que nos propone el
Señor.
Todos los días somos presionados, sea por la opinión pública, o por la moda a vivir una vida fácil, alejados de Dios. Por eso tenemos que estar vigilantes para no
abandonar a Dios. Sólo Dios es el que
nos puede liberar, es el que se hace presente todos los días en nuestra vida
indicándonos por dónde ir para encontrar la vida plena y la felicidad.
La 2ª
lectura de la carta a los Hebreos nos ofrece testimonios de personas que vivieron
profundamente la fe en Dios y la esperanza en sus promesas Y por ello alcanzaron
la plenitud de su vida porque no quedaron defraudados.
Cuanto más confiadamente
nos abandonemos en las manos de Dios, más fuertemente gozaremos de su
presencia. Para ello se requiere una
luz especial que llamamos fe.
La fe es la luz que alumbra nuestro caminar, ya
que la fe “no es creer lo que no vemos,
sino tener la certeza y seguridad de lo que esperamos”.
Cuando nuestra fe no es fuerte y nuestra
confianza en Dios es débil, no podremos sentir la presencia de Dios en nuestras
vidas. Sin embargo, cuanto más confiadamente nos abandonemos en
las manos de Dios, más fuertemente gozaremos de su presencia porque la fe es
tener la seguridad de lo que esperamos y la certeza de que lo alcanzaremos.
El
Evangelio de san Lucas nos invita a la vigilancia, a estar preparados.
Hemos llegado a una
situación de miedo ante el futuro, a causa de la violencia y de la inseguridad
y esto hace que las personas se
encierren en sí mismas. Por eso el Señor
nos dice hoy: “No temas, pequeño rebaño”
Cristo nos dice que
no tengamos miedo, pero también advierte dónde puede crecer el mal y cuál es el
más grave peligro. El corazón se enferma cuando no vive el amor. El corazón pierde su sentido cuando se le
pegan las cosas y faltan los sentimientos. La acumulación de bienes es con frecuencia un
comportamiento casi instintivo que surge del miedo a la miseria y al futuro.
Pero no es raro que se transforme en egoísmo, en lujo en opulencia y en avaricia. A veces se quiere
acallar la conciencia dando una limosna o donando lo que ya no sirve, pero el
corazón se queda atrapado en los bienes materiales.
Los bienes no son
nuestros, son de Dios y son para toda la humanidad. San Basilio decía: “El
pan que guardas para ti, es del que tiene hambre; el manto que escondes en el ropero,
es del desnudo; los zapatos que se quedan olvidados en un rincón, son del
descalzo; el dinero que escondes, es del que tiene necesidad…”.
Los tres ejemplos que
nos ofrece hoy Jesús nos cuestionan sobre la forma de vivir nuestra vida, de
utilizar los bienes y de esperar la venida del Señor. Uno de los riesgos de nuestra vida es vivir
una vida superficial, mecánica y rutinaria. Con el pasar de los años terminamos viviendo
una vida sin sentido y empobreciéndonos espiritualmente. Estar vigilantes es despertar cada día con
ganas de vivir más y mejor y encontrar felicidad sirviendo a nuestros hermanos.
Tiempo de vigilancia y de espera significa tiempo de gozo, tiempo de trabajo,
tiempo de construcción, responsabilidad, fidelidad y tiempo de amar.
Necesitamos darnos
cuenta de cuáles son los ladrones que están robando nuestra paz, por dónde
están entrando o si nosotros mismos los hemos invitado a casa. Es triste que,
disfrazados de bienestar y comodidad, muchas veces metemos enemigos que nos
roban la paz y la armonía del hogar.
Necesitamos estar
alertas, pero también necesitamos hacer un examen muy minucioso del corazón, si
no está lleno de egoísmo; si no se han obstruido sus arterias por tanta grasa
de los bienes materiales; si no se ha endurecido por la envidia, el rencor o la
venganza. Hay que mirar los enemigos de fuera que pueden destruirnos, pero hay
que estar muy atentos a los enemigos de dentro que pueden contaminar el
corazón. Ante todos estos peligros,
escuchemos con mucha atención la invitación de Jesús a estar alertas,
pero con la seguridad y la esperanza que nos dan sus palabras: “No temas, pequeño
rebaño”.
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