lunes, 27 de febrero de 2023

 

II DOMINGO DE CUARESMA (CICLO A)


Estamos en el segundo domingo de Cuaresma y la Palabra de Dios nos dice cuál debe ser el verdadero camino que el cristiano debe seguir.  El camino que tenemos que seguir es escuchar atentamente a Dios y llevar a cabo sus proyectos y hacer realidad los planes de Dios en nuestro mundo.

La 1ª lectura del libro del Génesis nos presenta la figura de Abraham.  Abraham es el hombre de fe, que vive en una constante escucha de Dios, que sabe leer sus señales, que acepta las llamadas de Dios y que responde a ellas con una obediencia total y con una entrega confiada en Dios.

La figura de Abraham es una llamada de atención muy fuerte para nosotros que no tenemos tiempo para buscar a Dios, ni para darnos cuenta de las señales que Él nos envía porque estamos muy ocupados en ganar dinero o en nuestros proyectos personales.

Abraham es también el hombre de la confianza en Dios.  Dios le pide que salga de su tierra y de su casa para ir a otra tierra.  Cuando nosotros escuchamos algo así, lo primero que pedimos es garantías.  Garantías para hacer el viaje, garantías de qué vamos a encontrar al otro lado, garantías de que va a mejorar nuestra situación, garantías en definitiva de que merece la pena dejar atrás aquello que en estos momentos nos da seguridad.

Abraham no pide garantías a Dios, él confió en la Palabra de Dios, por ello la fe de Abraham es puesta como ejemplo y modelo para los creyentes.

Nosotros como Abraham avanzamos muchas veces a través de lo desconocido, y debemos conducirnos únicamente por la fe y la confianza en Dios.  Nuestra vida es incierta en muchos momentos. Los planes de Dios nos desconciertan a menudo; parece que a los malvados les va mejor que a los que intentamos ser honestos; somos blancos de las envidias, de las iras, de las injusticias de nuestros enemigos; muchas veces nos vemos acosados y nos sentimos acorralados. Sólo la fe y la confianza en Dios nos ayudan a avanzar. Por muy duras que nos parezca las cosas que Dios nos pide hay que tener confianza en Dios.

La 2ª lectura de San Pablo a Timoteo nos recuerda que no debemos acobardarnos, porque Jesús camina con nosotros y Él venció a la misma muerte.

Nosotros, debemos aceptar la misión que el Señor nos ha encomendado, tenemos que dar testimonio de su Evangelio, aunque esto conlleve dificultades en muchas ocasiones.  Es cierto que el mundo de hoy vive muy al margen de Dios, pero las dificultades que nos encontremos a la hora de evangelizar nuestro mundo no pueden ser una excusa para que nosotros abandonemos nuestra misión y nuestra responsabilidad de cristianizar nuestro mundo. 

Hay que esforzarse por cumplir con la misión que Dios nos ha encomendado, a pesar de las dificultades que podamos encontrar.

El evangelio de San Mateo nos ha relatado la Transfiguración del Señor.  Jesús es revelado como el Hijo amado de Dios que viene a salvar y liberar a los hombres mediante la entrega de su vida por amor.

Los apóstoles viven una gozosa experiencia, una especie de luna de miel junto a Jesús. Sí. Están con la ilusión primera de todo lo que comienza. Siguen a Jesús y todo va bien. De pronto comienzan las dificultades, eso que nos hace decir: “Si lo llego a saber, no me meto en esta aventura”. “Yo creía que esto iba a resultar más fácil”.

Las personas y los grupos palpamos cada día esta realidad. Muchos se vuelven atrás a la primera dificultad; no soportan caminar entre rosas con espinas.

Como los discípulos, tenemos la tendencia de arrimarnos al “sol que más calienta”, para sacar “algún beneficio”.  Hay personas que se despersonalizan con tal de llegar a tener poder. Y llegan. Y cuando llegan ya no son personas, están despersonalizadas. Las consecuencias las pagarán los otros, además de ellos mismos.

Los seguidores de Jesús tenemos que aprender que al lado de Jesús no hay poder, sino servicio; al lado de Jesús no hay puestos, sino últimos puestos; al lado de Jesús no se ve todo claro, se va aclarando uno esperando que la Luz llegue más tarde. Y cuando llega, la verdad deslumbra.

Jesús elige a los más íntimos, para mostrarles, por unos instantes, que Él es el Hijo de Dios y para escuchar la voz de Dios Padre que dice: “Éste es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo”.Es decir, Dios Padre nos dice: “pase lo que pase, triunfe o esté clavado en la cruz, es mi Hijo.  No lo traicionéis ni lo abandonéis” “Escuchadlo”

Hoy se nos grita a nosotros este imperativo.  Es difícil escuchar. Muy difícil. Oímos ruidos. Mucha gente dice: “Me siento muy solo, nadie me escucha, nadie toma en serio lo que digo”. Es tremenda la soledad que viene de sentirse excluido por no ser escuchado.

“Escuchadlo” prestad atención a Dios, dad importancia a Dios, acojed la palabra de Dios. Esta es la revelación del Padre sobre su hijo. Prestar atención a Dios es “escuchar a su Hijo, el Enviado”. Ser creyente es ser oyente, ser escuchador.

Aprendamos a callar y a saber escuchar a Dios.

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