XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
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XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
La liturgia de este
domingo, nos recuerda que la lógica de Dios es diferente a la lógica del mundo.
Nos invita a prescindir de nuestros proyectos personales de poder y de grandeza
y a hacer de nuestra vida un servicio a los hermanos. Hoy celebramos también la
Jornada Mundial de las Misiones (Domund), bajo el Lema: Junto a los jóvenes,
llevemos el Evangelio a todos.
La 1ª lectura del profeta Isaías nos presenta la figura de un “Siervo de
Dios”, insignificante y despreciado por los hombres, pero a través del cual
se revela la vida y la salvación de Dios.
Los valores de Dios y los
valores de los hombres son diferentes. En la lógica de los hombres, los
vencedores son aquellos que toman el mundo al asalto con su poder, con su
dinero, con su ansia de triunfo y de dominio, con su capacidad de imponer sus
ideas o su visión del mundo; son aquellos que impresionan por la forma como
visten, por su belleza, por su inteligencia, por sus brillantes cualidades
humanas.
Presentándonos la figura
del “Siervo” insignificante y despreciado por los hombres, pero a través del
cual se revela la vida y la salvación de Dios, la primera lectura nos recuerda
que Dios, siguiendo su lógica viene, tantas veces, a nuestro encuentro en la
pobreza, en la pequeñez, en la sencillez, en la fragilidad, en la debilidad.
No nos dejemos engañar:
Dios no está en aquello que brilla, seductor, majestuoso, espectacular; Dios
está en la sencillez del amor que se hace don, servicio entrega humilde a los
hermanos.
La carta a los Hebreos, nos habla de
un Dios que ama al hombre con un amor sin límites y que, por eso, está
dispuesto a asumir la fragilidad de los hombres, a descender a su nivel, a compartir
su condición. Él no se esconde detrás de su poder y de su omnipotencia, sino
que va al encuentro de los hombres para ofrecerles su amor.
Los
seguidores de Cristo estamos invitados a asumir su ejemplo. Así como Cristo,
por amor, se vistió con nuestra fragilidad y vino a nuestro encuentro, también
nosotros debemos, despojándonos de nuestro egoísmo, de nuestra comodidad, de
nuestra pereza, de nuestra indiferencia, ir al encuentro de nuestros hermanos,
vestirnos con sus dolores y fragilidades, hacernos solidarios con ellos,
compartir sus dramas, lágrimas, sufrimientos, alegrías y esperanzas.
Hoy, con motivo
de la petición de los dos discípulos de “sentarse
uno a su derecha y otro a su izquierda”, hemos leído unas palabras de Jesús
sobre el poder.
El deseo de poder
es una de las grandes pasiones del hombre.
Todos de alguna manera queremos ejercer alguna forma de poder. Imponemos muchas veces nuestra manera de ver
las cosas; queremos decir siempre la última palabra; incluso las simples
conversaciones normales son con frecuencia más una lucha que un diálogo sereno
y respetuoso.
Muchas veces, en
las relaciones entre diferentes países se da una cierta tendencia de autoridad
y de súbdito, de explotador y explotado.
El evangelio de
hoy encontramos una descripción muy clara de los problemas del poder: “ya sabéis que los jefes de las naciones
las gobierna como si fueran sus dueños y los poderosos os oprimen”.
Jesús habla en
contra del dominio, la explotación, la
usurpación del poder. San Lucas
llega a hablar de una manera irónica diciendo: “y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores”.
Jesús nos propone
un camino: “Pero no debe de ser así
entre vosotros: el que quiera ser el
primero, que sea el esclavo de todos”. Estas
palabras son el programa cristiano ante el carácter, a veces injusto, del
poder. Jesús sabe que habla en un mundo que piensa y vive al revés, que
consideran primero a quien está en lo alto de la escala social. El mensaje de Jesús es: hay que cambiar las categorías, hay que empezar a servir abandonando
las ganas de dominar y ser servido.
“El Hijo del hombre no ha venido a que
lo sirvan, sino a servir”. Con su palabra y con su vida Jesús
condena como inhumanos la opresión y el
dominio de unos seres sobre otros.
El error más
grande es querer mandar para ser el primero y que nos sirvan. Hay que ser como el Hijo de Dios; Él es el
verdadero hombre, Él es el que se coloca al lado de los demás hombres, de
todos, en actitud de acogida y de servicio, sea quien sea.
Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos.
El Santo Padre
invita a todos los cristianos, especialmente a los jóvenes, a llevar el
Evangelio hasta los confines de la tierra, testimoniando el amor de Dios
“Lo que me impulsa a hablar a todos,…
es la certeza de que la fe cristiana permanece siempre joven cuando se abre a
la misión que Cristo nos confía” señala Papa.