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martes, 18 de junio de 2019

CORPUS CHRISTI (CICLO C)
 
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CORPUS CHRISTI (CICLO C)
 
Celebramos hoy la fiesta del “Corpus Christi”, la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor.  Hoy celebramos de un modo especial, la presencia verdadera, real y substancial de Cristo en la Eucaristía.
 
En la 1ª lectura del libro del Génesis se nos dice cómo el sacerdote y rey Melquisedec ofrece pan y vino.  Melquisedec es un sacerdote ­–rey de la justicia– que anuncia la figura de Jesucristo.  En el Antiguo Testamento había dos clases de sacerdocio: el sacerdocio levítico, que es fiel cumplidor de las normas y de los sacrificios rituales de animales, y el sacerdocio eterno del orden de Melquisedec: que en vez de ofrecer sacrificios de animales se ofrece a sí mismo.  La figura de este rey-sacerdote es el anuncio de un cambio importante en el sacerdocio del pueblo de Israel y de su culto.  El cambio está en que para relacionarse con Dios no hay que darle cosas en sacrificio, sino la propia vida, la propia existencia.  Esto es lo que hizo Jesucristo entregarse dando su cuerpo y derramando su sangre.
 
En la 2ª lectura de san Pablo a los Corintios podemos ver uno de los textos más antiguos que nos hablan de la Última Cena: Cristo entrega su Cuerpo y derrama su Sangre para la salvación del mundo.  Deja establecido que se haga lo mismo en conmemoración suya.
 
En el Evangelio de san Lucas hemos escuchado el relato de la multiplicación de los panes y de los pescados, que es una prefiguración de la Eucaristía.  Cristo se nos da en comida.
 
En el Evangelio de hoy encontramos un clásico problema del ser humano: el hambre.  Hay dos posturas distintas ante este problema: el desentenderse del problema y la postura del compromiso ante este problema.
 
La primera postura fue la de los apóstoles.  Ellos le dijeron a Jesús: Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado”.
 
Esta postura la tienen aquellas personas quienes creen que la fe se reduce sólo a rezar y a recibir la comunión como un acto piadoso individualista.  Es la postura de aquellos que adoran a Cristo presente en la Eucaristía dentro de la custodia, pero no les importa para nada el hambre de la humanidad.  Puede ser que incluso recen para que los 850 millones de seres humanos que en el mundo padecen desnutrición, encuentren ayuda y para que los niños que a cada minuto mueren de hambre, se puedan salvar.
 
Es un signo muy preocupante que crezca cada vez más la brecha entre ricos y pobres y que haya tanta gente empobrecida y tanto dinero en manos de unos pocos por causa de la corrupción, la injusticia y los “pecados sociales”.
 
Ante esta postura de despreocuparnos del hambre en el mundo, Jesús nos dice: Dadles vosotros de comer  Se trata de enfrentar la realidad y buscar la solución a las dificultades con la gracia del Espíritu de Jesús resucitado.  Es necesario buscar soluciones para que el ser humano tenga lo básico para que viva dignamente: alimento, salud, vestido, vivienda, etc.
 
Quizás nos preguntemos: ¿Pero cómo vamos nosotros a solucionar este problema?  Los discípulos también le dijeron a Jesús: “No tenemos más que cinco panes y dos peces”
 
La solución no está en dar limosna a quien no tiene qué comer, no se trata dar despensas ni inventar programas sociales.  Se trata de crear fuentes de trabajo, se trata de crear estructuras que posibiliten la producción y distribución justa de los recursos de la tierra para todos los seres humanos y no para unos pocos.
 
Por eso les dijo Jesús: Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno”.  En el mundo antiguo sólo los hombres libres podían comer sentados; los esclavos debían comer de pie porque estaban siempre dispuestos a las órdenes de su amo. 
 
Sentarse por grupos significa trabajar de manera libre y organizada, para hacer realidad el Milagro de la multiplicación de los panes y de los peces.  El cristiano es aquel que hace la obra de Jesús.
 
San Pablo le hace un fuerte llamado de atención a la comunidad de Corinto por las eucaristías mal celebradas.  No porque tuvieran errores doctrinales o litúrgicos.  El problema era: “Mientras uno pasa hambre el otro se emborracha”.  De esa manera se come indignamente la cena del Señor.  Y ante esto Pablo fue muy categórico: “el que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación, por no reconocer el Cuerpo de Cristo”.  Y cada uno de nosotros forma parte de ese Cuerpo de Cristo.
 
Si queremos seguir a Jesús, debemos vivir del amor solidario, debemos vivir de la Eucaristía y la Eucaristía nos tiene que impulsar a compartir el pan como lo hizo Jesús.
 
La Eucaristía es el centro y culmen de la vida de la Iglesia y del cristiano. Pero, para que ello sea verdad, no es suficiente celebrar la Eucaristía como un mero rito. No basta adorar la Eucaristía como una devoción; el culto cristiano a la Eucaristía nos remite a la vida, que hemos de vivir entregándola, derramándola, como ofrenda de amor agradable a Dios, como hizo el Señor. Los que nos alimentamos del Cuerpo y Sangre de Cristo, estamos llamados a prolongar la Eucaristía en el mundo; llamados a hacer nuestra existencia eucarística.