XX DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
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XX DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
Las lecturas de este
domingo nos invitan a no sucumbir en la fe y nos recomienda que
permanezcamos fieles en la lucha contra el pecado con los ojos fijos en Dios.
La 1ª lectura del profeta Jeremías nos
presenta cómo la vida de Jeremías es toda una tragedia: ama a su pueblo y desea
para todos lo mejor, pero tiene que anunciarles lo peor. Sin embargo Jeremías cumple su misión y
anuncia a todos la amarga verdad que le ha sido revelada. Esto le acarrea la persecución de sus
paisanos.
El auténtico mensajero de
Dios debe siempre anunciar la verdad aunque le cueste la cárcel y la muerte. La
"verdad" siempre es algo duro de pelar, acarrea más momentos de
tristeza que de gozo y de alegría.
Jeremías es odiado por los ministros del rey e incluso por el mismo
pueblo por quien tanto trabajó durante cuarenta años para obtener su
conversión.
La 2ª lectura de la carta a los Hebreos se dirige a una comunidad cansada y vacilante en la
fe. Los peligros a que se refiere son los de la segunda generación. Ha desaparecido
el primer entusiasmo, la novedad del mensaje se ha convertido en costumbre, se
dejan sentir las dificultades internas y externas y el camino de la cruz y de
la resurrección se presenta como una carga pesada. La comunidad es muy distinta
de lo que cabía esperar.
Hoy son muchos los
cristianos y las comunidades inseguros en su fe. Son cristianos comprometidos,
quieren instruirse, se plantean los problemas actuales, pero no saben qué
camino tomar. Es el momento de aceptar la sabiduría de la cruz. Estar bajo la
ley de la cruz significa, para la comunidad, soportar las tensiones y
contradicciones en el interior de la comunidad, de la Iglesia, y perseverar a
la espera del que da razón de nuestra fe: Cristo
Jesús.
El Evangelio de san Lucas nos dice hoy
que la Buena Nueva es una noticia inquietante, que puede engendrar la división
hasta en la propia familia.
Hoy por todas
partes se nos quiere vender la felicidad, al precio que sea. Pero los cristianos no nos podemos apuntar a
esta oferta y más aún: nos atrevemos a decir que éste no es el
camino y decimos que el camino que conduce al gozo de vivir, a la felicidad es
otro.
La sociedad dice:
“dichosos los ricos, los que ríen, los
bien vestidos y considerados”; y nosotros los cristianos tenemos que decir: dichosos
los pobres, los humildes, los perseguidos por causa de la justicia. Para nosotros, sobre el pecado nada se puede
edificar, porque lleva a la destrucción.
La felicidad
llega por el camino del esfuerzo por construir un mundo justo y libre, por la
lucha y por la fidelidad a las propias convicciones, por la rebelión contra el
mal. Este es un camino duro, pero
extraordinariamente alentador. Debemos
tener una capacidad de resistencia infinita.
En este camino de lucha por la felicidad de todos no nos cansaremos ni
perderemos el ánimo.
“He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto
deseo que ya esté ardiendo! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No,
sino división. Nos decía hoy Jesús en el evangelio.
Ser fieles a
Jesús y su evangelio, buscar la felicidad por los caminos de Dios,
inevitablemente trae enfrentamientos.
Estamos en un mundo de muchas desigualdades y como cristianos queremos
que la situación cambie, que vivamos en un mundo justo y de acuerdo al
evangelio, y esto trae la división.
Los poderosos de
la tierra, los privilegiados no quieren perder su situación y por eso los
creyentes tenemos que seguir luchando para mejorar este mundo. Dios ha sembrado en el corazón de los
hombres una semilla de vida y de bondad, de felicidad y alegría.
Pidamos a Dios
que esta semilla germine, fructifique y se convierta en un árbol frondoso.
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