HOMILÍAS PARA EL IV DOMINGO DE ADVIENTO Y NATIVIDAD DEL SEÑOR. (CICLO A)
IV DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)
Con este domingo se cierra el ciclo litúrgico de Adviento.
La Palabra de Dios nos ha ido preparando durante todo el Adviento para que la
Navidad no sea una fiesta vacía y sin sentido, sino que nos sirva para
renovar nuestro encuentro y nuestro compromiso con Jesús.
En la 1ª
lectura, del profeta Isaías, Dios dialoga con
Ajaz y le dice que le pida una señal.
Pero el rey no tiene interés en pedirle algo a Dios. En realidad, le
trae sin cuidado lo que Dios diga. Ajaz vive de espaldas al designio divino
y no cuenta con Dios en sus planes.
No resulta difícil encontrar un paralelismo entre esta situación y
nuestra situación social actual. Nuestra sociedad vive de espaldas a
Dios. Como Ajaz, no ama a Dios, no le interesa, mira para otro lado, no
quiere saber de Dios porque lo ha expulsado de su vida.
Ajaz confiaba más en la seguridad de los ejércitos extranjeros que en
Dios. ¿En qué pone el hombre de hoy su confianza y su esperanza? Para que
tengamos una sociedad más justa y fraterna, ¿es en los políticos en quienes
podemos confiar? Para sentirnos seguros y confortables, ¿es en el dinero en
quien hemos de confiar? Para evitar la enfermedad y la muerte, ¿debemos confiar
solamente en los nuevos medicamentos o en los progresos de la medicina?
Ajaz no quiso o no supo “leer” los “signos” que Dios
colocó delante de sus ojos, no consiguió realizar la elección acertada y acabó
conduciendo a su Pueblo por caminos de muerte y de desgracia. Esto nos sitúa
ante el problema de las “señales”; un error en la lectura del radar
puede destrozar un avión o un navío; una falla en la señalización luminosa,
causa un desastre.
¿Estamos atentos a las “señales” que Dios coloca en el camino de
nuestra vida a través de los cuales nos indica el camino a seguir, o caminamos
en una alegre inconsciencia, a favor de corriente, desviándonos por atajos que
nos apartan del objetivo y que nos hacen sufrir? ¿Confiamos de verdad en Dios?, o ¿buscamos
soluciones por otro lado al margen de Dios?
La 2ª lectura
de San Pablo a los Romanos nos lleva a
descubrir que nuestra vocación y el verdadero reto que tenemos como cristianos
es llevar a toda persona la Buena Noticia de la Salvación, es decir,
todos debemos proclamar el Evangelio.
Ser apóstoles del Señor, ser cristianos no es una carga, sino una
gracia, un verdadero privilegio, ya que Dios nos ha escogido para
realizar la obra de la salvación.
Anunciar el Evangelio, tarea que todos debemos hacer, hay que hacerlo
con amor y con espíritu de servicio.
El evangelio de
San Mateo nos ha narrado la “anunciación a san
José”.
En la anunciación a san José el ángel le pide que le ponga al niño Dios
el nombre de Jesús, porque Él es el Emmanuel, es decir el Dios
con nosotros.
Dios está con nosotros. Está con los que lo invocan y con los que lo
ignoran, pues habita en todo corazón humano, acompañando a cada uno en sus
gozos y sus penas. Nadie vive sin su bendición.
Dios está con nosotros. No grita. No fuerza a nadie. Respeta siempre. Es
nuestro mejor amigo. Nos atrae hacia lo bueno, lo hermoso, lo justo.
En Él podemos encontrar luz humilde y fuerza vigorosa para enfrentarnos a la
dureza de la vida y al misterio de la muerte.
Dios está con nosotros. Cuando nadie nos comprende, Él nos acoge.
En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En la debilidad y la
impotencia nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la vida, a cuidarla
y hacerla siempre mejor.
Dios está con nosotros. Está en los oprimidos defendiendo su dignidad,
y en los que luchan contra la opresión alentando su esfuerzo. Y en todos está llamándonos
a construir una vida más justa y fraterna, más digna para todos, empezando por
los últimos.
Dios está con nosotros. Despierta nuestra responsabilidad y pone en pie
nuestra dignidad. Fortalece nuestro espíritu para no terminar esclavos de
cualquier ídolo. Está con nosotros salvando lo que nosotros podemos echar a
perder.
Dios está con nosotros. Está en la vida y estará en la muerte. Nos acompaña
cada día y nos acogerá en la hora final. También entonces estará abrazando
a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida eterna.
Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos los cristianos en las
fiestas de Navidad. Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría en
nuestras vidas.
Hermanos, preparemos la Navidad, preparemos nuestra propia Navidad, la
de cada uno de nosotros, dejemos que la Palabra de Dios, crezca en nuestro
interior hasta que un día ilumine con todo su resplandor nuestra vida.
Si dejamos que Jesús nazca en nosotros seremos mucho más felices y
ayudaremos a ser felices también a quienes nos rodean.