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martes, 11 de junio de 2019

SANTÍSIMA TRINIDAD (CICLO C)
 
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SANTÍSIMA TRINIDAD (CICLO C)
 
Celebramos hoy la fiesta de la Santísima Trinidad, fiesta en la que contemplamos el misterio de Dios, en el que creemos que Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo, tres personas distintas pero un solo Dios verdadero.
 
La fiesta que hoy celebramos es una invitación, no a tratar de descifrar este misterio, sino a contemplar a Dios que es amor, que es familia, que es comunidad y que creó al hombre para que participara de este amor.
 
La 1ª lectura del libro de los Proverbios nos presenta a Dios Padre que creó todo para nosotros con sabiduría.  Dios es un Padre amoroso, que tiene un proyecto de vida para cada uno de nosotros y para el mundo.  Si contemplamos la creación veremos en ella la mano de Dios, de un Dios lleno de bondad y de amor. 
 
Mirando la obra de Dios, aprendemos que el hombre no es un adversario ni un competidor de Dios, ni Dios es adversario del hombre.  El hombre tiene que reconocer el poder y la grandeza de Dios y entregarse, confiadamente, en las manos de Dios que todo lo creó con amor y que todo nos lo entrega para nuestro servicio.
 
La 2ª lectura de san Pablo a los Romanos nos invita a mantenernos en paz con Dios por medio de Jesucristo.  La venida de Jesucristo a este mundo es la expresión plena del amor de Dios y manifestación de que Dios no nos abandona ni se olvida de nosotros, sino que quiere que seamos sus hijos.
 
A pesar de que tantas veces refutamos y nos olvidamos de Dios, Él siempre nos busca para caminar a nuestro lado.  A pesar de que nosotros caemos en el pecado, Dios continúa amándonos gratuita e incondicionalmente.
 
¿Qué queremos decir al confesar nuestra fe en la Trinidad?
 
Al decir creo en la Trinidad decimos que: “Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra”.  Dios es mi Padre, Él es mi origen y mi destino.  Él me creó sólo por amor; Él me espera con corazón de Padre.  No sólo a mí, sino a todos los hombres y mujeres que son mis hermanos.  No estoy sólo ni vivo olvidado.  Tengo una razón para vivir, a pesar de que en ocasiones la vida parezca que no tiene sentido, Dios mi Padre me ama.
 
Creer en la Trinidad significa también decir: “Creo en Jesucristo, su único Hijo”.  Jesús es el Hijo de Dios enviado por el Padre.  En Él descubro el rostro de Dios.  En sus gestos descubro su amor.  En Él siento a Dios cercano, humano y amigo.  Él me libera de toda esclavitud, de todo temor, de todo lo que impide que me realice como persona en plenitud.
 
Jesús no es sólo un modelo a imitar, o un maestro a seguir, es Dios hecho hombre, hecho pan que me alimenta para este caminar diario en mi vida.
 
Creer en la Trinidad significa también decir: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”.  Creo en la presencia viva del Espíritu Santo en mí y en todos los hombres y mujeres.  El amor del Espíritu Santo se ha derramado en nuestros corazones.  El Espíritu Santo que es dador de vida, fuego vivo, porque pone en mí, amor, luz, calienta mi vida, mi corazón y alumbra mis pasos para que no me equivoque en el camino, llevándome hasta la verdad plena.
 
La vida cristiana se desarrolla bajo la presencia de la Trinidad.  Al inicio de nuestro ser cristiano, fuimos bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.  La Santa Misa la hemos comenzado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y la terminaremos con la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.  Todo lo que decimos y hacemos durante la misa no es otra cosa sino un diálogo que tenemos con el Padre, por medio de Jesucristo, con la fuerza y bajo la inspiración del Espíritu Santo. 
 
Lo importante de la fiesta de hoy no es que comprendamos el misterio que celebramos sino que nos demos cuenta que nuestro Dios no es un Dios solitario, sino que es un Dios comunidad.  Nuestro Dios es una comunidad de iguales unidos inseparablemente por el amor.  Un amor tan grande que ha hecho la creación y al ser humano.  Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza, y si Dios es comunidad, esto significa que Dios nos ha hecho para que convivamos, para que compartamos, colaboremos y vivamos fraternalmente.
 
Dios Trinidad nos invita a participar de esa comunidad divina, siendo hijos y hermanos.  Por eso un cristiano no puede ser una persona individualista, no puede desentenderse de los problemas de los demás, no puede vivir sólo para sí mismo.  Un cristiano deberá buscar siempre crear comunidad, superar las diferencias, trabajar por la unidad.
 
Este es, hermanos el gran mensaje de hoy.  Nos alegramos al contemplar hoy a este Dios, que se nos está revelando como amor y misericordia que se entrega. Un Dios que por amor nos creó, por amor nos redimió y salvó, y por amor nos dio su Espíritu para que día a día podamos construir la comunidad humana y así poder participar del gozo y de la plenitud que sólo Dios Uno y Trino tiene.  A Él la gloria y la alabanza por los siglos de los siglos.