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lunes, 28 de noviembre de 2022

 

II DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)


Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a vivir el reinado de paz y de justicia que viene a instaurar Jesucristo, el Mesías prometido.

Cristo es el Príncipe de la Paz, Él ya ha venido y nos ha dejado su paz, pero seguimos viviendo tiempos de violencia y terror, de inseguridad y de angustia. Por eso es preciso recordar que la paz, además de ser un don de Dios es tarea de todos, a cada uno nos toca construirla.

La 1ª Lectura del Profeta Isaías nos describe al Mesías y también describe ese ambiente de justicia y de paz que Él vendrá a traernos.

Y el Profeta lo hace con un relato simbólico en que nos presenta a animales      -que por instinto son enemigos entre sí- viviendo en convivencia pacífica: el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito, el novillo con el león... y hasta un niño con la serpiente.

Con esta descripción hecha por Isaías, en la cual nos presenta una situación aparentemente imposible, Dios quiere exigir a los seres humanos a que vivamos en paz. Nos está invitando el Señor a que, a pesar de nuestra naturaleza de pecado, por la que a veces también tendemos a ser opuestos y rivales unos de los otros -como los animales que presenta el Profeta- intentemos vivir en paz y en justicia. Y podremos convivir en paz y en justicia, si recibimos al Mesías, si aceptamos su Palabra, si vivimos de acuerdo a ella.

La 2ª lectura de San Pablo a los Romanos nos invita a formar una comunidad cristiana donde reine el amor, el compartir con los demás, la armonía, la acogida.  Sin embargo, muchas veces, nuestras comunidades cristianas están divididas, se critican los unos a los otros por la espalda, hay agresividad, se discriminan a ciertas personas; algunos se agarran al poder y hacen todo lo que sea para dominar a los demás.

Por eso, San Pablo nos propone hoy algo que, mientras se hace realidad ese mundo ideal que Dios quiere, nosotros podemos hacer: hay que acogernos unos a otros como Cristo nos acoge.  Sin tener en cuenta los gustos, las simpatías o antipatías de los demás.  

Hay que “tener los mismos sentimientos” de Cristo hacia los demás, a pesar de las diferencias que puedan existir.  Tenemos que llegar a ser una sola voz, contribuir a crear una sola comunidad donde todos los creyentes tengamos “una sola alma con un solo corazón”.  Esto es lo que nos pide Dios para que vayamos construyendo el Reino de Dios en este mundo.

El Evangelio de san Mateo nos prestaba hoy a Juan Bautista invitándonos al arrepentimiento y a la conversión.

A veces decimos: yo sería feliz si… pero luego nos decimos: pero no puedo cortar, terminar, salir.  Siempre nos buscamos una excusa, una razón para no ser feliz.  Ciertamente que no podemos cambiar la realidad en que vivimos, por eso Juan Bautista nos dice que aunque no podamos cambiar la sociedad, podemos cambiar nosotros, podemos convertirnos.

Hoy hay muchos que se llaman creyentes en Dios pero no siente la necesidad de la conversión.  Creen que ya son “buenas personas”.  ¿De qué me voy a convertir yo si no hago esto ni lo otro ni...? Creernos buenos nos está impidiendo ser nuevos, descubrir la necesidad de conversión.

Creernos buenos es la postura de los fariseos y saduceos a los que Juan los llama “raza de víboras”. No es que no seas bueno; lo malo es que no seas mejor, que te contentes con la meta alcanzada. No es que no seas bueno, es que no escuchas a Dios que te pide nueva conversión. No es que no seas bueno, es que no dejas que el Espíritu te lleve donde Él quiere.

Jesús no necesita gente buena, necesita personas que se sientan pecadoras, personas necesitadas de conversión. Jesús no viene para los que ya se sienten perfectos. Con ésos Jesús no tiene nada que hacer. Toda esa gente no necesita nada ni a nadie, menos a Jesús. Jesús necesita personas que cuando escuchan las palabras del profeta, conviertan el corazón se les estremezca y reconozcan su necesidad de cambio de vida.

Dios está cerca. Sí. Dios está muy cerca de todos aquellos que se sienten pecadores. Dios está muy cerca de todos aquellos que desean algo nuevo en su vida. Dios está muy cerca de todos aquellos que se agachan para tender la mano a sus hermanos.

Nosotros en este Adviento, ¿buscaremos la verdadera conversión o nos conformaremos con celebraciones y ritos externos para adormilar la conciencia? ¿Seguiremos viviendo en la injusticia y en la mentira?











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