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jueves, 26 de diciembre de 2019

HOMILÍAS PARA LA SAGRADA FAMILIA Y SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. (CICLO A)
 
LA SAGRADA FAMILIA (CICLO A)
 
En este último domingo del año celebramos una fiesta entrañable. En el ambiente de la Navidad tenemos un recuerdo de la familia de Jesús, María y José en Nazaret. No sabemos muchas cosas de su vida. Pero una sí es segura: Jesús quiso nacer y vivir en una familia, quiso experimentar nuestra existencia humana y por añadidura, en una familia pobre, trabajadora, que tendría muchos momentos de paz y serenidad, pero que también supo de estrecheces económicas, de emigración, de persecución y de muerte.
 
La familia es la promotora y educadora de la fe. Sólo se puede aprender y asimilar el verdadero amor de Dios, viviéndolo en comunidad, y la primera y mejor comunidad es la familia. La familia da la verdadera sustancia de la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el inicio de las relaciones interpersonales más cercanas como con los parientes, las amistades y el pequeño grupo; sino que también da el verdadero sentido de la comunidad humana, como en las relaciones sociales, económicas y políticas.
 
Jesús encuentra en José y María el pequeño círculo que lo va haciendo madurar y entender la protección de su Padre Dios. Con ellos aprende las oraciones de todo judío, las tradiciones y las costumbres, que le descubren a un Dios que es fiel a su pueblo. Pero al mismo tiempo queda abierto para la nueva experiencia del amor con los demás, de la universalidad del amor de su Padre Dios y del verdadero culto y adoración al Señor.
 
¿Qué sentido de Dios vivimos en la familia? ¿Hay una verdadera educación y enseñanza del amor de Dios, de la búsqueda de la hermandad y del sentido de nuestras prácticas religiosas? ¿Es nuestra familia una oportunidad de encuentro con Dios?
 
A Jesús se le conoce como “el hijo de José el carpintero”. Como en todos nuestros pueblos y comunidades aprendería desde pequeño el mismo oficio de su padre José, y sabría la forma de irse ganando la vida, confiando en la providencia pero “sudando para llevar el pan a la mesa”. Sin embargo la migración y el cambio de sistema, no favorecen ni la convivencia ni la educación para el trabajo.
 
Los niños y los jóvenes pasan demasiado tiempo ociosos, solos y sin beneficio. O bien, desde muy pequeños son obligados a sostener y aportar a las familias, no en compañía de los padres, sino con riesgos y peligros del trabajo en la calle o en economías informales. El estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual.
 
Los salarios, con su raquítico aumento frente a la constante inflación, no permiten una sana educación, una buena alimentación, y un tiempo de eficaz convivencia. Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona ¿Cómo vivir más y mejores momentos de relación entre padres e hijos y aun con la misma pareja? Son fuertes retos que tiene que afrontar toda familia.
 
La educación, el ir creciendo de la mano de los padres, se ha ido perdiendo y va quedando bajo la responsabilidad de la escuela, de la calle y de los medios de comunicación. Y aunque hay quienes aportan y ofrecen medios para hacer madurar la persona, son tan pocos y están tan opacados, que es difícil que lleguen a la mayoría de los niños y los jóvenes, que frecuentemente se ven sometidos a un bombardeo y agresiva oferta de pornografía y permisividad que los ahoga y los induce al alcohol, a la droga y al vida fácil.
 
No se educa para el amor ni para la responsabilidad. No se enseña a tener iniciativas propositivas y planes formativos. No se propicia un ambiente de servicio y de compartir, sino de competencia, individualismo y gozo personal. ¿Qué tendríamos que cambiar para educar mejor a los jóvenes y a los niños?
 
Nos vemos amenazados, además, por graves problemas de secuestros, de trata de menores, de pornografía, de drogadicción y pandillerismo, y optamos por encerrarnos y proteger cuanto podemos a los pequeños, pero apenas se les ofrece libertad, la confunden con libertinaje, con corrupción y ambición.
 
