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martes, 22 de enero de 2019

III DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)
 
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III DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)
 
 
Las lecturas que acabamos de proclamar nos hablan hoy de la importancia que debe tener la Palabra de Dios en nuestra vida.  La Palabra de Dios que proclamamos cada domingo no es sólo para escucharla sino para hacerla vida.
 
La 1ª lectura de Nehemías nos dice cómo el pueblo de Israel había perdido el libro de la Palabra de Dios.  Cuando el Libro fue encontrado, se reunió el Pueblo, escuchó la Palabra de Dios,  y se emocionaron ante la lectura y los comentarios a la Palabra de Dios que hacía el sacerdote Esdras.
 
La Palabra de Dios es la fuente de comunicación de Dios con nosotros.  Cuando se proclama la Palabra de Dios hemos de estar atentos, escuchándola, para recibir lo que Dios quiere comunicarnos y no estar distraídos o con falta de interés por llegar al principio de la Misa donde se proclama esa Palabra de Dios.
 
Hay que estudiar y conocer la Biblia para que la Palabra contenida en ella se convierta en norma de conducta en nuestra vida, y hay que venerar la Biblia para darnos cuenta que en ella está contenida la mismísima voz de Dios, que se hace presente en su lectura y proclamación.
 
Nosotros, como cristianos, no podemos dejar de conocer las Sagradas Escrituras, no podemos no estudiarla, no podemos no rezar con ella, no podemos ignorarla, porque las Sagradas Escrituras son la norma de nuestro comportamiento.  Quien no conoce las Escrituras no puede decir que conoce a Dios.
 
Hay muchas personas que no conocen la Palabra de Dios, para otros la Biblia es sólo un libro más para ocupar nuestras librerías.  Su lectura no nos dice nada y, a veces, ni nos interesa.
 
Dios habla, habla a través de la Biblia, habla en la Misa.  Por eso, quienes no vienen a Misa se están perdiendo escuchar más intensa y eficazmente la Palabra de Dios.
 
Dios nos habla.  Hay que escucharlo con atención y poner en práctica lo que nos dice.
 
La 2ª lectura de San Pablo a los Corintios sigue insistiendo, como el domingo pasado, en la unidad de la Iglesia y la comunicación y solidaridad que debe existir entre todos los miembros que formamos la Iglesia.
 
Cuando hablamos de Iglesia, muchos la entienden como el Papa, los obispos y los sacerdotes, sin embargo, la Iglesia somos todos los bautizados.  Al igual que en un cuerpo humano, cada miembro tiene una función, así en la Iglesia todos y cada uno tiene una función que desempeñar por muy pequeña que sea. En un cuerpo toda parte es importante, pero cada una tiene su función. En la Iglesia todos somos necesarios.
 
El Evangelio de San Lucas nos presenta en resumen la misión de Jesús en este mundo.
 
La palabra Evangelio significa “Buena Noticia”.  Jesús es la “Buena Noticia” porque Dios lo ha enviado para anunciar que es posible la libertad para todos aquellos que se sienten esclavos del mal.  Dios lo ha enviado para devolver a los ciegos por el pesimismo y el cansancio la visión y la esperanza en un mundo nuevo y mejor.  Dios lo ha enviado para ofrecernos su amor y su amistad.  Esta es la gran noticia que Dios nos ha dado.
 
A Dios no le agrada el sufrimiento, no le gusta que en este mundo unos hombres hagan sufrir a otros.
 
No habremos entendido el mensaje de Jesús, si no nos damos cuenta que habiendo riquezas en abundancia en este mundo y medios para que todos tengan lo necesario para vivir con dignidad, haya tantas personas olvidadas, injustamente tratados, viviendo en la miseria, sin tener lo necesario para vivir una vida digna.
 
No podemos organizar nuestra vida como si estas personas no existieran, como si este mundo no pudiera mejorar.  Por ello, Jesús nos llama a quitar el sufrimiento de los pobres.  Ser pobre, ser oprimido, no es bueno, va contra la dignidad de la persona humana.
 
Dicen los analistas mundiales que estamos viviendo, a escala mundial, una falta de ética y solidaridad en los dirigentes mundiales porque no hay avances en materia de justicia y cada día hay más personas que pasan hambre y son analfabetas. 
 
Vivimos rodeados de muchos a quienes importa muy poco el sufrimiento de los demás.
 
Hagamos hoy nosotros, como nuestro, el programa de Jesús y trabajemos por construir una sociedad más justa y humana basada en las Palabras de Jesús.