NOCHEBUENA, NAVIDAD Y SAGRADA FAMILIA
MISA DE NOCHEBUENA (CICLO C)

¡Feliz Noche!, ¡Feliz Navidad! Son las palabras más repetidas hoy. En medio de la noche, en la plenitud de los tiempos, ha aparecido la salvación de Dios. Esto, hermanos, se convierte esta noche, en el centro, la novedad y en la gran noticia que debemos dar al mundo: ha nacido Dios.
Navidad para los que no creen puede ser motivo de borrachera y vandalismo, para nosotros no. Navidad es Dios hecho carne de nuestra carne, como un hermano de sangre. Un hermano tan hermano de cada uno de nosotros que se toma la libertad de sentarse en la silla junto a la mía y decirme que es hermano mío, y que tiene otros hermanos que lo son también míos. Nos da su Padre, que lo es también mío.
En la oscuridad irradiando luz celeste, en un pesebre, encontramos la razón de estas fiestas. El amor de Dios nos hace reunirnos como familia; el amor de Dios nos hace preparar comida especial; el amor de Dios nos lleva a exteriorizar, en luces y estrellas, nacimientos y en árboles de navidad, la alegría que llevamos dentro: ¡Ha venido a nuestro encuentro el Señor! ¡Ha nacido el Salvador!
En la apariencia de un niño, un simple niño, Dios despliega el gran secreto que nos trae esta noche santa: un amor sin condiciones al hombre.
En la humildad de un pesebre, Dios, comparte también la pobreza del ser humano. Siendo rico quiso hacerse como uno de nosotros. Pudo presentarse en carroza; lo hizo en una fría cueva; pudo revelarse anticipado por trompetas y ejércitos celestiales, quiso hacerse presente, rodeado de un pequeño grupo de pastores.
Ese niño Dios que nace esta noche, toma nuestra condición, “se hace hombre para divinizarnos a nosotros”. Ahora Jesús viene a nosotros y podemos descubrirle en los pobres y necesitados. Muchas veces no le queremos ver cuando llama a nuestra puerta, lo rechazamos como fueron también rechazados José y María. Este el gran drama del hombre: el rechazo de Dios y del hermano.
Dios se hace hombre sin demasiada publicidad. Es significativo ver cómo tuvieron que ir fuera de los muros de la ciudad, cómo los primeros que se dieron cuenta del nacimiento del Niño Dios fueron los excluidos de aquella época, los pastores. Los que reciben la noticia del nacimiento de Jesús son los pastores, los cuales tenían muy mala fama en el Israel de tiempos de Jesús, casi se les consideraba delincuentes.
Mucha gente no se enteró de ese Nacimiento. Y esa elección de los pastores ya marcaba el deseo de Dios de acercarse a los “malos” y hacerlos “buenos”. Siempre ha querido estar cerca de los humildes, de los pequeños, de la gente alegre que acepta sin reservas un mensaje de paz y alegría.
Hoy María y José siguen llamando a nuestra puerta.
Dios se acerca al hombre hasta el punto de hacerse uno de ellos. Pero sólo los humildes, los pastores, fueron capaces de descubrirlo. El misterio de la Encarnación, es el misterio del Amor de Dios al hombre. Demos gracias a Dios en este día de Navidad por el Niño-Dios hecho hombre por nosotros.
¿Sientes que ha nacido el Salvador por ti? ¿Sabes que Dios se hace pequeño por ti? ¿No te da escalofríos el pensar que Dios se ponga a tu misma altura?
Esta noche, es igual pero es distinta; parece como si las guerras se detuviesen. Como si los hombres, teniendo a Dios más cerca que nunca, entendiesen que hay más razones para el amor que para el odio; más para la justicia que para la injusticia; más para la paz que para la guerra.
