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martes, 26 de diciembre de 2017


SANTA MARIA, MADRE DE DIOS

En este día comenzamos un nuevo año, el 2018.  Hoy inauguramos un nuevo calendario en el que todos los días están por venir.  En este nuevo año habrá días mejores y días malos, días alegres y días tristes, pero hoy aún no sabemos cómo serán esos días.  Sin embargo, hoy nos hacemos propósitos, pensamos en las semanas, en los meses que han de venir y hacemos planes y programas para vivir el nuevo año.  Seguramente también miramos el nuevo calendario para ver cómo van a caer las fechas importantes: las fiestas principales, los cumpleaños, la Semana Santa.

Hoy también deberíamos de agradecerle a Dios la vida que nos ha concedido y que nos sigue conservando para poder comenzar un año más en nuestra existencia.

Dios nos va a acompañar en nuestro caminar a lo largo de estos 12 meses y nos va a sostener y ayudar en las dificultades y en los obstáculos que podamos tener.  Nos va a dar el ánimo necesario para seguir adelante, para que no caigamos y nos hundamos; nos va a ofrecer su perdón y su reconciliación, nos va a seguir diciendo que nos ama y que desea que seamos inmensamente felices en esta vida y, definitivamente, en la del más allá.  Por ello hemos comenzado el año escuchando una especial bendición de Dios.  La 1ª lectura, del libro de los Número, nos la recordaba esa bendición de Dios y la presencia continua de Dios en el transcurso de nuestros días.

Dios va a ser nuestro compañero de camino y de fatigas a lo largo de todo este año; se va a alegrar con nuestras alegrías; se va a gozar con nuestros éxitos; le va a doler nuestros sufrimientos y va a compartir nuestras preocupaciones.

Al comenzar este nuevo año, hemos de decirle a Dios, gracias, Señor porque nos has permitido llegar a este nuevo año 2018.  Gracias por la vida, por las oportunidades que nos das cada día para conocerte a Ti, para hacer el bien, para ser más felices.  Tenemos 365 días para ir escribiendo nuestra historia personal de buenas acciones.  Hay que pedirle pues al Señor que se haga presente, que no nos falte ningún día, que no nos alejemos de Dios ni por un instante en este nuevo año; que sepamos hacer siempre el bien; que nuestra vida sea una influencia positiva para quienes se relacionen con nosotros; que crezcamos en el amor y que en todo momento seamos y nos comportemos como auténticos cristianos.

Pero hoy también al comenzar este año nuevo lo hacemos recordando y celebrando a Santa María, Madre de Dios.

Hablar de María Madre de Dios es hablar de la Mujer que en la plenitud de los tiempos nos ha dado al Hijo de Dios para que también nosotros seamos hijos suyos. Hablar de María Madre de Dios es hablar de lo que significa aceptar en la propia vida la Palabra eterna de Dios hecha carne. En este sentido para todo cristiano y para la Iglesia entera María tiene un lugar verdaderamente excepcional ya que ella llevó en su seno al Hijo de Dios, a Cristo Jesús, ella lo ayudó a crecer y lo acompañó en todo, hasta el pie de la cruz, convirtiéndose en la primera creyente del nuevo Pueblo, en la nueva Eva, en la madre de todo viviente en Cristo.

Todo creyente y la comunidad entera de los creyentes está llamada a mirar continuamente a María para comprender cómo se debe vivir la fidelidad a Dios.  La Iglesia, como María la Madre del Señor, debe vivir de la fe y de la obediencia a la Palabra de Dios y no apegada a sus proyectos aunque parezcan brillantes y efectivos. Confiando siempre en las promesas de Dios que siempre es fiel.

La tercera cosa importante que nos ha reunido este día es celebrar la Jornada Mundial de la Paz.

En el mensaje, titulado “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”, el Santo Padre critica la retórica del miedo difundida con fines políticos en algunos países de acogida y pide que se mire a los migrantes y refugiados como miembros de una misma familia humana.

El Papa subrayó el gran deseo de paz que hay en la humanidad, y exhortó a que ese deseo sea escuchado. “La paz es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración”.

Francisco explicó que “acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones”.

 

Reclamó el Papa Francisco a los gobiernos unas políticas comprometidas y responsables: “Los gobernantes tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades a las que deben garantizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo armónico”.

El Obispo de Roma propuso en el mensaje una estrategia para ayudar a los refugiados, migrantes y víctimas de la trata de personas a alcanzar la paz. Esa estrategia debería estar articulada alrededor de cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar.

Por último, el Pontífice recordó las palabras de San Juan Pablo II: “Si son muchos los que comparten el ‘sueño’ de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en ‘casa común’”.

 

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