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martes, 24 de octubre de 2017


TODOS LOS SANTOS  (CICLO A)

 Celebramos hoy la solemnidad de Todos los Santos.  Hoy celebramos a todas aquellas personas que viven con Dios.  A todos aquellos que viven ya en el cielo.  Uno son santos canonizados, es decir, están oficialmente en la lista de santos de la Iglesia y los celebramos a lo largo del año litúrgico.  Otros son santos no canonizado, pero no por eso menos santos.  Ellos gozan ya de la compañía de Dios, aunque no se les haya reconocido oficialmente la condición de santos.
 
Hoy le damos gracias a Dios por todos esos santos.  Por todas esas personas de nuestra raza, de nuestra familia, hijos de esta tierra.  Porque ellos son nuestra familia del cielo, con los que nos sentimos en comunión.  Por eso decimos en el Credo: “Creo en la comunión de los Santos”.
 
Todos estamos llamados a ser santos.  Ser santos no es ser gente extraordinaria.  Todos esos santos que hoy celebramos nos enseñan que seguir a Cristo es posible, y que eso es la santidad.  Creyeron en el Evangelio y lo cumplieron y lo vivieron.

Los santos son aquello que han comprendido, y vivido, que la felicidad se encontraba en el camino de Jesús, que es el camino de las bienaventuranzas.  Las bienaventuranzas son el camino para alcanzar la felicidad en este mundo y alcanzar la santidad para el cielo. 

Quizás nos preguntemos: ¿y yo, cómo puedo llegar a ser santo? ¿Cómo puedo llegar a ser feliz?

La palabra de Dios que hemos escuchado nos ha ofrecido la respuesta a estas preguntas, nos ha dicho cómo vivir aquí y alcanzar la felicidad en la vida con Dios después de la muerte.
 
El primer sermón que pronunció Jesús, las primera palabras que nos comunica son: Felices, dichosos, santos son los que practican la justicia.  Si practicamos la justicia seremos pobres, porque no podremos enriquecernos a costa de otras personas, ni adorar al ídolo del dinero o del poder; lloraremos, amaremos a los que sufren, seremos perseguidos, porque practicar la justicia nos hará pensar en los injustamente tratados; nos quitarán nuestras seguridades y además nos perseguirán y tendremos que enfrentarnos a una sociedad que vive con otros valores.

Este es el camino de Jesús y éste es el camino que Él nos propone para ser santos: tener un corazón justo para poder ser pobre y misericordioso con todos.

Puede ser que a nosotros estas palabras del Señor nos resulten difíciles, nos den miedo porque pensamos que la felicidad está en gozar, en pasárselo bien, en ser más que los demás, en no preocuparnos por los que lo pasan mal o sufren necesidades. 

Nuestro problema consiste en que la sociedad actual nos programa para buscar la felicidad por caminos equivocados que al final nos llevan a vivir de manera desdichada.   Nuestra sociedad nos dice: “si no tienes éxito, no vales” 

Una persona que sólo busca el éxito difícilmente será feliz.  Necesitará tener éxito en todas sus pequeñas o grandes empresas.  Cuando fracase en algo, sufrirá muchísimo.  Será una persona agresiva contra la sociedad y contra la misma vida.  Esa persona no será capaz de descubrir que vale por si misma, por lo que es, no por sus éxitos o logros personales.

Nuestra sociedad nos dice también: “si quieres tener éxito, has de valer más que los demás”.  Hay que ser siempre más que los otros, sobresalir, dominar a los demás.  Una persona así está llamada a sufrir.  Vivirá siempre envidiando a los que han tenido éxito, a los que tienen un mejor nivel de vida, a los que tienen una mejor posición en la vida.  Una persona así no sabrá disfrutar lo que es y lo que tiene, y por supuesto no será feliz.

No podemos lograr la felicidad de cualquier manera.  Tampoco podemos comprar la felicidad.  Con dinero sólo podemos comprar apariencia de felicidad.

La fiesta de Todos los Santos nos recuerda que hay otro camino de felicidad.  Ser cristiano es buscar la verdadera felicidad como lo hicieron esos santos “nuestros” cercanos a nuestra vida.  Ellos nos demuestran que es posible vivir esa felicidad que nos dice Jesús hoy.  Una felicidad que comienza aquí, y alcanza su plenitud en el encuentro final con Dios en el cielo. 

En esta fiesta de Todos los Santos, el Señor nos invita a que seamos auténticos hijos de Dios, cada quien desde su propia vocación, desde sus propios carismas, tenemos que buscar la santidad.  Tenemos que vivir como hijos del mismo Padre, como hermanos de quienes nos rodean, especialmente de los más necesitados, sin esto no hay santidad. 

No olvidemos que cada uno de nosotros somos llamado a alcanzar el camino de la felicidad y de la santidad porque a esto es a lo que nos llama y nos invita el Señor al celebrar esta fiesta de Todos los Santos.

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