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martes, 14 de mayo de 2019

V DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
 
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V DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
 
Las lecturas que acabamos de proclamar nos hablan hoy del amor.  El amor es lo que identifica a los seguidores de Jesús.  Para poder amar, como Jesús nos lo pide hoy, hay que cambiar muchas cosas en nuestra vida y a muchos no les gustan los cambios porque es más cómodo vivir de la manera a la que estamos acostumbrados.
 
La 1ª lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos ha narrado el trabajo concreto de Pablo y Bernabé de ir llevando el Evangelio a todas partes.  Vemos también, como la Iglesia, al ir aumentado el número de creyentes y de comunidades cristianas, necesitaba organizarse.
 
Igual que todo grupo humano necesita líderes, las comunidades cristianas también los necesitan.  Por ello, Pablo y Bernabé, animados con la oración y la fuerza del Espíritu Santo, nombraron obispos y presbíteros en las comunidades que se iban formando.
 
Pero Pablo y Bernabé también les recuerda a los cristianos que “hay que perseverar en la fe y que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”.
 
El Señor ya había anunciado muchas veces y Él lo experimentó personalmente, que el camino del Reino de Dios está sembrado de dificultades y la “puerta es estrecha”, aunque nunca está cerrada.
 
La 2ª lectura del Apocalipsis de san Juan nos habla de “un cielo nuevo y una tierra nueva”.
 
Es cierto que el camino del Reino de Dios está sembrado de dificultades y que la puerta es estrecha, pero si alcanzamos ese cielo nuevo, entramos a un mundo transformado, prometedor y alegre; entramos a un mundo nuevo “donde no habrá llanto, ni duelo, ni sufrimiento”.  El mundo del sufrimiento y de la lucha diaria dejará lugar al mundo de la felicidad, del descanso y de la paz.
 
Pero ya desde ahora, estamos llamados a construir esa “tierra nueva”, a superar todas aquellas cosas que impiden al ser humano vivir en plena libertad, a superar un mundo de oscuridad que nos sumerge en la cultura de la muerte y de la infelicidad.  Estamos llamados a superar el egoísmo, la codicia, los rencores, la vanidad, los miedos, las inseguridades.  Estamos llamados a construir un mundo nuevo que no esté dominado por la injusticia, la dominación de unos sobre otros, la muerte, la violencia y tantas cosas negativas como tiene hoy nuestro mundo.
 
Dios nos llama y nos invita a formar otro mundo, un mundo que se abra a la gracia de Dios.  Un mundo donde el mal y todas sus consecuencias ya no existan. 
 
El Señor, con su vida, con su palabra y su obra, hizo nuevas todas las cosas y empezó a hacer realidad un mundo nuevo sostenido con otros valores, valores diferentes a los que viven hoy la mayoría de las personas.  Es tarea nuestra ir construyendo ese “cielo nuevo y esa tierra nueva” a la que Dios nos invita.
 
En el Evangelio de san Juan, Jesús nos deja su testamento: que os améis unos a otros; como yo os he amado”.
 
Este mundo nuevo al que estamos llamados a construir, no lo vamos a hacer con la violencia de las armas, ni por el poder, ni por el afán de lucro, porque todo esto nos llevará al fracaso.
 
Este mundo nuevo sólo es posible construirlo con la fuerza del amor.  Pero no con cualquier amor, porque en la humanidad todos hablamos del amor, pero cada uno lo entiende a su manera.  La palabra “amor” es, tantas veces utilizada para definir comportamientos egoístas, interesados, que utilizan al otro, que hacen mal, que roban la libertad.  No cualquier cosa es amor.  Muchas veces disfrazamos el egoísmo y la avaricia con ropaje que aparenta ser amor. 
 
El amor con el que tenemos que construir ese mundo nuevo es el amor al estilo de Jesús.  Un amor sincero, servicial, cercano, entregado; un amor que respeta la dignidad y la libertad del otro, que no discrimina, ni margina, sino que siempre busca el bien del otro.
 
Como seguidores de Jesús, tenemos que afirmar que el amor es lo único que puede salvar al hombre, porque el amor es lo único que nos diferencia de los animales.  Es el amor incluso al enemigo, la única arma que puede vencer y convertir al enemigo.
 
No nos dejemos llevar por el odio, y la violencia, no dejemos que la venganza anide en nuestro corazón, porque si lo hacemos acabaremos por convertirnos en el mismo tipo de persona que ahora rechazamos.
 
Es tiempo de amar, de amar al estilo de Jesús.  Amar defendiendo la vida, todas las vidas, toda la vida que está amenazada. 
 
Amar al estilo de Jesús es lo único que puede hacer que construyamos aquí en la tierra ese “cielo nuevo y esa tierra nueva”.  Hagamos realidad ese mandato del Señor: “amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.