martes, 13 de agosto de 2019

XX DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
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XX DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
Las lecturas de este domingo nos invitan a no sucumbir en la fe y nos recomienda que permanezcamos fieles en la lu­cha contra el pecado con los ojos fijos en Dios.
 
La 1ª lectura del profeta Jeremías nos presenta cómo la vida de Jeremías es toda una tragedia: ama a su pueblo y desea para todos lo mejor, pero tiene que anunciarles lo peor.  Sin embargo Jeremías cumple su misión y anuncia a todos la amarga verdad que le ha sido revelada.  Esto le acarrea la persecución de sus paisanos.
 
El auténtico mensajero de Dios debe siempre anunciar la verdad aunque le cueste la cárcel y la muerte. La "verdad" siempre es algo duro de pelar, acarrea más momentos de tristeza que de gozo y de alegría.  Jeremías es odiado por los ministros del rey e incluso por el mismo pueblo por quien tanto trabajó durante cuarenta años para obtener su conversión.
 
La 2ª lectura de la carta a los Hebreos se dirige a una comunidad cansada y vacilante en la fe. Los peligros a que se refiere son los de la segunda generación. Ha desaparecido el primer entusiasmo, la novedad del mensaje se ha convertido en costumbre, se dejan sentir las dificultades internas y externas y el camino de la cruz y de la resurrección se presenta como una carga pesada. La comunidad es muy distinta de lo que cabía esperar.
 
Hoy son muchos los cristianos y las comunidades inseguros en su fe. Son cristianos comprometidos, quieren instruirse, se plantean los problemas actuales, pero no saben qué camino tomar. Es el momento de aceptar la sabiduría de la cruz. Estar bajo la ley de la cruz significa, para la comunidad, soportar las tensiones y contradicciones en el interior de la comunidad, de la Iglesia, y perseverar a la espera del que da razón de nuestra fe: Cristo Jesús.
 
El Evangelio de san Lucas  nos dice hoy que la Buena Nueva es una noticia inquietante, que puede engendrar la división hasta en la propia familia.
 
Hoy por todas partes se nos quiere vender la felicidad, al precio que sea.  Pero los cristianos no nos podemos apuntar a esta oferta y más aún: nos atrevemos a decir que éste no es el camino y decimos que el camino que conduce al gozo de vivir, a la felicidad es otro.
 
La sociedad dice: “dichosos los ricos, los que ríen, los bien vestidos y considerados”; y nosotros los cristianos tenemos que decir: dichosos los pobres, los humildes, los perseguidos por causa de la justicia.   Para nosotros, sobre el pecado nada se puede edificar, porque lleva a la destrucción.
 
La felicidad llega por el camino del esfuerzo por construir un mundo justo y libre, por la lucha y por la fidelidad a las propias convicciones, por la rebelión contra el mal.  Este es un camino duro, pero extraordinariamente alentador.    Debemos tener una capacidad de resistencia infinita.  En este camino de lucha por la felicidad de todos no nos cansaremos ni perderemos el ánimo.
 
He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Nos decía hoy Jesús en el evangelio. 
 
Ser fieles a Jesús y su evangelio, buscar la felicidad por los caminos de Dios, inevitablemente trae enfrentamientos.  Estamos en un mundo de muchas desigualdades y como cristianos queremos que la situación cambie, que vivamos en un mundo justo y de acuerdo al evangelio, y esto trae la división.
 
Los poderosos de la tierra, los privilegiados no quieren perder su situación y por eso los creyentes tenemos que seguir luchando para mejorar este mundo.   Dios ha sembrado en el corazón de los hombres una semilla de vida y de bondad, de felicidad y alegría. 
 
Pidamos a Dios que esta semilla germine, fructifique y se convierta en un árbol frondoso.
 

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