MISA DE NOCHEBUENA (CICLO A)

Queridos hermanos, ya desde hace milenios, nuestros antepasados en la fe rezaban: “Que los cielos destilen el rocío, y las nubes lluevan la justicia. Que se abra la tierra y germine la salvación”. (Is 45, 8). Toda la Creación sufría, gemía: la creación esperaba la Salvación anunciada. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Salvador prometido nació en la Cueva de Belén.
Es, entonces, que los Ángeles anunciaron la Buena Noticia a simples pastores que velaban sus rebaños, no lejos de ahí. Es a ellos que los ángeles harán oír su canto: “Gloria a Dios en lo más Alto del Cielo y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad. Os ha nacido hoy un Salvador en la ciudad de David: que es Cristo, el Señor”. (Lc 2, 10-11). ¡Se trata verdaderamente de una Buena Noticia, pues numerosos son los males de los que tenemos necesidad de ser salvados!
Hoy celebramos un hecho: Hace dos mil veintidós años nació un niño, un niño que cambió el rumbo y el curso del mundo. A diferencia de cuando nosotros celebramos nuestro propio cumpleaños, recordamos que nos estamos haciendo más viejos y cada año se añade una velita más al pastel. Pero en Navidad no celebramos el que Jesús sea muy viejo. Nos alegramos porque Dios ha entrado en nuestra vida como un niño recién nacido, en los comienzos de la vida.
En esta noche santa, sólo una imagen y una estampa en el centro de nuestra celebración y de nuestra liturgia. La imagen y la estampa de un pesebre y de un niño. Al igual como los pastores, nos dejamos sorprender por esta imagen y esta estampa, Dos mil veintidós años, dos mil veintidós navidades, ese niño que nace hoy, sigue poniéndose en nuestras manos, confiado, como si nos dijera: “¡Ánimo! No temáis. Sólo soy el ‘Dios con vosotros’, el Dios contigo”.
El niño de Belén nos lleva a contemplar el increíble amor de un Dios que se preocupa por la vida y la felicidad de los hombres y que envía a su propio Hijo al encuentro de los hombres para presentarles un proyecto de salvación – liberación. En ese niño de Belén, Dios nos muestra la radicalidad de su amor por nosotros.
El nacimiento nos presenta la lógica de Dios que no es, como tantas veces, igual a la lógica de los hombres: la salvación de Dios no se manifiesta en la fuerza de las armas, en una autoridad prepotente, en los jefes de gobierno, en los consejos de las empresas, en los salones donde se concentran las estrellas de la moda, el cine o el canto, sino en una cueva de pastores donde brilla la fragilidad, la ternura, la sencillez, la dependencia de un bebé recién nacido. ¿Cuál es la lógica con la que nos presentamos ante el mundo, la lógica de Dios o la lógica de los hombres?
La presencia liberadora de Jesús en este mundo es una “buena noticia” que debería llenar de felicidad a los pobres, a los débiles, a los marginados, al decirles que Dios vino a su encuentro para ofrecerles la salvación – liberación. Hoy es noche buena, el día en que la luz nace en un humilde portal olvidado y reservado para los animales, en donde quizás ni al más mísero se le hubiera ocurrido nacer, solo a Dios se le ocurrió enseñarnos con este acontecimiento.
Hoy celebramos una noche especial, una noche en la cual nos juntamos y contemplamos un pesebre adornado con viejos adornos que recuerdan nuestra vieja fragilidad humana.
Nochebuena de recuerdos, de nostalgia de los seres queridos que ya no están con nosotros, de los amigos ausentes… Que eso y todo en esta noche santa gire en torno al recuerdo de Belén, la casa del pan, del “pan de vida” que hace dos mil veintidós años nos regaló el Padre, del “pan nuestro de cada día” que nos da esta noche, del pan que, dentro de la eucaristía, se nos ofrecerá como banquete; del pan que esta noche nos hace a todos un poco más hermanos, un poco más amigos, un poco más niños, un poco mejores.
Nosotros, los cristianos, tomemos conciencia en esta noche que Cristo no nació hace veintiún siglos, Cristo está naciendo hoy en nuestro pueblo, en nuestro corazón, en la medida en que cada cristiano trate de vivir la integridad el evangelio, la vida cristiana, las consignas de la Iglesia verdadera de Dios, en esa medida cada uno de nosotros es como el apóstol, es como María, es como el pastor que da gloria a Dios, y canta la alegría de haber conocido a Cristo y trata de llevar esa noticia a otros como los pastorcitos de Belén.
Para esto es necesario convertirse sinceramente a Cristo, convertirse al amor que nos visita, hacer eco a la bondad infinita de Dios que nos trae la redención; no rechazarla, no ser tiniebla, ser corazón abierto como una cuna para que nazca Cristo en cada alma esta noche y desde entonces se inunde de luz cada corazón para cantar con los ángeles el anuncio que tenemos que llevar a todos los hombres, a toda la sociedad, a todo el mundo: “Os ha nacido un salvador”.
