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martes, 17 de septiembre de 2019

XXV DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
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XXV DOMINGO ORDINACIO (CICLO C)
 
Las lecturas de este domingo son una llamada de atención a nuestra conciencia para que aprendamos a poner tanto el dinero como los demás bienes materiales en su justo lugar y que sepamos hacer de ellos un uso adecuado.
 
La 1ª lectura del profeta Amós es una denuncia contra todas aquellas personas que sin ningún tipo de escrúpulos se enriquecen a costa del pobre.
 
Una de las constantes en la historia de la humanidad es que hay gente que engaña a los demás para su propio beneficio.  La corrupción está, por desgracia, muy presente en nuestro mundo.  Hay gente que cobra más de la cuenta; aumentan los precios; utilizan pesos con trampa. Cuantas veces nos venden como bueno un producto que en realidad es malo.
 
Cuánta especulación no se hace con los productos de primera necesidad.  Pensemos lo que sucede con los medicamentos, indispensables para combatir las enfermedades y que son vendidos a precios que no los pueden comprar muchas personas.
 
Pensemos también en todos esos productos adulterados, que algunos comerciantes venden y que ponen en peligro la salud de las personas.
 
Pensemos en los bancos, cuantas veces obtenemos un crédito y cuánto dinero más hemos de pagar por ese crédito que nos han dado.  ¡Cuánta impunidad hay, porque la explotación está legítimamente organizada!
 
Cuántas personas hay que pisotean al pobre, lo compran por dinero y como hay necesidad de trabajar se explota al trabajador con sueldos mínimos.
 
Pues Dios, nos dice hoy el profeta Amós, no soporta la injusticia y la opresión.  Dios no está del lado de los opresores, y cualquier injusticia contra el prójimo es un crimen contra Dios.
 
La 2ª lectura de San Pablo a Timoteo nos recomienda que recemos por todos los hombres, para que todos se salven.
 
Hay que rezar, pero no solamente rezar por nosotros, por la solución de nuestros problemas, o rezar sólo por nuestra familia, hay que rezar por todos: conocidos y desconocidos, amigos y enemigos, buenos y malos.  No es posible rezar y al mismo tiempo, sentir odio, división, intolerancia.
 
Cuántos males existen hoy porque no rezamos suficientemente; cuánto odio, envidia y divisiones porque no rezamos suficientemente.  Debemos orar por todos como lo hacia Jesús.
 
El Evangelio de san Lucas terminaba diciendo: No podéis servir a Dios y al dinero”.
 
El mundo en el que vivimos ha convertido al dinero en un dios, y para algunos en el dios fundamental y todo lo demás deja de tener importancia.  Para ganar más dinero, hay personas que trabajan doce o más horas al día, y prescinde de la familia y de los amigos.
 
Por dinero, hay quien no le importa sacrificar su vida y la de los demás y venden drogas y armas que matan.  Por dinero, hay quien es injusto y explota a sus trabajadores.
 
¿Qué seríamos capaces nosotros de hacer por dinero?
 
Frente a servir al dinero, Jesús nos dice que hay que servir a Dios.  Servir a Dios, consiste en pasar por la vida haciendo el bien a los demás.
 
Dios quiere que todas las personas tengamos lo necesario para vivir con dignidad, el problema es que nuestra única meta en la vida sea hacer dinero, acumular dinero, cuando hay quienes no tienen lo suficiente para vivir con dignidad.
 
El vivir para hacer dinero es convertirse en siervo, en esclavo del dinero y por lo tanto dejamos de ser servidores de Dios.
 
No olvidemos que somos administradores de los bienes que poseemos y que las riquezas deben servir para que todos tengan lo necesario.  Si somos administradores, debemos usar los bienes que poseemos para cubrir las necesidades de todos, no solamente nuestros deseos personales.
 
Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos y vivir, al mismo tiempo, sirviendo al dinero, esclavo del dinero y del propio interés. Sólo hay una manera de vivir como hijo de Dios, es vivir como hermano de los demás. El que vive al servicio de sus bienes, dinero e intereses, no podrá preocuparse de sus hermanos y no podrá por tanto, vivir como hijo fiel de Dios.