¡Ha nacido el Salvador! Y, como los pastores, no podemos hacer otra cosa sino adorarlo. ¿Y cómo hacerlo? ¿De qué manera? Humillándonos. Dejando bien guardados los rebaños de nuestros egoísmos y egocentrismos; de nuestras envidias y luchas; de nuestras cobardías e incredulidades.
Lo que nos dice la Navidad es que Cristo, el Salvador, está aquí para nosotros. El misterioso mensaje del nacimiento de un Niño en Belén a quien se llamó –y es– “Salvador del mundo”
Esta noche, cuando nuestros corazones buscan abrirse para celebrar el nacimiento de Jesús, vale la pena preguntarnos qué fue lo que Dios vio, palpó y escuchó en el corazón humano que lo movió a hacerse como nosotros y traernos la salvación.
¿Qué vio Dios en nosotros? Dios vio en nosotros, mujeres y hombres, merecedores de su salvación. Dios vio en nosotros mujeres y hombres merecedores de Su Amor, de Su Vida, merecedores de ser amados y perdonados, merecedores de Su Vida Eterna. Dios nos vio, nos palpó y nos escuchó y de Su Corazón solo pudo salir un amor sin límites.
Celebramos esta noche que a pesar de que somos frágiles y débiles, somos merecedores del amor de Dios. Somos lo suficientemente buenos ante los ojos de Dios para que Él vuelva a nacer una vez más en nuestro ser.
¡Ha nacido el Salvador! Y, este gran misterio de Fe, lo hemos ido preparando en estas cuatro semanas de adviento. Ha sido un tiempo de esperanza, de vigilancia y de preparar nuestros sentimientos y nuestros corazones para que, el Señor, no pase de largo esta Navidad.
MISA DE NAVIDAD (CICLO C)
Hoy, hace 2021 años, en Belén de Judá, en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada, de María Virgen, esposa de José el Carpintero, de la casa y familia de David, nació Jesús, Dios verdadero y hombre verdadero. Él es el Salvador que los hombres esperaban.
Aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. No lo busquéis disfrazado con otros ropajes, ni en otros sitios que no lo vais a encontrar. Envuelto en pañales y en un pesebre, esa es la señal que dieron los ángeles. Un Dios pobre y que vive cercano a los pobres.
Hace 2021 el mundo vivió la primera Navidad. El Mesías, anunciado por miles de años, había llegado por fin al mundo pero no mostrando su majestad y su poderío como se esperaba. En vez de eso, llegó revestido de pobreza en un pesebre. En ese momento de su nacimiento, ni siquiera las autoridades locales sabían que había llegado al mundo el Rey de Reyes.
Desde entonces Dios vino a nuestra tierra, a caminar por nuestros caminos, a compartir el pan y las penas, las alegrías y tristezas, a contarnos historias que ayudan a vivir con sentido y a morir con esperanza, a pedirnos que seamos dichosos y felices, a decirnos que no somos esclavos, somos hijos del Padre Dios que nos quiere con locura.
Desde entonces, el amor de Dios sigue presente en el mundo entero, para cada hombre y cada mujer, cada anciano, cada niño, cada joven, que quiera aceptarlo.
Desde entonces, nosotros, cada uno de nosotros, somos llamados a dar testimonio de su amor en la familia y en el trabajo, en barrio y en el pueblo, en los grupos y asociaciones, y en la labor al servicio a los que sufren cerca de nosotros o en cualquier lugar del mundo.
Desde entonces, hace hoy 2021 años, el perdón, la misericordia, la salvación de Dios se sigue derramando inagotablemente sobre cada uno de nosotros y sobre toda persona.
Nosotros, que hemos experimentado la cercanía de Jesús en nuestra vida: hemos de ser mensajeros y testigos del amor nacido en Belén. Hemos de anunciar por los caminos de la vida esta Buena Noticia, para que el mensaje de la Navidad sea luz y salvación para todos.
