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martes, 23 de julio de 2019

XVII DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
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XVII DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
La liturgia de este domingo nos habla sobre la oración y la actitud que nosotros como cristianos debemos tener cuando oramos a Dios.
 
La 1ª lectura del libro de Génesis nos presenta a Abraham dialogando y regateando con Dios para salvar a Sodoma y Gomorra de su destrucción.
 
Con Abraham nos damos cuenta que el deseo de salvar de Dios es mucho más fuerte que la decisión de castigar.  En realidad, son los habitantes de ambas ciudades que por los excesos de su vida corrompida no dejan a Dios otra salida; ellos mismos se han autocondenado.
 
Si nos fijamos en la historia de las grandes civilizaciones, hallamos épocas de gran poder, construidas a veces sobre todo tipo de vicios, injusticias, falta de ética y de corrupción a todos los niveles, todas estas cosas han sido la ocasión para el derrumbamiento, el hundimiento hasta la desaparición de aquellos imperios.
 
Hoy día tenemos que tener los ojos abiertos y un espíritu crítico ante las deficiencias y pecados de nuestra sociedad.  Estamos en un punto de nuestra historia muy parecido a Sodoma y Gomorra.  Comprobamos, con dolor, que cada día hay más y más personas que ven el pecado como algo normal.  Nada ven como pecado. 
 
Hay que rezar cada día para que esta sociedad cambie y se acerque más a Dios.
 
La 2ª lectura de san Pablo a los Colosenses es una catequesis sobre el Bautismo.
 
Por el bautismo nos incorporamos a la muerte y resurrección de Cristo: morimos al pecado para renacer como hijos de Dios.  Nos incorporamos también a formar parte de una comunidad parroquial, ya no somos seres aislados y solitarios formamos parte de la gran familia de los hijos de Dios.
 
El Evangelio de san Lucas nos presenta a los discípulos pidiéndole a Jesús que los enseñe a orar.
 
Parecería extraña y fuera de lugar en nuestros tiempos la súplica de los discípulos que piden: “Señor, enséñanos a orar”. ¿Por qué orar en nuestros tiempos? ¿Tendrá sentido la oración en un mundo tan lleno de ciencia y de técnica que parece que ya todo lo sabemos, todo lo podemos y todo lo prevenimos?
 
Hoy más que nunca necesitamos hacer la misma petición a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”. Y no tanto porque necesitemos oraciones o novenas que como ritos mágicos nos alcancen el favor que estamos pidiendo; no padrenuestros dichos corriendo para cumplir con las obligaciones de un rito. 
 
Orar es ponerme frente a Dios. Sin más preocupaciones.  Nosotros que tenemos tantas actividades y nos hemos llenado de preocupaciones y evasiones, debemos  aprender a “estar” calladamente delante de Dios que sabemos que nos ama. No es posible vivir la fe cristiana ni nuestra vocación humana sin orar.
 
Al rezar hemos de invocar a Dios como “Padre nuestro”.  Dios es ese Padre bueno que siempre nos escucha.  Pero además al decir Padre nuestro estamos saliendo de nuestro individualismo, estamos reconociendo en todo hombre la misma dignidad de ser hijos de Dios. 
 
No podemos decir que Dios es Padre “nuestro”, si damos la espalda y rechazamos la construcción del Reino de Dios que se hace con todos los hermanos; no podemos pedir que se haga la voluntad del Padre buscando injustamente sólo nuestros intereses a costa del dolor de los hermanos.
 
Pedir el pan es dejar a un lado las ambiciones egoístas que nos llevan a esconder y acumular los bienes de todos, haciendo sufrir y creando estructuras injustas que empobrecen a muchos hermanos nuestros. Pedir el pan de cada día es confiar en la Providencia y tender la mano abierta a compartir el pan que hoy Dios mi Padre me ha regalado.
 
Perdonar y ser perdonados.  No hay peor cosa que el rencor, la envidia, la mentira, la injusticia y la venganza. Necesitamos purificar nuestro interior y pedir que alcancemos la gracia de estar en paz tanto con los que nos han ofendido como con aquellos a quienes hemos ofendido nosotros.
 
Hoy necesitamos aprender nuevamente el Padre Nuestro, aprender a recitarlo y a vivirlo, hacer vida cada una de las palabras contenidas en el Padre Nuestro.