lunes, 2 de mayo de 2022

 

IV DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)

Estamos en el cuarto domingo de Pascua.  Este domingo es el domingo del Buen Pastor.  El Buen Pastor es una imagen que emplea el Señor para referirse a sí mismo. 

La 1ª lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta a Pablo y a Bernabé en su actividad evangelizadora.  Son enviados por Jesús, para salvar no sólo a los judíos, sino a todos los que quieren recibir el mensaje del Señor.

Dios ha enviado a su Hijo para salvar a todos aquellos que acepten en libertad esta oferta de salvación de parte de Dios.  La Iglesia naciente, empieza a abrir sus puertas a la universalidad.  Los apóstoles no se quedan encerrados en predicar sólo a los judíos sino a todos los hombres, a todos los pueblos.  Esto crea envidias y celos por parte de los dirigentes religiosos judíos.

La Iglesia tiene la misión de cumplir con el mandato del Señor: “Id por todas partes y predicad el Evangelio”.   Hay que anunciar la salvación a todos los hombres a todos los pueblos.  Pero la misión de la Iglesia no es ganar seguidores sea como sea, para aumentar el número de sus fieles, ni para presumir de ser más que otros, ni para imponerse sobre otras religiones o culturas. La Iglesia tampoco busca hacer propaganda barata para aumentar su influencia en la sociedad, para controlar las creencias de las personas o para obtener mayores beneficios económicos.

La Iglesia católica se define, como su nombre indica, por su universalidad y ésta es la gran misión de la Iglesia, para esto existe para ser universal, porque esto es lo que Cristo le pidió a sus apóstoles: que todos los hombres de todo tiempo y lugar sepan del amor con que Dios los ama; sepan que Dios es su Padre y que quiere la felicidad de todos sus hijos; sepan que han sido elegidos por Dios para la vida eterna, de modo que la muerte no será una realidad definitiva sino el paso hacia la vida eterna, hacia la vida sin fin.

La 2ª lectura del libro del Apocalipsis de san Juan nos presenta la imagen del final de los tiempos con una nueva humanidad, formada por una muchedumbre inmensa que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, presididos por su Pastor. Todos nosotros somos llamados a formar parte de esa nueva humanidad.

Cada día, tenemos la experiencia de la alegría y de la esperanza, pero también del dolor, de la incomprensión, del miedo, del sufrimiento, de la desesperación.  Caemos en el pesimismo que nos ata y nos limita, nos esclaviza y nos impide saborear el don de la vida.

Por ello, esta lectura nos dice que hay esperanza y que no estamos condenados al fracaso, sino destinados a formar parte de esa nueva humanidad; estamos destinados a esa vida nueva y plena; a la libertad auténtica, a la felicidad total. 

Lo que necesitamos para formar parte de esa nueva humanidad es acoger la salvación que Dios nos ofrece; acoger el mensaje de Jesús y seguirlo por el camino del amor, de la entrega, para que obtengamos la felicidad plena.

El Evangelio de san Juan nos habla de Cristo, el Buen Pastor que nos da la vida eterna.

En nuestro mundo hay mucha gente que “viven sin vivir”, llenos de sufrimientos, sin norte en la vida, en definitiva, como ovejas sin pastor.  El creyente, a pesar de los problemas de la vida, se siente salvado, porque tenemos la seguridad de que nada, ni nadie, puede acabar con nosotros. Tenemos la seguridad de la victoria final.  Claro, que vamos a tener dificultades en el camino de la vida, pero, como cristianos, sabemos que no podemos hacer como muchos hacen: “viviendo sin ilusiones ni esperanzas”, porque tenemos un camino que recorrer con Cristo.

A veces, porque somos un “rebaño débil”, nos cuesta seguir al Pastor, porque seguir a Cristo Pastor no es sabernos algunas cosas de nuestra fe.  Es aceptar a Jesús, como la verdad última de la vida, como el criterio de actuación y como la única esperanza de salvación definitiva.

Tenemos que escuchar y seguir a Cristo, nuestro Buen Pastor.  “Mis ovejas escuchan mi voz”.  Hay que escuchar a Cristo que nos llama en medio de tantas voces que oímos, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna.  A veces, en nuestra vida, nos despistamos y nos dejamos seducir por voces de falsos pastores, o por pastos que no nos alimentan.  No nos dejemos engañar.  Escuchemos la voz de Cristo, una voz que sabemos que no nos miente nunca, una voz en la que podemos confiar.

Recordemos también hoy, que hay muchas personas que no pertenecen al rebaño del Señor y que hay que ayudarlas para que formen parte del único rebaño que Cristo quiere: un solo rebaño y un solo Pastor.

Hoy, la Iglesia nos pide que pidamos de una manera especial a Dios por las vocaciones sacerdotales y religiosas.  Personas que dedican su vida exclusivamente a anunciar el Evangelio.

Pidamos, pues, a Dios, que el Buen Pastor, nos guíe a la patria de la felicidad y la alegría eternas.

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