Alegrémonos. Celebramos la Buena Noticia, la mejor noticia de toda la historia de la humanidad: el Nacimiento de Jesús de Nazaret. Que suene la fiesta, que nazca la paz y la alegría en el corazón de todos los hombres y mujeres de Buena voluntad, que canten los oprimidos, que se alegren los tristes, que se llenen de gozo los que andan perdidos en la noche de las penas y la angustia. Porque Dios está con nosotros, es un Dios cercano que ama y que nos salva y quiere que todos tengamos en Él vida plena.
Es cierto que las fiestas de Navidad son días de alegría para disfrutarlos y celebrarlos. Pero también es cierto que siempre debemos recordar a quien debemos esta gran festividad, quien debe estar en el centro de esta fiesta. Navidad es primeramente la celebración del nacimiento del Verbo Encarnado, el Príncipe de la Paz. Y durante estas fechas tan señaladas, debemos tratar que en nuestras casas, entre nuestros familiares y entre nuestros amigos, reine la paz mucho más que la opulencia.
En muchas casas, esta Navidad no estará Dios. Para las personas que no celebran la Navidad con Dios, estos días pueden parecer vacíos y ruidosos. No experimentarán la plenitud del amor y la paz que el nacimiento de Nuestro Señor entre nosotros debe traernos. En una palabra, para esas personas son fiestas tristes y aburridas. Pero para nosotros, los cristianos, deben ser fiestas de oración y de unidad. Nosotros sabemos que esas dos cosas son las que nos traen la verdadera felicidad y la paz duradera.
Solamente recordar que en un día como hoy, hace 2021 años nació nuestro Salvador, es suficiente motivo para alegrarnos. La venida del Mesías constituye, en sí, el hecho central de las fiestas navideñas. Cristo vino a traernos el regalo más precioso de la vida, la salvación.
Hoy, lo irrelevante para el mundo (lo casi invisible), cobra importancia. El Dios de los cielos se deja tocar, acariciar, besar, adorar por todos nosotros. Para nosotros, este acontecimiento de la Navidad, no es algo del pasado. No ha quedado olvidado en un pesebre con telarañas de más de 2021 años. ¡Dios ha nacido! ¡Dios nace en cada persona que lo busca! ¡En las personas que, como los pastores, saben dejar algo de sí mismas y buscar al Dios escondido en la humilde figura de un niño recién nacido!
¿Dónde tienes tú a Dios? ¿Cómo lo vives? ¿Has hecho de tu corazón un pesebre para que Dios nazca?
Dios, que es amor, quiere un lugar donde vivir. Un rincón donde ese amor se pueda cuidar, crecer y prolongarse a través de nosotros en los demás. Esa habitación, ese pesebre es el corazón de los creyentes.
¡Sí, hermanos! ¡Feliz Navidad! Porque Dios se ha puesto a nuestra altura, a nuestro alcance para que comprendamos la gran vida que nos espera en el cielo.
Día de Navidad. Día de felicitar a Dios por el alumbramiento de su Hijo. Día de felicitar a María por darnos a Jesucristo, camino y garantía de salvación. Día de felicitarnos mutuamente porque un Niño se nos ha dado, porque contamos con un hermano que compartirá nuestros gozos y nuestras miserias, nuestros dolores y nuestros éxitos, nuestros sufrimientos y nuestras alegrías. ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Nacimiento de Cristo!
SAGRADA FAMILIA (CICLO C)

El domingo siguiente al día de Navidad, se celebra la fiesta de la Sagrada Familia. José, María y Jesús son ejemplo para nuestras familias, por ello hoy las lecturas nos ofrecen indicaciones prácticas para ayudarnos a construir familias felices.
La 1ª lectura del libro del Eclesiástico nos habla de la bendición que trae consigo una buena relación entre padres e hijos.
Los hijos deben respetar, honrar y servir a sus padres, lo mismo que se debe hacer con Dios. El respeto a los padres es fuente de las mejores bendiciones y gracias que Dios nos puede dar.