Hoy más que nunca tenemos que buscar caminos que fortalezcan la familia, la pareja, la relación entre los hermanos y la convivencia con los demás. El modelo de la Sagrada Familia aparece como un ideal al que debemos tender: crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. ¿En qué tendremos que poner más atención para mejorar nuestras familias? ¿Buscamos a los hijos como lo hacían María y José?
 
Pidamos hoy a Dios nuestro Padre, Él que nos dio en la Sagrada Familia de su Hijo un modelo perfecto para nuestras familias, que sepamos practicar las virtudes domésticas y estar unidos por los lazos del amor para que podamos ir un día a gozar con la Sagrada Familia de las alegrías eternas.
 
 
SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS (CICLO A)
Estamos iniciando un nuevo año civil, el año 2020 y lo hacemos celebrando hoy la fiesta de Santa María, Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz.
 
 
Hoy primer día de este nuevo año, hoy empezamos a escribir, ya desde este momento, los nuevos renglones de un año más de nuestra existencia. Por eso con el corazón agradecido, levantamos el ánimo y acogemos como nuestra la bendición que nos ofrece el libro de los Números: “Que el Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz” 

 
Hoy, los sacerdotes del antiguo Israel invocaban en la liturgia, sobre todo en el año nuevo, la bendición y la paz de Dios sobre todo el pueblo.
 
Pero nosotros los cristianos tenemos motivos muchos más plenos para alegrarnos y esperar que Dios bendiga nuestro nuevo año, haciendo prosperar la paz en torno nuestro.  La razón es como nos ha dicho hoy S. Pablo: “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos”.
        
El Hijo de Dios se ha hecho hombre en el seno de la Virgen María, para que nosotros los hombres, seamos hijos adoptivos de Dios.  Por eso podemos decir llenos de confianza: Abba, Padre.
        
Somos hijos de Dios, no esclavos.  Esa es la mejor perspectiva del año que empieza.  A lo largo de sus 12 meses podremos encontrarnos con dificultades de todo tipo.  Podremos caer enfermos, sufrir, etc.  Pero no estamos solos.  ¡Somos hijos!  Pertenecemos a la familia de Dios.  No podemos dejarnos dominar por el pesimismo o la angustia.  Nos ha nacido Jesús, el Dios-con-nosotros que nos salva.   Y Jesús nos ha enseñado que Dios es Todopoderoso y que lo podemos llamar Padre. 
 
El recuerdo de la Virgen María, hace aún más agradable esta buena noticia.  Ella, María de Nazaret, una humilde joven de pueblo, fue elegida de Dios para traer a este mundo al Salvador.  Y hoy, 1 de enero, los cristianos le dedicamos una de las fiestas más solemnes del año, recordando y celebrando su maternidad: Santa María, madre de Dios.
 
Hoy también estamos celebrando la Jornada Mundial de la Paz.  El tema que este año 2020 ha escogido el Papa Francisco es: “La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”.
 
1. La paz, camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas
“Nuestra comunidad humana lleva, en la memoria y en la carne, los signos de las guerras y de los conflictos que se han producido, con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles”
 
2. La paz, camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad
“Muchos ofrecen en todo el mundo a las generaciones futuras el servicio esencial de la memoria, que debe mantenerse no solo para evitar cometer nuevamente los mismos errores… sino también para que esta, fruto de la experiencia, constituya la raíz y sugiera el camino para las decisiones de paz presentes y futuras”, sostiene el Papa.
 
3. La paz, camino de reconciliación en la comunión fraterna
Se trata de abandonar el deseo de dominar a los demás y aprender a verse como personas, como hijos de Dios, como hermanos. “Lo que afirmamos de la paz en el ámbito social vale también en lo político y económico, puesto que la cuestión de la paz impregna todas las dimensiones de la vida comunitaria: nunca habrá una paz verdadera a menos que seamos capaces de construir un sistema económico más justo”.
 
4. La paz, camino de conversión ecológica
La falta de respeto por la Casa común y la explotación abusiva de los recursos naturales, hace que necesitemos una conversión ecológica.
 
5. Se alcanza tanto cuanto se espera
La paz no se logra si no se la espera”, indica el Papa y continúa: “Se trata de creer en la posibilidad de la paz, de creer que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz” La cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la amenaza.