III DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)

Las lecturas de hoy nos piden que tengamos la fuerza y la valentía de comportarnos como lo hicieron los apóstoles, que sigamos a Cristo cumpliendo fielmente la misión que Dios nos ha encomendado. Cada uno tiene una misión que cumplir. Nos han dado una vocación. Pero no podremos desempeñarla sin la ayuda del Señor.
La 1ª lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta el testimonio que los apóstoles dan de Jesús resucitado frente a las autoridades.
El mensaje del Señor es un mensaje liberador, que no hace pactos con esquemas egoístas, injustos y opresores. El mensaje del Señor nos cuestiona nuestra forma de vida, rechaza todo lo que genere injusticia, muerte y opresión. Por eso el mensaje de Jesús es muchas veces rechazado y combatido por aquellos que quieren dominar el mundo, por aquellos que quieren oprimir a los débiles y a los pobres.
Aquellos que quieren dominar el mundo, aquellos que quieren mediante leyes injustas imponer su voluntad, estas personas no quieren escuchar el mensaje del Señor, no quieren ser cuestionados ni molestados por las enseñanzas de Jesús, por las enseñanzas de la Iglesia.
Los cristianos no podemos quedarnos mudos e impotentes, sea por miedo o por amenazas o por cualquier tipo de intimidación física o moral frente a aquellos que quieren “asesinar” el mensaje de Jesús y que quieren construir un mundo al margen de Dios, al margen de su mensaje de vida y de liberación.
Qué pena y que tristeza que haya personas que están dispuestas a obedecer a los hombres antes que a Dios; que están dispuestas a defender los oscuros intereses y a hacer alianzas con aquellos que oprimen al hombre con la “mala noticia” de la muerte, de la humillación y de la privación de los más elementales derechos humanos. Estas personas que defienden la muerte no representan la voz del pueblo, menos la voz de Dios. Sólo representan la voz de sus mezquinos intereses y por lo tanto no tenemos porqué obedecerlos.
Por ello “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” por muchas complicaciones que eso lleve consigo. ¿Para vosotros, qué es más importante: obedecer a Dios o a los hombres?
La 2ª lectura del Apocalipsis de san Juan nos presenta a los ángeles y a todas las criaturas en el cielo alabando a Cristo que recibió todo poder de la mano de Dios. Cristo es pues nuestro rey y Señor, no los políticos, no los gobernantes de este mundo.
Por ello no tengamos miedo, ya que Jesús, “el Cordero” inmolado venció la muerte y nos trajo a los hombres la liberación definitiva. No tengamos miedo porque nuestra liberación está a punto de llegar. Tenemos que revivir nuestra fe, nuestra esperanza. Hay que fortalecer nuestra capacidad de enfrentarnos a las injusticias, al egoísmo, al sufrimiento, al pecado. Sólo a Dios hay que darle nuestra obediencia, nuestro honor, nuestro poder y gloria, hoy, mañana y siempre.
Las lecturas de hoy nos piden que tengamos la fuerza y la valentía de comportarnos como lo hicieron los apóstoles, que sigamos a Cristo cumpliendo fielmente la misión que Dios nos ha encomendado.
La 1ª lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta el testimonio que los apóstoles dan de Jesús resucitado frente a las autoridades.
El mensaje del Señor nos cuestiona nuestra forma de vida, rechaza todo lo que genere injusticia, muerte y opresión. Por eso el mensaje de Jesús es muchas veces rechazado y combatido por aquellos que quieren dominar el mundo, por aquellos que quieren oprimir a los débiles y a los pobres.
Aquellos que quieren dominar el mundo, aquellos que quieren mediante leyes injustas imponer su voluntad, estas personas no quieren escuchar el mensaje del Señor, no quieren ser cuestionados ni molestados por las enseñanzas de Jesús, por las enseñanzas de la Iglesia.
Los cristianos no podemos quedarnos mudos e impotentes, sea por miedo o por amenazas o por cualquier tipo de intimidación física o moral frente a aquellos que quieren “asesinar” el mensaje de Jesús y que quieren construir un mundo al margen de Dios, al margen de su mensaje de vida y de liberación.
