lunes, 13 de septiembre de 2021

 

XXV DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

Las lecturas de hoy nos hablan de que existen malentendidos y enfrentamientos entre personas cuyo comportamiento debería de ser un comportamiento perfecto.

La 1ª lectura del libro de Sabiduría, nos presenta la eterna lucha entre el bien y el mal.

La conducta del Justo (Jesucristo, Hijo de Dios) y de todos los que tratan de ser justos, siempre resulta una amenaza para los que no desean ser justos. La conducta de los buenos es como el espejo de la maldad de los malos. Los malos reaccionan maniobrando contra los buenos, calumniando o criticando, para tratar de quitarlos del medio. Esto fue así muy especialmente para Jesús, pero lo es también para todo el que trata de seguirlo a Él.

Al hombre justo lo quieren hacer callar y eliminarlo si pueden. El hombre bueno estorba. Como estorban todos los que han alzado su voz profética a lo largo de la historia denunciando injusticias o tiranías.  El hombre justo, muchas veces es despreciado en nuestro mundo porque su vida resulta como una denuncia para los que tienen mal comportamiento, por eso “lo quieren someter a prueba, lo condenarán y lo matarán”. Pero el hombre justo sale victorioso de la prueba porque Dios está con él.

La 2ª lectura del apóstol Santiago, nos enseña cómo hay muchas personas que hacen el mal, y son además presumidos que no soportan que nadie los corrija.

Vivimos en nuestra sociedad una cultura competitiva: competencia para tener más, queremos tener más que los demás; competencia en el saber, haber quien tiene más títulos; competencia en el poder; competencia en quien es más influyente, etc. A causa de esto, como nos dice Santiago, codiciamos lo que no podemos tener y acabamos asesinando.  Desgraciadamente, nos llegan noticias a diario sobre asesinatos por estas causas, y las luchas y guerras están al orden del día.

La ambición, la envidia, el orgullo, la competitividad, el egoísmo, crean divisiones y destruyen la comunidad y a las personas.

Los robos, los asesinatos y la mayoría de los males que ocurren en nuestra sociedad tienen su origen en querer tener mayor capacidad económica, ser más fuertes, ser más importantes, más respetados y no importa destruir todo lo que se interponga en nuestro camino para conseguir estas cosas.

¡Cuidado, pues, con dejarnos invadir en la vida por la ambición, la codicia, el prestigio o el poder!

El Evangelio de san Marcos nos presentaba a los discípulos discutiendo sobre quién iba a ser el primero en el Reino, quien iba a mandar allí.

Jesús los interrumpe: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Servir a todos, significa vivir según el estilo de Cristo, significa quedar el último.

Entre nosotros cuando se quiere realizar algo en serio se busca a los mejores y la norma fundamental para lograrlo es la competitividad. Hay que competir para todo, superar a los demás, demostrar que lo mío, nosotros mismos somos los primeros, lo mejor. Competitividad que se ha convertido en pensamiento único y en norma intocable para desarrollar actividades en instituciones empresariales, sociales, profesionales, culturales, religiosas. Así está organizada nuestra vida con la competición para lograr un puesto de trabajo, el poder, para ser los primeros.

Entre nosotros servir a los demás, servir al pueblo, se utiliza con frecuencia comolema y consigna para prestar unos servicios en los que se busca ante todo dinero o poder. Jesús no habla de esta servicialidad sino de un servicio sin factura ni beneficios, cuyo único beneficio es humanizar a los demás, ayudar a vivir humanamente a los demás, y humanizarse uno mismo al servir.

Pero también hay personas que se comprometen a servir a los demás.  Ponen su profesión, sus bienes, su vida al servicio de organizaciones que trabajan en lograr la justicia y la paz para todos.  Hay personas que sólo son felices sirviendo a los demás, como lo hacía Jesús.

Es posible que muchas personas se engañen a sí mismas pensando que no pueden hacer prácticamente nada por los demás.  Y no podemos olvidarnos que todos, desde cualquiera que sea nuestra situación en la vida, desde nuestra ocupación, podemos servir, ofrecer algún servicio a los demás.  Lo importante es tener las ganas y el deseo sincero de ayudar.  Hasta una buena palabra, una sonrisa pueden ser ayudas, servicios inapreciables.

En definitiva, quien quiera seguir Jesús, hoy nos lo dice, está llamado a servir como Él, voluntariamente, sin olvidar que la vida se vive intensamente solo cuando amamos, cuando regalamos, cuando servimos.

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