LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (CICLO B)
Celebramos hoy el día de la
Ascensión del Señor a los cielos.
Las lecturas que hemos proclamado hoy nos hablan de esa vuelta de Jesús
al Padre.
La 1ª lectura del libro de los
Hechos de los Apóstoles, nos ha narrado la Ascensión del Señor al cielo y el encargo que
nos hace a todos nosotros de continuar haciendo realidad su proyecto
liberador en medios de los hombres.
Mientras los Apóstoles miraban fijos
al cielo, dos hombres vestidos de blanco les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen
allí, parados, mirando al cielo?” Nosotros
también podemos vivir nuestra fe solo de rezos y buenos deseos, pasándonos la
vida mirando al cielo.
No podemos solamente mirar al cielo,
hemos de estar atentos también a los problemas y a las angustias
de los hombres de nuestro mundo. No podemos
ser indiferentes a las miserias, los sufrimientos y las esperanzas de
nuestros hermanos. Debemos mirar al
cielo, pero, siendo también solidarios con todos los hombres, con todos
los problemas de nuestra sociedad, trabajando codo a codo con todos, compartiendo
lo que somos y tenemos, gozando y sufriendo con los logros y errores de nuestra
generación, construyendo y edificando una sociedad mejor y más justa,
cada uno desde donde está y con lo que es.
En definitiva, tenemos que ayudar a transformar este mundo desde los
valores de Cristo y su evangelio.
La 2ª lectura de san Pablo a los
Efesios, nos invita a la esperanza. Nuestra
esperanza es vivir en plena comunión con Dios.
Pero para ello, hemos de tomar conciencia de que no estamos solos,
sino que vamos por la vida unidos a nuestros hermanos y formando parte de un
mismo cuerpo que es Cristo. En ese
cuerpo, que formamos todos, Cristo es la cabeza y vive en la Iglesia y es en la
Iglesia donde hoy se hace presente Cristo para todos nosotros.
En nuestra peregrinación por el
mundo, tenemos que tener siempre presente “la esperanza a la que hemos sido
llamados”: la resurrección. Formamos
un “cuerpo” con Cristo destinados a la vida plena y eterna.
Decir que formamos parte del “Cuerpo
de Cristo” significa que debemos vivir en comunión con Dios, pero
también significa vivir en comunión, en solidaridad con todos nuestros
hermanos, miembros del mismo “cuerpo”, alimentados por la misma
vida.
Tenemos, como cristianos, que
hacernos presentes en el mundo para llevar a plenitud el proyecto liberador de
Dios. Esta tarea de liberación estará
acabada cuando para todos los creyentes, Cristo sea “uno en todos”.
En el Evangelio de San Marcos vemos como Jesús se fue al Padre
después de una vida gastada al servicio del Reino de Dios y le deja a sus
discípulos la tarea de anunciar el Reino y transformar, renovar y hacer más
humano este mundo en el que vivimos.
La Ascensión del Señor marca el
final de la misión terrena de Cristo, pero también marca el comienzo de
nuestra misión, el comienzo de la Iglesia.
La Ascensión de Jesús nos pide a
cada persona una superación. Nos
pide que nos vayamos perfeccionando, que cada día vayamos mejorando en
nuestra manera de vivir. Por eso
nuestra vida debe ser un compromiso continuo para ser sus discípulos. Debemos ser signos vivos en medio de nuestro
mundo de que Cristo ha resucitado y este hecho ha cambiado la historia del
hombre.
Muchos hombres y mujeres se han
transformado, se han superado al acoger el Evangelio, al recibir la Palabra
de Dios; han logrado cosas imposibles, impensables. Muchos han renunciado a sus bienes; otros a
la violencia; otros al egoísmo; otros al rencor hacia sus semejantes; otros han
obtenido la salud; otros se han puesto al servicio de los más necesitados; otros
han dejado que su vida se llene de Dios y han cambiado sus actitudes
destructivas y negativas o contrarias al amor de Dios.
Aquella persona que acoge el mensaje
de Jesús y hace del Evangelio su programa de vida, encuentra que su vida
tiene sentido, encuentra que se ha llenado de Dios y muchas cosas pueden
transformarse en él.
Acoger el mensaje del Señor
significa que Dios nos ayuda a vivir este tiempo con paciencia y paz,
sin caer en el fatalismo o la desesperanza.
Hoy hay hambre y violencia en el mundo, pero hay también más conciencia
por hacerlo más humano, por luchar por una vida más justa para todos, que es el
deseo de Dios.
Que la fiesta de hoy: la
Ascensión del Señor, nos ayude a vivir en el servicio a Dios y a los hermanos
para que podamos participar un día de la gloria del cielo.