Hermanos, desde este mensaje de la gloria de Dios, de la paz a los hombres, quiero decirles respaldado por la palabra divina: ¡FELIZ NAVIDAD!
MISA DE NAVIDAD (CICLO A)
En el centro de nuestra eucaristía siempre está Jesús. Él es el corazón de la Iglesia. Hoy de manera especial lo proclamamos. Es más, lo colocamos visiblemente delante de nuestros ojos para verlo, y bendecirlo. Al final de la misa, tendremos la ocasión de besar la imagen del niño Jesús, y reconocer que Dios no deja de visitar a su pueblo.
Hoy, es Navidad. En Navidad celebramos que Dios, autor de cuanto existe, se nos acerca de tal manera que se hace uno de nosotros y entra en nuestro mundo y en nuestra historia para rescatarnos de la soledad del pecado y de su más terrible consecuencia: la muerte. Jesús nace en Belén para comunicarnos al Espíritu Santo, convocarnos en su Iglesia y hacernos hijos de Dios.
¡Jesús viene para hacernos partícipes de la vida plena y eternamente feliz de Dios!
Jesús, nacido en Belén, se nos ofrece como una luz que ilumina el camino que debemos seguir para superar todos los problemas y los males sociales que padecemos.
En su nacimiento, Jesús experimentó muchas adversidades: la carencia de un lugar para que su Madre lo diera a luz; la amenaza de Herodes, que obligó a su Familia a refugiarse en Egipto. Sin embargo, no se dejó vencer, sino que fue capaz de transformar definitivamente la historia humana con el poder del amor.
Nos decía el evangelio de hoy de san Juan: “Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron… Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.
Navidad es la invitación que nos hace Jesús a optar por la luz. Y Jesús es la luz verdadera que viene a iluminar a todo hombre. Sin embargo, el mundo en vez de dejarse guiar por la luz de Cristo sigue la lógica de la oscuridad y las tinieblas.
En nuestro mundo sigue habiendo mucha noche, mucha oscuridad. Es el poder de lo mundano, la lógica de la inhumanidad, que se visualiza en la oscuridad que produce: guerras crueles, explotación de personas, empobrecimiento masivo, desesperanza en las gentes.
Es por ello que, hoy igual que hace dos mil veintidós años, podemos exclamar que “la Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció”. Como veis, la navidad no tiene nada de ingenua: sabe del dolor de tantas personas. Este día también los queremos tener presente.
Pero en este día de la Navidad, tenemos que tener un corazón que vive con alegría, porque el mensaje de esta fiesta es el mensaje de la esperanza. Gracias al nacimiento de Jesús, los hombres estamos salvados, estamos redimidos. La Navidad debe ser unos días especiales para no andar con prisas y recobrar esos momentos para estar con los hijos, los abuelos, con toda la familia.
También para esta Navidad debemos tener cuatro actitudes para celebrar exitosamente la Navidad.
1. Oración: Darnos tiempo para que baje a nuestro corazón la Palabra hecha carne. Una bonita forma de rezar estos días, puede ser delante del niño Dios.
2. Pobreza: descubrámonos como personas, tal y como somos. Dejemos nuestras máscaras de ser quien no somos y dejemos que Dios nos visite tal como somos.
3. Ternura: cercanía con los demás. No es posible celebrar a un Dios recién nacido sin que se nos escape una mirada tierna. Transmitamos esta actitud a los demás. Navidad es solidaridad y encuentro.
4. Alegría auténtica, de quien se sabe redimido, y de quien sabe que el mundo hoy es más hogar.
Recatemos el verdadero sentido de la Navidad. Lo que dio origen y sustenta la Navidad es el Niño de Belén; sin Él los regalos, aguinaldos, adornos, vacaciones y otras expresiones se vacían de su sentido y finalidad principal. Navidad es el sí de Dios a la vida, a la redención y superación de cada persona, de toda familia y sociedad; el Niño de Belén es la respuesta a los anhelos y preguntas que se hacen y pueden hacerse las personas, es luz ante la oscuridad y confusión, serenidad ante preocupaciones, perdón ante las ofensas, unidad en la división, paz ante la violencia y enfrentamientos.
¡Feliz Navidad! a todos los niños, adolescentes y jóvenes que, en su hambre de superación y de felicidad, las buscan a veces por caminos equivocados; a los padres y madres de familia para que su hogar crezca en el amor. ¡Feliz Navidad! a los gobernantes, dirigentes, comunicadores y líderes de nuestra sociedad para que, desde su servicio, experimenten la alegría de impulsar la justicia y la paz social.
Que el Niño de Belén nazca para vosotros, os proteja y os bendiga a todos.