lunes, 12 de junio de 2023

 

XI DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)


En este Domingo, la Palabra de Dios nos recuerda la presencia constante de Dios en el mundo y la voluntad que Él tiene de ofrecer a los hombres, a cada paso, su vida y su salvación.

La 1ª lectura del libro del Éxodo nos ha presentado al Dios de la “alianza”, que elige a un Pueblo para establecer con él lazos de comunión y de familiaridad; a ese Pueblo, Dios le confía una misión sacerdotal: Israel debe ser el Pueblo reservado para el servicio de Dios, esto es, para ser un signo de Dios en medio de las naciones.

Vivimos un tiempo en el que no es fácil, en medio de la vorágine en la que la vida discurre, reconocer la presencia, el amor y el cuidado de Dios por la humanidad que creó. Algunos de nuestros contemporáneos llegan a hablar incluso de la “muerte de Dios”, para expresar la realidad de una historia en donde Dios parece estar totalmente ausente.

¿Es Dios quien está ausente de la historia de los hombres, o son los hombres quienes apuestan por otros dioses (esto es, otros esquemas de felicidad) y no tienen tiempo disponible para encontrarse con el Dios de la “alianza” y de la comunión? ¿Es Dios quien se ha vuelto indiferente e insensible al destino de los hombres, o son los hombres los que prefieren andar por caminos de orgullo y de autosuficiencia al margen de Dios? ¿Habrá renunciado Dios a establecer lazos de familia con nosotros, o somos nosotros los que, en nombre de una pretendida libertad, preferimos construir la historia del mundo lejos de Dios y de sus propuestas?

La 2ª lectura de san Pablo a los Romanos sugiere que la comunidad de los discípulos es, fundamentalmente, una comunidad de personas a las que Dios ama. Su misión en el mundo es dar testimonio del amor de Dios por los hombres, un amor eterno, inquebrantable, gratuito y absolutamente único.

El amor de Dios es totalmente gratuito, incondicional y eterno. No espera nada a cambio; no pone condiciones para derramarse sobre el hombre. En una época en la que la cultura dominante vende la imagen del amor interesado, condicionado y efímero, el amor de Dios constituye un tremendo desafío para los creyentes. El amor de Dios es universal. No margina ni discrimina a nadie, no distingue entre amigos y enemigos, no condena irremediablemente. ¿Nosotros, discípulos de Jesús, somos testigos de ese amor?

El Evangelio de san Mateo nos muestra una catequesis sobre la elección, la llamada, y el envío de los “doce” discípulos (que representan a la totalidad del Pueblo de Dios) a anunciar el “Reino”. Esos “doce” serán los continuadores de la misión de Jesús y deberán llevar la propuesta de salvación y de liberación que Dios hace a los hombres por Jesús, a toda la tierra.

Dios nunca se ausentó de la historia de los hombres; Él continúa conduciendo la historia de la salvación e insiste en llevar a su Pueblo al encuentro de la verdadera libertad, de la verdadera felicidad, de la vida definitiva. ¿Cómo actúa hoy Dios en el mundo? La respuesta que el Evangelio nos da es: a través de esos discípulos que aceptan responder positivamente a la llamada de Jesús y se embarcan en la aventura del “Reino”.

Ellos continúan hoy en el mundo la obra de Jesús y anuncian, con palabras y con gestos, ese mundo nuevo de felicidad sin fin que Dios quiere ofrecer a los hombres.

Jesús no llama a “especialistas” para seguirlo y para dar testimonio del “Reino”. Los “doce” representan a la totalidad del Pueblo de Dios. Es a la totalidad del Pueblo de Dios (los “doce”) a los que enviará, a fin de continuar la obra de Jesús en medio de los hombres y anunciarles el “Reino”

¿Cuál es la misión de los discípulos de Jesús? Es luchar objetivamente contra todo aquello que esclaviza al hombre y que le impide ser feliz. Hoy hay estructuras que generan guerra, violencia, terror, muerte: la misión de los discípulos de Jesús es contestarlas y desmontarlas; hoy hay “valores” que generan esclavitud, opresión, sufrimiento: la misión de los discípulos de Jesús es rechazarlos y denunciarlos; hoy hay sistemas de explotación (disfrazados de sistemas económicos productores de bienestar) que generan miseria, marginación, debilidad, exclusión: la misión de los discípulos de Jesús es combatirlos. La propuesta liberadora de Jesús tiene que estar presente (a través de los discípulos) en cualquier lugar donde haya un hermano víctima de la esclavitud y de la injusticia. ¿Es esto lo que yo intento hacer?

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