Los padres son instrumentos de Dios creador. ¿Somos agradecidos con nuestros padres porque nos han dado la vida? ¿Les demostramos nuestra gratitud?
Hoy se lucha mucho por los derechos humanos y la dignidad de las personas, pero hoy es cuando más personas ancianas se encuentran marginadas, abandonadas, solas, por la misma sociedad y por los mismos hijos. ¿Cómo puede haber hijos que se “deshagan” de sus padres, de aquellos que fueron, para nosotros, instrumentos del Dios creador y fuente de vida?
Hoy como ayer, el respetar, honrar y ayudar a los padres es grato a los ojos de Dios.
La 2ª lectura de san Pablo a los Colosenses nos presenta la familia como el lugar donde debe existir la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, la ayuda mutua, el perdón y el amor.
La familia, al igual que la comunidad cristiana, no tiene una vida sin problemas, sin faltas, sin pecados. En la familia por ser humana existe esos defectos. Pero ante los problemas y dificultades que puedan surgir en la familia hay que poner en práctica las virtudes cristianas del amor, la comprensión y el perdón como fuente de armonía y de paz entre todos los miembros de la familia.
Una familia en la que reine el amor, como en la familia de Nazaret, estará colaborando eficazmente en la formación de una sociedad más fraternal y pacífica.
El Evangelio de San Lucas nos presentaba el episodio del Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
La Sagrada Familia es ejemplo para nosotros porque supieron enfrentar las dificultades y los problemas buscando soluciones en el amor mutuo y en la fe en Dios.
La familia cristiana tiene que recuperar hoy los valores familiares como son: fidelidad, obediencia, respeto mutuo entre los padres y los hijos. Por desgracias estos valores familiares cristianos no se promueven mucho hoy ni en la familia ni en la sociedad.
La familia cristiana tiene el deber sagrado de transmitir la fe a sus hijos. Los papás deben ser los primeros que enseñen a sus hijos a rezar, y a rezar juntos papás e hijos; deben ser los que acerquen a sus hijos a los sacramentos, a la vida de la Iglesia.
La familia es la estructura idónea para venir al mundo, para crecer, para educarse, y ello porque se hace en el amor, desde el amor y mediante el amor. La mejor manera de acoger a un niño que acaba de venir al mundo es por medio del amor. Su crecimiento y su progreso en el conocimiento y la educación son óptimos cuando tienen su fundamento en el amor. Su relación con los demás y con su entorno irá siendo más adecuado cuanto más enraizado esté en el amor que recibe de sus más allegados.
Psiquiatras y psicólogos coinciden en afirmar que un niño crece más sano y de adulto es más estable cuanto mayor es el amor que ha recibido desde su infancia hasta su adolescencia y juventud. Un niño sonríe cuando ha visto sonreír a su madre, cuando ha visto sonreír a los que lo rodean.
Educar sólo es posible desde el amor. El amor fue, es y será siempre el alma de la familia. Pero vivir el amor es una asignatura difícil de aprobar porque no consiste sólo en recibir, sino que es entrega y sacrificio para hacer feliz al otro. Y el espacio por excelencia para crecer en el amor es la familia.
Sin familia, no sabríamos convivir con nadie. Sin familia, los niños son unas víctimas de todas las crueldades de las que el ser humano es capaz. Pero sin Dios, la familia crece sin un amor estable, duradero, fiel, entregado y sufrido.
Este tiempo de Navidad cobra un especial protagonismo la Sagrada Familia como modelo y espejo donde deben mirarse las familias cristianas.
Que Dios bendiga en este día a todas las familias cristianas, que las haga crecer en el amor y vivir según el ejemplo de fidelidad de la Sagrada Familia. Que auxilie a los padres, les dé sabiduría y acierto con los hijos, unidad creciente ente ellos, un amor que no se acabe nunca, capacidad de entrega y de sacrificio y que les dé también el premio de ver recompensados sus desvelos.