Qué pena y que tristeza que haya personas que están dispuestas a obedecer a los hombres antes que a Dios; que están dispuestas a defender los oscuros intereses y a hacer alianzas con aquellos que oprimen al hombre con la “mala noticia” de la muerte, de la humillación y de la privación de los más elementales derechos humanos. Estas personas que defienden la muerte no representan la voz del pueblo, menos la voz de Dios. Sólo representan la voz de sus mezquinos intereses y por lo tanto no tenemos porqué obedecerlos.
Por ello “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” por muchas complicaciones que eso lleve consigo.
La 2ª lectura del Apocalipsis de san Juan nos presenta a los ángeles y a todas las criaturas en el cielo alabando a Cristo. Cristo es pues nuestro rey y Señor, no los políticos, no los gobernantes de este mundo.
Por ello no tengamos miedo, ya que Jesús, “el Cordero” inmolado venció la muerte y nos trajo a los hombres la liberación definitiva. No tengamos miedo porque nuestra liberación está a punto de llegar. Tenemos que revivir nuestra fe, nuestra esperanza. Hay que fortalecer nuestra capacidad de enfrentarnos a las injusticias, al egoísmo, al sufrimiento, al pecado. Sólo a Dios hay que darle nuestra obediencia, nuestro honor, nuestro poder y gloria, hoy, mañana y siempre.
El Evangelio de san Juan nos presenta la tercera de las apariciones de Jesús resucitado.
Jesús resucitado nos pide que lo sigamos. A Jesús lo seguían de cerca no solamente los doce apóstoles, también lo seguían otras muchas personas. Seguían a Jesús para escuchar su palabra, para encontrar respuesta a sus problemas, para dar sentido a sus vidas.
Ser cristiano significa conocer profundamente a Jesús, tratar con Él como se trata a un amigo cercano para después poder seguirlo. A nosotros también nos llama Jesús, a cada uno. Jesús nos llama en nuestra vida cotidiana, en nuestros quehaceres diarios, como a sus discípulos, mientras pescaban; allí donde estamos podemos encontrarlo. Todos somos diferentes, las llamadas también son diferentes. Cada uno tenemos la nuestra.
¿Cómo seguir hoy a Jesucristo? El seguir a Jesús no ha cambiado. Ser cristiano es ir descubriendo poco a poco la salvación que trae Jesús, es irse identificando con los valores y el estilo de vida de Jesús. Seguir a Cristo no es buscar ningún tipo de privilegios sociales ni políticos, ni económicos, ni religiosos, ni tan siquiera salud.
En nuestra vida seguimos unos valores, unas metas, unos objetivos que son los que orientan las decisiones que tomamos. Cuando alcanzamos las metas que nos hemos propuesto nos alegramos y nos llenamos de optimismo; nuestras preocupaciones llegan cuando por nuestra limitación humana, no logramos esa meta que nos hemos propuesto.
Los valores que Cristo vivió eran valores verdaderos. Los nuestros, a veces son tan limitados y relativos. Seguir a Cristo es tratar de conocer y vivir los valores que Cristo vivió. Se trata de creer lo que Él creyó, amar lo que Él amó y esto significa, dar importancia a lo que Él dio, interesarse por lo que Él se interesó, defender la causa que Él defendió, mirar a las personas como Él las miró, acercarse a los necesitados como Él lo hizo, confiar en el Padre como Él confió, enfrentarse a la vida con la esperanza con que Él se enfrentó. Buscar a Dios que está presente en la vida, como Él lo buscó.
Hay que aprender a confiar en Dios, no en nuestras fuerzas. El Señor está ahí, en la orilla, sigue estando aquí también, con nosotros. Y una vez más el Señor nos dice “¡ánimo, volved a echar las redes!”.
Los discípulos consiguieron aquél día una gran pesca, porque se fiaron del Señor. Nosotros estamos llamados también a fiarnos de Él, a seguir echando las redes.
Que esta eucaristía nos ayude a tomarnos en serio nuestra vida cristiana, y que el Señor se manifieste en nuestro corazón para darnos ánimo y alegría.
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