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martes, 30 de abril de 2019

III DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
 
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III DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)
 
Las lecturas de hoy nos piden que tengamos la fuerza y la valentía de comportarnos como lo hicieron los apóstoles, que sigamos a Cristo cumpliendo fielmente la misión que Dios nos ha encomendado.  Cada uno tiene una misión que cumplir.  Nos han dado una vocación.  Pero no podremos desempeñarla sin la ayuda del Señor. 
 
La 1ª lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta el testimonio que los apóstoles dan de Jesús resucitado frente a las autoridades.
 
El mensaje del Señor es un mensaje liberador, que no hace pactos con esquemas egoístas, injustos y opresores.  El mensaje del Señor nos cuestiona nuestra forma de vida, rechaza todo lo que genere injusticia, muerte y opresión.  Por eso el mensaje de Jesús es muchas veces rechazado y combatido por aquellos que quieren dominar el mundo, por aquellos que quieren oprimir a los débiles y a los pobres.
 
Aquellos que quieren dominar el mundo, aquellos que quieren mediante leyes injustas imponer su voluntad, estas personas no quieren escuchar el mensaje del Señor, no quieren ser cuestionados ni molestados por las enseñanzas de Jesús, por las enseñanzas de la Iglesia.
 
Los cristianos no podemos quedarnos mudos e impotentes, sea por miedo o por amenazas o por cualquier tipo de intimidación física o moral frente a aquellos que quieren “asesinar” el mensaje de Jesús y que quieren construir un mundo al margen de Dios, al margen de su mensaje de vida y de liberación.
 
Qué pena y que tristeza que haya personas que están dispuestas a obedecer a los hombres antes que a Dios; que están dispuestas a defender los oscuros intereses y a hacer alianzas con aquellos que oprimen al hombre con la “mala noticia” de la muerte, de la humillación y de la privación de los más elementales derechos humanos.  Estas personas que defienden la muerte no representan la voz del pueblo, menos la voz de Dios.  Sólo representan la voz de sus mezquinos intereses y por lo tanto no tenemos porqué obedecerlos.
 
Por ello “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” por muchas complicaciones que eso lleve consigo.  ¿Para vosotros, qué es más importante: obedecer a Dios o a los hombres?
 
La 2ª lectura del Apocalipsis de san Juan nos presenta a los ángeles y a todas las criaturas en el cielo alabando a Cristo que recibió todo poder de la mano de Dios.  Cristo es pues nuestro rey y Señor, no los políticos, no los gobernantes de este mundo.
 
Por ello no tengamos miedo, ya que Jesús, “el Cordero” inmolado venció la muerte y nos trajo a los hombres la liberación definitiva.  No tengamos miedo porque nuestra liberación está a punto de llegar.  Tenemos que revivir nuestra fe, nuestra esperanza. Hay que fortalecer nuestra capacidad de enfrentarnos a las injusticias, al egoísmo, al sufrimiento, al pecado.  Sólo a Dios hay que darle nuestra obediencia, nuestro honor, nuestro poder y gloria, hoy, mañana y siempre.
 
El Evangelio de san Juan nos presenta a Pedro y a los apóstoles volviendo a su vida diaria de pescadores, pues piensan que Jesús ha muerto y todo ha terminado en un fracaso.  Y Jesús resucitado se les hace presente.
 
El Evangelio de hoy nos describe una realidad que se parece a la nuestra.  Pedro va a pescar y no pesca nada.  Hoy, nosotros también echamos las redes y no pescamos nada.  Ni acercamos a los que no conocen a Cristo, ni atraemos a los que se han alejado de la Iglesia.
 
En nuestras Iglesia cada vez somos menos, hay más bancas vacías, sobre todo de adolescentes y jóvenes.  Las causas son muchas.  Seguimos echando las redes, pero casi nadie cae en ellas.  Muchos papás y abuelos se sienten tristes de no haber podido transmitir la fe a sus hijos.  Muchos catequistas se preguntan, a veces, para qué sirve tanto esfuerzo y tantas energías gastadas en la catequesis.  Y muchos pueden sentirse cansados y decepcionados de tanto echar las redes y no conseguir nada.  Estamos en la noche de la fe.
 
Pero el Señor está ahí, en la orilla, sigue estando aquí también.  Y una vez más el Señor nos dice: “¡Animo, volved a echar las redes!”  Pero echemos las redes no fiándonos de nuestras capacidades sino del Señor.  Gracias a nuestro pequeño esfuerzo, el Señor está realizando su pesca, aunque de momento no veamos el resultado.
 
Los discípulos consiguieron aquél día una gran pesca, porque se fiaron del Señor. Nosotros estamos llamados también a fiarnos de Él, a seguir echando las redes, con los hijos, con los nietos, con todas las personas que nos rodean,  insistiéndoles para que no dejen la iglesia, hablándoles de la bondad de Dios, de lo bueno que es para vivir con plenitud, tener fe y confianza en Él. Manifestando sobre todo con nuestra vida, que realmente creemos.
 
Que esta eucaristía nos ayude a tomarnos en serio nuestra vida cristiana, y que el Señor tenga a bien manifestarse en nuestro corazón para darnos ánimo y alegría.