VI DOMINGO DE PASCUA
Las
lecturas de este sexto domingo de Pascua nos presentan el amor como el
programa prioritario de los cristianos.
Este es el mandamiento por excelencia para los que queremos ser
seguidores de Jesús.
La
1ª lectura de los Hechos de los Apóstoles
nos dice claramente que la salvación que Dios ofrece a la humanidad es
para todos los seres humanos.
Para Dios lo importante no es pertenecer a una raza, a un partido
político, a un grupo social, sino la disponibilidad para acoger la
oferta de salvación que Él nos quiere dar.
Las
únicas personas que no se salvan son aquellas que se cierran por orgullo
o por autosuficiencia a los planes de Dios.
El
Dios que ama a todos los hombres, nos invita a acoger a todos los hermanos, también
a los diferentes, los que nos resultan incómodos, los que son del partido
diferente a que yo milito, los que no piensan igual que yo. A todo ser humano hay que acogerlo con
bondad, comprensión, amor. No nos toca a
nosotros decidir quien es bueno y quien es malo, quien es santo y quien es un
diablo. Dios nos invita a que
acojamos a todos, a que a todos los invitemos a formar parte de nuestra
comunidad cristiana, sea cual sea su situación personal o social. Estamos llamados a no excluir, a no
marginar a nadie, a no ser intolerantes con nadie, a no tener prejuicios contra
nadie.
Es
fácil hablar de respeto, pero es más fácil matarlo con nuestros rencores,
enemistades, egoísmos e injusticias.
Muchas veces amamos por interés. Dios ama a todos, el amor de Dios es
universal. La fe es universal y el
mensaje de Jesús es universal. Seamos
nosotros un reflejo de ese amor de Dios.
La
2ª lectura de la primera carta de San Juan,
nos presenta una de las más profundas y completas definiciones de Dios: “Dios
es amor”.
Todos
esos momentos que en nuestra vida sentimos alegría, felicidad, paz, etc., son
signos concretos del amor de Dios, de su presencia a nuestro lado, de su preocupación por nosotros. Si de algo debemos estar seguros, si de algo
debemos tener certeza es que Dios es amor y que Él nos ama con un amor sin
límite.
Por
ello nos invitaba san Juan a “nacer de Dios”, es decir, dejar que la
vida de Dios circule en nosotros, que cada vez que vez que respiremos nos
llenemos de la presencia de Dios en nuestra vida. Debemos darnos cuenta que somos hijos de Dios
no tanto por haber sido bautizados sino porque optamos libremente por Dios,
porque día a día nos llenamos más de la presencia de Dios en nuestra vida.
El
Evangelio de San Juan nos decía: “Como
el Padre me ama, así los amo yo”. Jesús es el rostro visible del amor invisible
de Dios Padre. Jesús es la
personificación perfecta del amor de Dios.
Por
amor Dios creó este mundo con toda su belleza.
Por amor Dios creó al ser humano y nos creó con tanto amor que nos hizo
libres. Nosotros, cada ser humano, somos
obra del amor de Dios, somos fruto del amor y así deberíamos de vernos unos a
otros en lugar de despreciarnos y despreciar a los demás con nuestros rencores,
odios, envidias, etc. ¡Qué diferentes
serían nuestras relaciones si en vez de despreciarnos unos a otros, nos
viésemos todos como lo que somos, hijos queridos de Dios! Quizás empezaríamos a ver al mundo, a los
demás y a nosotros mismos con otros ojos, quizás nos veríamos con otra mirada,
una mirada más comprensiva, más bondosa, más humana.
¿Cómo
nos ama Dios y cómo deberíamos de amarnos nosotros? El amor de Dios es un amor gratuito: sin
razones, sin motivos, sin intereses, puro regalo, no es un pago por nuestros
méritos, sino puro don. “No son
ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido”.
El
amor de Dios es un amor generoso: que lo da todo, se da del todo y se
da a todos.
Es un amor incondicional: que ama sin
condiciones. Que nunca nos quitará el
crédito de su amistad, ni aún en el caso que nosotros no correspondamos a su
amor. Un amor que nos ama por encima de
nuestras cualidades y comportamientos.
Es un amor sin límites: sin condicionamientos
humanos. Ni siquiera la muerte es su límite, porque “el
amor no pasa nunca”. Sin límites de
intensidad, hasta el extremo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por sus amigos”.
Así
debe ser el amor que debemos vivir los seres humanos, sólo un amor así nos
realiza como personas y nos hace hijos de Dios.
Alegrémonos
hoy en el Señor, porque Él nos ha amado primero. Démosle gracias por tanto amor y que su amor
llegue a plenitud en cada uno de nosotros.